Una serie de premios nacionales de diferentes menciones junto con numerosos académicos/as, entre los cuales me cuento, le enviamos una carta al presidente.
El sentido de esa carta es recordar el día del golpe y sus consecuencias. No se puede olvidar que fue bombardeada La Moneda.
¿Para qué se realiza esa insólita y brutal acción, estando en el recinto el presidente, sus hijas, algunos de sus ministros y sus asesores?
Para demostrar que los conspiradores eran capaces de todo. Y lo fueron: crearon una dictadura de diecisiete años. Una represiva, personalista, con un proyecto que liberaliza la economía y mercantiliza la cultura.
Hoy, a cincuenta años del golpe, hay que recordar para que nunca más suceda. Por supuesto que la Unidad Popular tuvo defectos, pero ninguno justifica el golpe. Porque con sus problemas fue uno de los periodos más democráticos de la historia de Chile contemporáneo. Mientras la dictadura fue uno de los más oscuros. Reprimió, torturó, lanzó cuerpos al mar, creó los hornos de Lonquén.
Nada de eso lo realizó la Unidad Popular. Sus defectos fueron falta de unidad entre los integrantes de la coalición e incapacidad para ampliar el bloque hacia el centro, hacia la Democracia Cristiana.
Problemas graves porque grandes reformas necesitaban grandes acuerdos. Pero no apresó ni torturó a sus adversarios. No fue la Unidad Popular la que asesinó al comandante en Jefe del Ejército, General Schneider, ni al Edecán naval del presidente Allende. Ambos fueron realizados por militantes de ultraderecha.
Y, es necesario recordarlo, el gobierno de Allende fue víctima de una guerra, El paro de octubre de 1972 duró un mes. Pararon transportistas, comerciantes, médicos de la salud pública. Y el gobierno consiguió que el país siguiera funcionando. Una verdadera proeza.
No hay que olvidar tampoco las tropelías de la dictadura, desde la “caravana de la muerte” hasta el asesinato del general Prats y su esposa, de Letelier y su acompañante hasta el atentado contra Leighton y su esposa. Tampoco el cuerpo lanzado a la embajada de Italia o los degollados.
Ni los más de dos mil víctimas señaladas por la Comisión de Verdad y Reconciliación. Por eso escribimos la carta al presidente. Para no olvidar. Repito: para decir nunca más.
Nunca mejor dicho, gracias.
Es lamentable que gran parte de la derecha sea sorda de entendimiento producto de la ceguera que le producen sus propios intereses individuales y corporativos.