miércoles, octubre 23, 2024

Tontera presidencial

La torpeza del Presidente radica en algo que ojalá entienda: no se puede ser buena persona todo el tiempo ni tratar de quedar bien consigo mismo siempre. A veces hay que callarse, dejar que el gobierno actúe y, mediante gestos, decir más que lo que se puede hacer con palabras.

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El Presidente Gabriel Boric no halló nada mejor que, ante la crisis por la salida del exsubsecretario Manuel Monsalve a propósito de una denuncia por violación de una subalterna, salir a aclarar una a una las interrogantes de una prensa sedienta de detalles y de equivocaciones.

 Frente a las preguntas de cuánto tiempo se habían demorado en saber lo de Monsalve y, por ende, cuánto tiempo había pasado desde que supo hasta que actuó, Boric decidió dar lujo de detalles, pensando que con eso lograría saciar a aquellos periodistas y su sed “justiciera”. Creyó que el solo gesto de estar ahí, respondiendo y poniendo el pecho a las balas, lo haría quedar bien, sin importar lo que dijera. La intención es lo que vale, debió pensar la primera autoridad del país.

Sin embargo, con el pasar de los minutos-estuvo aproximadamente 50- se empezó a enredar, a tratar de dar más detalles de los convenientes, tropezándose con toda afirmación anterior, intentando detallarla, ponerle matices, decir que no fue tan así y entrando de esa manera en un bosque interminable que sólo disfrutaban los “paladines” que estaban frente a él.

Su asesora trató de salvar la situación diciéndole al presidente que ya era suficiente, que había respondido demasiado y Boric le dijo que no, que seguiría. La escena era bastante patética, hay que decirlo, porque mientras el mandatario quería mostrar autoridad, lo cierto es que parecía un niño siendo retado por su mamá mientras pataleaba.

Quienes defienden esta actitud, dicen que el líder del gobierno estaba mostrando honestidad. Ahí uno podría estar de acuerdo, pero enseguida, también, podría cuestionarse esa afirmación y preguntarse si es que era necesario ese arranque de honestidad en ese momento. Y la respuesta es que no.

Por más que Gabriel Boric crea que, como presidente, debe opinar de todo, dar muestras de la blancura todo el día, lo cierto es que, a veces, no es necesario. En circunstancias como esta no se requiere ser un experto en comunicaciones para entender que las respuestas demasiado grandes y largas siempre llevarán consigo contradicciones y, por ende, dudas.

La torpeza del Presidente radica en algo que ojalá entienda: no se puede ser buena persona todo el tiempo ni tratar de quedar bien consigo mismo siempre. A veces hay que callarse, dejar que el gobierno actúe y, mediante gestos, decir más que lo que se puede hacer con palabras.

La historia nos ha mostrado por años que los buenos políticos no son los que hablan más, ni menos lo que se matan por mostrarse haciendo lo correcto, sino aquellos que saben en qué momento hablar y en qué momento no hacerlo.

La transparencia, a pesar de lo que se cree comúnmente, no es una virtud en sí misma. Decir todo lo que sucede en los pasillos, todo lo que pasó o no pasó antes de tomar una decisión, siempre desarmará esa decisión, la volverá irrelevante y hasta tardía. Siempre habrá tras cada detalle algún periodista fisgón que busque la acción incorrecta, la decisión inadecuada, tomando el tiempo de reacción con reloj en mano.

Boric al parecer eso no lo entiende. Se parece en eso a aquellos que no lograron nada durante la crisis del 18 de octubre, pero están felices de haber sido buenas personas y estar del “lado correcto”. Esos que recuerdan haber marchado como una medalla de pureza, pero que cuando se les pregunta por los logros concretos, cambian de tema.

Sería bueno que el Presidente, quien en otras ocasiones ha mostrado saber leer tiempos políticos, no se enamore mucho de lo que ve en él como una virtud, que sería ser pensamiento hablado. Eso da réditos en cualquier otro ámbito de la vida que no sea gobernar.

Ahora, si Boric no lo hizo sólo por tratarse de mostrarse como “el diferente”, sino porque estaba convencido de que lograría saciar a ciertos medios y sus líneas editoriales, lo cierto es que la torpeza ya es intelectual y gravísima o derechamente tontera.

Francisco Méndez
Francisco Méndez
Analista Político.

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