Esta cinta dirigida por Gaspar Antillo, es la primera original de la plataforma de streaming de producción nacional. Galardonada en el Festival de Cine de Tribeca con el premio a Mejor Director en Nuevas Narrativas, es una gran oferta, con un protagonista capaz de sostener con su actuación un personaje muy interno, tan importante como el paisaje majestuoso en los alrededores del lago Llanquihue.
“Es la mejor película chilena que he visto”, sentencia mi hijo de 20 años cuando termina “Nadie Sabe que Estoy Aquí”, la primera película chilena de Netflix, que se estrenó el pasado 24 de junio en la plataforma de streaming y que nos juntamos a ver en familia.
Primero, porque es un hito en la historia cinematográfica de nuestro país y segundo, en mi caso, porque me producía muchísima curiosidad la figura de Jorge García, el actor de raíces cubano/chilenas, pero nacido en Estados Unidos, a quien conocemos por su participación en series norteamericanas como Lost y Hawai 5-0. Y qué bueno que lo fui a ver.
La actuación de Jorge es magistral y es tan importante, como el paisaje que lo rodea. Esa majestuosidad del sur de nuestro país, con el lago Llanquihue de fondo, contrasta de manera precisa con la timidez y la contención emocional del protagonista y es, a su vez, reflejo de su rico mundo interior.
En resumen, García es Memo, un joven que vive en una lejana granja donde ayuda a su tío con la curtiembre de pieles de oveja, oculta un talento para cantar y un enorme secreto del pasado, que le provocó una manía, que arrastra veinte años después.
Hacia el final hay una explosión de sucesos que vale la pena todos los silencios y las pocas, pero precisas, palabras anteriores.
Un gran debut del chileno Gaspar Antillo, un gran debut de la cinematografía chilena en Netflix, un gran debut de Jorge García en el rol principal. Una película que en 90 minutos corre ágil, profunda y rápida como la cascada en la que Memo prefería, hasta este momento, encerrarse. Una especie de aislamiento social elegido, no obligado.
Como dijo el periodista Nicolás Iriarte en La Gaceta (Argentina), “cine bello y sutil, convertido en poesía”.
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