Pienso que el 4 de septiembre (ahora, ya mismo) será, con seguridad, una de las votaciones que demarcarán el siglo. Y será así porque este acto electoral que nos convoca transporta casi cincuenta años de historia. El voto APRUEBO implica el fin del modelo trazado por el pinochetismo. Votar APRUEBO significa ejercer nuestro repudio a un tiempo indescriptible cruzado por la inhumanidad: miles de presos y presas políticos, torturas, violaciones, fusilados, asesinados, detenidos desparecidos, degollados, despidos masivos, explotación laboral PEM Y POJ, discriminaciones, traspasos de empresas públicas a privados (entre ellos el yerno de Pinochet). Y muchas tropelías más.
Votar APRUEBO es ejercer un acto de justicia y de reparación ciudadana ante la intervención más aguda del neoliberalismo, la vida a crédito y sus interminables intereses, la violencia de la exclusión. El imperio del mercado, el desprecio al Estado y el abuso financiero por parte de sus mismos detractores (la familia Piñera, entre otros). El abandono, el derrumbe de las instituciones del Estado, el saqueo de los territorios, la elitización de los partidos políticos y su indiscutible inoperancia social. Los heridos y muertos por las fuerzas policiales durante el estallido.
El voto APRUEBO previene la violencia, respeta las diferencias, sitúa en un espacio correcto a los pueblos indígenas estigmatizados por el racismo. Marca una ruta para disminuir una desigualdad que ofende y se perpetúa.
Porque la Constitución del ’80 es la guardiana de uno de los neoliberalismos más extremos del mundo. Destrucciones sindicales y de derechos de los trabajadores, la inoculación incesante del consumo, la segregación territorial, la naturalización de la misoginia que consagra a la mujer como menos, el machismo maltratador desplegado a lo largo del territorio, y la impunidad ante el no pago de pensiones de alimentos para hijas e hijos (¿O no Parisi?). Zonas de sacrificio, la privatización del mar. La educación y la salud. Las viviendas, las inmobiliarias y la construcción de terribles guetos verticales. Y más.
La maniobra del Rechazo sostenida en el escenario público por una suma de grupúsculos de privilegiados, que se nombran a ellos mismos como centro o centroizquierda, hablantines, habitantes del oportunismo mediático, cómplices absolutos en una maniobra muy cuestionable en la que están comprometidos, como es auspiciar el escondite de la derecha. Pero ya De la Carrera nos mostró el amor que le tienen a las mujeres y a sus colegas.
El ex Presidente Piñera, paladín del lucro, se ha condenado a sí mismo al ostracismo más absoluto. Hay que analizar la incuestionable irrelevancia del ex Presidente Frei y su Rechazo, atender al ex Presidente Lagos y su silencio, un silencio (no importa ya como vote) auspiciador del Rechazo. Los dos ex Presidentes ponen en jaque toda la estructura social de la transición. En cambio, la ex Presidenta Michelle Bachelet pasará a la historia como la única Presidenta activa y comprometida con lo que representa y ha representado, aunque fue obstaculizada no solo por la derecha, sino especialmente por su propio conglomerado y de manera muy intensa por el que fue su ministro del Interior, Jorge Burgos: Porque la ex Presidenta propuso un gobierno ciudadano para una sociedad paritaria, de derechos y con justicia social.
Esta Constitución es paritaria, abre una ruta, dignifica, piensa a los otros, es comunitaria, regionalista. APROBAR por las jóvenes y los jóvenes, las niñas y los niños. APROBAR por las guaguas que más adelante poblarán este territorio. Sí, APROBAR.