Sra. Directora: “La frase no es un exabrupto, sino el fantasma del ordenamiento oligárquico de la república”

¿Cómo fue eso posible sino a través de la violación como dispositivo excepcionalista que descansa bajo las sombras de la república? ¿qué expresa eso sino el hecho de que el feminismo está lejos de ser una apuesta coyuntural para advenir como una palabra que impugna a la “república masculina” en su nivel estructural? Bajo esta perspectiva, lo de Rivas no es un exabrupto al margen, sino el fantasma desde el cual pende el ordenamiento oligárquico de la república chilena.
Foto: Agencia Uno

Las palabras de Gaspar Rivas -un tipo que siempre da material- pueden ser indignantes. Pero más allá de la inmediata indignación –absolutamente necesaria por lo demás- hay que advertir que esas palabras provienen de las cartas de Diego Portales en las que, efectivamente feminiza la constitución para imponer su concepción excepcionalista del poder bajo la cual se consolidó la usurpación oligárquica desde 1830. En su carta a Garfias, Portales escribe:  “De mí, sé decirle que con la ley o sin ella —escribe Portales a su amigo Garfias—,  esa señora que llaman la Constitución, hay que violarla cuando las circunstancias son extremas. ¡Y qué importa que lo sea, cuando en un año la parvulita lo ha sido tantas por su perfecta inutilidad!».

Es justo por esta afirmación que resulta clave la intervención de Rivas en la medida que, a través de ella habla Portales, precisamente como retorno de un fantasma que, no deja de asediar en cuanto se inscribe a la violación de la mujer como escena primaria de la república.

Esto es verdaderamente lo indignante: que Portales se haya erigido en el “genio” de la historiografía conservadora y que aún conserve una estatua en la Plaza de la Constitución junto al resto de los presidentes de la república. ¿Por qué Portales, el ministro, descansa en su estatua junto a los presidentes?

Esta es la pregunta que hay que formular. Pregunta por el modo en que un simple ministro terminó siendo glorificado como soberano: ¿cómo fue eso posible sino a través de la violación como dispositivo excepcionalista que descansa bajo las sombras de la república? ¿qué expresa eso sino el hecho de que el feminismo está lejos de ser una apuesta coyuntural para advenir como una palabra que impugna a la “república masculina” en su nivel estructural? Bajo esta perspectiva, lo de Rivas no es un exabrupto al margen, sino el fantasma desde el cual pende el ordenamiento oligárquico de la república chilena. Desde este punto de vista, destruir ese fantasma ha de ser la tarea histórica y política de cualquier movimiento, organización o coalición política que lleve por nombre ser de “izquierda”.

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