Como lo sabe cualquier analista del desarrollo político de nuestro país somos una sociedad de partidos políticos.
Una larga trayectoria lo comprueba. Existieron en el siglo XIX, continuaron luego de la guerra civil de 1891, superaron la dictadura de Ibáñez, se fortalecieron durante las coaliciones de centro izquierda, aguantaron el periodo de ilegalidad del Partido Comunista, crecieron durante las revoluciones delos sesenta y sesenta, especialmente la de Allende, soportaron la funesta dictadura cívico militar, se diversificaron durante la post dictadura.
En ese momento final surgió una nueva izquierda, la del Frente Amplio, la cual apareció con fuerza en la última presidencial y en las últimas parlamentarias.
Así como existe una tradición de partidos, tiene lugar también una tradición de crítica a los partidos. Ibáñez, un líder operante hasta los sesenta, encarna mejor que nadie esa postura.
Hoy día la consideración de los partidos por la ciudadanía sigue a la baja, pese a que ningún político puede prescindir de ellos.
Esa crítica a los partidos tiene aspectos razonables. Porque han dejado de tener discurso de largo plazo. Tienen programa para el momento actual pero carecen de proyecto, es decir de una mirada desde el pasado y la actualidad hacia el futuro.
Un partido de izquierda en el mundo actual, donde es tan significativa la ideología neoliberal, debe ser democrático e ideológico.
Ser democrático de manera que la selección de representantes se realice por medio de primarias, lo que determina la ley, pero que estas no sean rutinarias, como suelen serlo, sino verdaderamente competitivas.
Que las decisiones internas, especialmente aquellas que se refieren a políticas públicas, sean decididas partiendo desde abajo, del barrio al municipio, de éste a la región y finalmente a la cúpula del Estado.
En ese marco las directivas ejecutan decisiones que vienen desde la base. Esa es la esencia de una verdadera democracia partidaria.
Pero además deben ser ideológicos, lo cual significa tener un proyecto. Uno completo debe contener una interpretación del pasado, una visión de la actualidad y presentar las aspiraciones de futuro.
Ese debe ser el contenido de un proyecto de izquierda, el cual en especial debe referirse al futuro, porque en esa dimensión donde se formulan los deseos más profundos, los componentes más significativos.
Un partido de izquierda debe formular, para el presente, una democracia más amplia y para el futuro un socialismo participativo.
Distinto por ello de los existentes, los cuales pese a sus éxitos, son dictaduras de partido único.
El otro, el distinto, debe favorecer una participación plural y, además, aumentar significativamente las atribuciones de los ciudadanos.
Estos deben pasar del solo derecho al voto a formular y cuestionar proyectos, al derecho de pedirle la renuncia a los representantes corruptos o ineficientes, al de participar en la gestión de los lugares en que trabajan, el de organizar empresas de trabajadores etc.