Hacer las preguntas necesarias, no conformarse con las respuestas, cuestionar los datos oficiales y a quienes están en posiciones de privilegio, es la gracia de José Antonio Neme y es lo que se esperaría que haga cualquier periodista decente.
La televisión chilena se ha caracterizado por una precaria cobertura de las violaciones a los derechos humanos ocurridos durante los gobiernos post-dictatoriales (1990 en adelante).
Este hecho abarca desde la invisibilización de las muertes de mapuche en el sur de Chile a manos de agentes del Estado, hasta la desidia por las brutales mutilaciones a manifestantes provocadas por Carabineros en el marco del estallido social.
En este sentido, el actuar de los medios de comunicación hegemónicos ha sido -y sigue siendo- vergonzoso, dejando en evidencia la total cooptación por las redes de poder, con un empleo ridículo de información sesgada y la utilización de una agenda de omisión que intenta obviar las horribles violaciones a los derechos humanos y los escandalosos conflictos de interés por parte del Presidente Sebastián Piñera.
En este escenario, han habido periodistas y medios de comunicación independientes -como Alejandra Matus, Yasna Lewin, Nicolás Sepúlveda, medios como Ciper Chile, Piensa Prensa, La voz de los que sobran, entre varios otros-, que han cumplido un rol excepcional en develar las estructuras que impiden la construcción de una sociedad verdaderamente democrática, con salud y educación digna, con libertad de amar a quien se quiera, con pensiones justas, con niñxs del Sename que sean respetado y cuidados por el Estado.
En la práctica, sabemos que nada de esto sucede. Vivimos en un Chile esclavizante, donde no hay pobres, sino millones de personas empobrecidas y desprotegidas por el sistema político-económico imperante.
Así, el rol del periodismo es fundamental para tratar de desmantelar la desigual organización de relaciones existentes. Es en este punto donde la figura de José Antonio Neme se hace relevante, como un periodista que cumple la labor de interrogar e interpelar a quienes ejercen el poder en Chile.
Hacer las preguntas necesarias, no conformarse con las respuestas, cuestionar los datos oficiales y a quienes están en posiciones de privilegio, es la gracia de José Antonio Neme y es lo que se esperaría que haga cualquier periodista decente. Sin embargo, el Chile previo a la revuelta nos tenía acostumbrado a un periodismo inservible, con noticieros de una extensión absurda y con contenidos informativos absolutamente irrelevantes.
Esa precariedad en el abordaje periodístico fue el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de programas y medios de comunicación incompetentes, distanciados de la realidad social que afecta a las personas.
Por lo mismo, la capacidad de confrontar discursos hegemónicos como son la actual política de salud pública o la escuálida protección social brindada a las personas durante la pandemia, es una necesidad que el periodismo de hoy tiene el deber de ejercer. Situarse y examinar el papel del periodismo en el marco político local es una responsabilidad que al menos José Antonio Neme no evade, por el contrario, asume cabalmente.