viernes, noviembre 22, 2024

Tiempos sin nombre

El habla de Javier Agüero es necesaria. Pues hace resonar la tragedia. Una suerte de condena que se habría mostrado una vez más.

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Sobre Futuro Anterior. Apuntes sobre un tiempo mutante de Javier Agüero Águila (EDULP-UFRO, 2024)

I

Ni fugarse ni entregarse, refugiarse queda cuando la derrota. Habla porfiada, hasta contra querencia, como resistiéndole el cuerpo al amargo de la desilusión. Arrastrados por la turbulencia o erguidos en la palabra que, al fin, aún nos quede.

Refugio, cuando los años sin nombre.

II

Palabra cruda para la derrota plena y la desilusión total. Escuche quien pueda aguantarse su propio sentimiento de la patria errante, la que yerra. Ni una gota de optimismo salpica esta tristeza. Ni una gota de negación la diluye. Palabra del descreimiento sin renuncia, de la disolución sin reniego, de la derrota sin entregar la voz.

Dignidad intelectual volviendo al ruedo, cuando desafina hasta el grito.

No quedará titiritero sin llamar. Palabra que desborda toda ilusión y creencia, todo velo, haciendo su trabajo de señalar la indecencia, la deshonestidad de los renuncios por acá o de las imposturas por allá.

En los tiempos en que calla hasta el graffiti –cuando el vacío, silencio, a lo más, ruido interno– habla este libro.

III

Aquí subyace Octubre, en ese acopio de deseo y luego tristezas de patria, para sentirnos, ahora cuando duele, habla Javier, y se oye, en estas memorias, dichas en su día con gracia y constancia de guardia insobornable… de las alturas filosóficas de Chile.

Así habla el habla del año de la Derrota y de la desilusión del proceso constituyente; sobreviviéndole, por quien puede entre pocos, y con palabra dicha en honesto y en agudo, cavando con metáforas, martillando entre comas. Dirá lo que no se dice, desdecirá lo que se dice, maldecirá también, dirá la verdad dura que habría que tragar; nos invita a encontrarnos de pleno con una verdad trágica, sabernos como patria en desgracia.

Así hace oír, en su lectura, la maldición de Chile.

IV.

El caso es que aquí penan. Penan las ánimas de las sociedades que íbamos a ser y a las que nunca llegaríamos. Pena lo que sería, lo que nunca fue. Ahora penan, en la palabra de Javier Agüero.

Las últimas ilusiones: se arrastran las cadenas, las cruces, de la historia maldita.

Memorias vivas de la desilusión y la derrota. Y es lo más necesario, siendo que de las derrotas no se habla, y de las desilusiones, cuando más, suspiros tristes, abatidos. Y contra ambas impotencias trabaja Agüero su palabra. Contra ellas, en medio suyo, entregado lucha, para salvarse, para salir hablando y no aplacado por este acallador terrible, por la impotencia que enmudece al derrotado desiluso.

Saber un querer que nunca podrá:

dicen que quiso querer,

pero no pudo poder,

Lo cantaba Zitarrosa y aquí lo tuvimos que dar por cierto.

Derrota es perder la forma, quedar roto, desarmarse. Más que caer, decir: caí. Desilusión es más que una desesperanza. No sólo es no sentir la expansión de aquella, es sentirla faltante, el hueco de una espera que, dice la voz grave final, ya/no.

Después de ese calor del entusiasmo, en los hielos del des-anhelo, no se quiere hablarlo, ni oírlo. Y en los pantanos de la derrota, no hay quien pueda.

Por eso el habla de Javier Agüero es necesaria. Pues hace resonar la tragedia. Una suerte de condena que se habría mostrado una vez más.

V.

Para sacar el habla cuando el habla acaso quiera entrarse y hacerla andar por sus mundos buscando imágenes, razones, conexiones, que sirvan a la tarea esencial del cronista, del que lleva por la tribu el sentido de los tiempos. Tejedor de sentido, cuando la derrota se come hasta la escucha, y la desilusión la apaga si se enciende.

Manuel Canales
Manuel Canales
Doctor en Sociología.

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