lunes, octubre 14, 2024

En medio de un territorio adverso

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No ha sido posible un gobierno que horade (hasta hoy) el agobiante neoliberalismo que cerca y explota.  Se desencadenaron las vueltas y revueltas de un tiempo complejo, paradójico, regido por la enfermedad pandémica que ya ha ocasionado la muerte de más de sesenta mil personas en Chile. El miedo a la muerte instalado en los imaginarios sociales generó, a través de los medios, volcados a la noticia-espectáculo, una diversidad de miedos que fueron fundamentales para generar pedagogías que permitieron el triunfo más destemplado del empresariado y su pulsión acumulativa y voraz a cargo de los cuidados de sus representantes en el Congreso.  

El gobierno y su programa, está sitiado por las distintas derechas neoliberales, incluidas las enmascaradas detrás de nombres tan horribles como “amarillos” o vacuos como “demócratas” y el neoliberalismo progresista PPD, más el senador ¿socialista? Fidel Espinoza. Sin embargo, en medio de este territorio adverso, es necesario buscar y encontrar un espacio para aliviar la pobreza, para atender la salud, para disminuir la violencia, controlar y darles una dirección a las migraciones. Restaurar la dignidad y el valor de los pueblos indígenas.

La situación social es difícil, atravesada por una economía ultra superficial (a pesar del optimismo propietario del Rector Carlos Peña). Las vidas se cursan en cuotas.Transcurre la soledad en esas cuotas de vida, sumergidas en deudas interminables y totalmente abusivas en sus feroces intereses. Hay que recordar, una vez más, que el origen etimológico de la palabra deuda es “débita” que significa tener sin tener. Vidas de antemano trazadas por el proyecto neoliberal fundado en el objetualismo y en un yo sin nosotros. Y la multitud que no accede a crédito o son deudores, transitan en trabajos informales que bordean el dramatismo. Y, desde luego, una multitud de jóvenes pobres entregados al sicariato narco o atados al delito que los maneja y los destruye, intensificando la inseguridad de las poblaciones atravesadas por balazos inclementes e incesantes. Y, desde luego, nunca olvidar que las mujeres son las más pobres entre los pobres.             

Y mucho más allá, lejos de la realidad social, un Congreso de la República incrementado por figuras inconsistentes, parlanchinas, volcadas a la nada, sin épicas, sin poéticas, sin consideración alguna a las reales urgencias, salvo la reproducción de discursos conservadores, centrados en los peores consensos como son: abrir de par en par las puertas a  inversiones y su definición del empresariado con el eslogan “los empresarios DAN (regalan) trabajo”. No es así. No dan, no regalan nada. Los trabajadores les DAN a ellos su riqueza. Y el curso sacrificial de sus vidas.

Cada día, a cada instante, los partidos que se suman al gobierno pugnan por espacios, más espacios, más y de esa manera se profundiza la sensación o la certeza de una repetición. Mientras la derecha, digamos tradicional, que trabaja para la próxima elección presidencial, sabe que como competencia tiene dos frentes: el actual gobierno y Kast. Y allí, en esa ultraderecha, deambulan figuras tan abominables como Kaiser, de la Carrera, la ¿doctora? Cordero, verdaderas caricaturas humanas del horror y la violencia.

Esta situación híper poblada por circunstancias adversas, ocurre y transcurre en un escenario social en parte regido por una importante dominación hegemónica conservadora. Una dominación que coloniza los imaginarios y naturaliza sus discursos hasta masificar una subjetivación fundada básicamente en el nacionalismo y el populismo reaccionario.  

Carter es uno de los representantes más nítidos del populismo reaccionario. Mientras legítimamente reconstruye su cara, destruye casas narcos como propuesta política. Su “aporte” social se funda en una pedagogía de las violencias -la violencia narco y como respuesta, la violencia de la demolición de la vivienda- En el interior de esas casas no hay droga que pueda ser requisada, no existen sujetos responsables, todo está hecho con el fin de insertar en el imaginario social un acto de justicia institucional. Un micro Bukele.

Desde luego hay que seguir la ruta del dinero narco, atender a su circulación, auditar signos de lavado de dinero y aplicar sobre esos bienes medidas que avalen su confiscación y su paso al Estado. Pero Carter sólo busca proyectar su rostro y emitir una serie de lugares comunes mediante el acto de demoler casas PARA acceder a la televisión. Y esa es su máxima garantía para su búsqueda de un hipotético, futuro presidencialismo lo que resultaría, sin duda, demoledor.

Diamela Eltit
Diamela Eltit
Escritora, Premio Nacional de Literatura 2018.

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