Si bien los cuatro abogados, previamente a la Convención eran conocidos en el mundo académico por ser críticos de la tradición constitucional chilena, mostrarse como parte de la renovación generacional en el campo del derecho público y tener una vinculación incipiente al mundo político con ejercicios activistas como la participación en “Marca AC” o el “Proyecto Puentes”, entre otros, su aparición estelar en la esfera pública, con alcances nacionales, se comienza a configurar desde Mayo de 2021, dos meses antes del inicio formal de la Convención, fecha coincidente con un reportaje de La Tercera en el cual los cuatro, eran catalogados como los “superexpertos de la Convención”. De allí en más el grupo acumuló mucho reconocimiento y los medios los situaron como líderes naturales del proceso que venía.
Ranato Garín, en su libro “El Fracaso. Cómo se incendió la Convención” y en diversas entrevistas que ha dado con posterioridad al triunfo del rechazo, ha destinado gran parte de sus dardos al grupo.
En Megavisión, por ejemplo, en una entrevista realizada en diciembre de 2022, Garín se refiere al “grupo ABVA” indicando que “son ellos quienes lideraron el proceso por ocho o diez meses, hasta que caen en cuenta que el asunto está completamente desbordado”. Para atribuirles la responsabilidad en el fracaso, éste echa mano en el gobierno de las comisiones, que dos de cuatro del grupo obtuvieron, Álvez y Viera, la vicepresidencia de Bassa y la supuesta ascendencia intelectual que tenía Atria en la Convención, algo así como un Jaime Guzmán en las sombras.
En su libro indica que este grupo de “profetas, sabios de la tribu, y chamanes”, como los ha denominado,serían protagonistas de la creación de un mundo idílico, prehistórico, escatológico, fantasioso, en el cual reviven las teologías liberacionistas (…) (pág. 17)El éxito interno del grupo al parecer de Garín, sería notorio, pues “No sólo se hicieron de importantes espacios, sino que además consolidaron su influencia en los jardines, participando en la redacción de centenares de propuestas para cada tema. Dentro de sus tácticas podemos señalar su capacidad para apuntar a un enemigo interno de la institución, su vocación intelectual por la dicotomía y la utilización de las comisiones constituyentes como espacios adversariales” (pág. 133)
En las líneas que siguen, me permito polemizar con el autor sobre estos razonamientos.
Para comenzar, hay que indicar que la operación de responsabilización es una tesis que no es propia de Garín. Varios años ya, que diversos pensadores, rigurosos o “panfleteros” y, sobre todo, operadores políticos de derecha han intentado situar de forma preferente, a uno del grupo, Atria, como el responsable de quebrar, intelectualmente, la paz y armonía del oasis chileno. Inclusive con libros dedicados, Axel Kaiser, Daniel Mansuy, Pablo Ortuzar y con muchísima fuerza Hugo Herrera, han identificado en Atria a un apologista de la violencia, al autor intelectual de la revuelta (por una frase del 2013 en donde Atria indicaba que el cambio constitucional “será por las buenas o por las malas”) como teórico principal de la refundación del Estado y promotor incansable de una Nueva Constitución. Extender la caracterización a los colegas, con perfiles académicos similares y con trayectorias políticas compartidas, todos del Frente Amplio, no les resulta difícil discursivamente.
Durante la coyuntura constituyente la maniobra de asedio comenzó tempranamente: Si la revuelta y más tarde la Convención Constitucional es la respuesta popular a los 30 años, los 30 años debían responder y perseguir a quienes se han singularizado como sus críticos intelectuales más significativos en el campo jurídico.
Ya el 13 de Julio de 2021, apenas una semana después de iniciada la Convención Constitucional El Mercurio publicaba una opinión de Pablo Ortuzar donde este afirmaba: “Atria es el gran artífice intelectual de la destrucción del legado político de la concertación y su regresión izquierdista (…) Su razón y su actuar son hábilmente oportunistas y litigiosos lo que le ha permitido deslumbrar y engatusar a generaciones de estudiantes y pares (…) la dirección de su esfuerzo, a través de todas sus contradicciones y egolatrías mantiene un rumbo fijo y coherente: una política teologizada que proclama un alucinado colectivismo sobernanista y antiliberal. De poco sirve seguir repitiendo que tenemos al frente una simple oveja pretenciosa, cuando se ha mostrado los colmillos”.
No es difícil recordar que este tono se mantuvo durante todo el proceso y se enmarca en la propuesta de acción revelada por el diputado, Diego Schalper, quien decía públicamente: “hay que quitarle fuerza moral a la Convención”. Editoriales, columnas y asedio por redes sociales mediante, “shitstorm” o “linchamientos digitales” fue una constante que intento menoscabar al grupo, sobre todo a Bassa y Atria. Aunque no solo a estos, la guerrilla digital tomó de punto fijo a Grandón, Linconao, Stingo, el cual inclusive fue agredido en actividades públicas.
Como sea, Garín, toma algunos elementos de esta caracterización de Ortuzar, pasa lista y considera que es posible extenderla: “Colectivistas, soberanistas, antiliberales” A su parecer el contenido del texto redactado tiene aquellos rasgos, a su parecer también, el grupo ABVA promociona aquellas ideas.
No obstante, lo anterior, la tesis de Garín en relación a la dirección intelectual del grupo de académicos no es fácil de comprobar, pues en el libro no es más que una consigna. Pasemos revista.
I-Como ya indicamos, el autor, para afirmar su razonamiento expresa que el grupo se apoltronó en espacios de poder en la Convención. En particular la dirección de dos comisiones permanentes y el gobierno de la Mesa mediante la vicepresidencia. Empero, hay que recordar dos cuestiones: En primer lugar, las Comisiones permanentes, la Mesa “chica y ampliada” e inclusive en algunos casos, los enlaces transversales, fueron cargos rotativos.
Un significativo ejemplo de aquello fue el cambio de Loncón (escaños reservados) y Bassa (Frente Amplio), por Quinteros (Movimientos Sociales Constituyentes) y Domínguez (Independientes No Neutrales) todos de distinto signo, lo mismo ocurre en la mesa ampliada. En segundo lugar, los acuerdos de dirección son expresión preferentemente de correlaciones de fuerzas al interior de los 2/3, por tanto, difícilmente se podría indicar que estos no se distribuyeron de forma pareja y que, a su vez, favorecieron solamente a un colectivo o a un grupo. Si bien el Frente Amplio fue uno de los colectivos más grandes en la Convención constitucional este estuvo muy lejano al tercio de poder; que permitiría el control parcial mediante el bloqueo, y para qué decir de los 2/3.
II-Si uno esbozara el programa político del Frente Amplio y lo relacionara con el trabajo académico del grupo ABVA (omitiendo que entre ellos existen diferencias significativas expresadas, incluso en trabajos académicos), en términos estructurales encontraría tres elementos claves que los afianza: a) El Estado social y democrático de derecho. b) La búsqueda de eficacia en el sistema político: Abandonar el presidencialismo, instaurar un régimen parlamentario, unicameral. c) Control débil de constitucionalidad. Sincerando la conversación, es posible observar que de estos tres elementos sólo uno queda plasmado en el texto: El Estado social. Las otras dos propuestas no tuvieron ningún impacto en la deliberación constituyente, salvo el ser rechazadas por mayorías sustantivas. Para ejemplificarlo de mejor manera ensañaré un caso: Cuando Garín habla del remplazo del Tribunal Constitucional por una Corte Constitucional manifiesta que Viera es el arquitecto detrás de la idea “refundacional”, cuando en realidad, el abogado curicano es justamente quien presenta la moción de eliminación del Tribunal Constitucional y ante el fracaso de esta, más tarde presenta la idea de un Consejo Constitucional, el que tampoco logra superar la barrera de la Comisión.
III-Garín no distingue entre el trabajo de creación de una norma y el trabajo de consenso en torno a ella. Si fuera cierto que el grupo ABVA redactó una multiplicidad de normas en los más diversos temas, no hay ninguna evidencia de que esas normas hayan sido las finalmente aprobadas. El autor en este punto no le dedica una sola palabra a los coordinadores o negociadores políticos de cada colectivo, que en realidad son quienes permitieron que los acuerdos políticos se transformaran en una norma constitucional, aprobada por 2/3. Esa situación de negociación fue un parto, repetido 388 veces y Garín ni siquiera lo menciona.
IV-Aquel quórum contra mayoritario, acordado en el “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”, impidió que el proceso constituyente y el producto que nace de allí lleve la firma de un grupo en particular. El consenso amplio en un espacio de diversidad inaudita no admitía sino un proceso colectivo. “La Constitución del grupo ABVA” “La Constitución indigenista” “La Constitución de los comunistas” no son más que eslóganes publicitarios, que venden muchísimo, pero que están muy alejadas de la realidad.
V- También es un eslogan, la aseveración que indica que dentro de las tácticas del grupo estaba la capacidad “para apuntar a un enemigo interno de la institución” o la vocación intelectual de estos, por las dicotomías y la “utilización de las comisiones como espacios adversariales” Garín en ningún minuto explica que significado tiene esta caracterización, pese a que la primera vez que la realizó fue el 15 de Julio de 2022, en una columna publicada en El Mostrador, denominada “La Bancada Schmittiana”, cuatro meses antes de la publicación de su libro. El autor no comenta donde él la observó o qué prácticas del grupo son tributarias de este “manual del quehacer político antagónico” A tal efecto, antes que una tesis intelectual en curso parece una cruzada, anticlerical, del joven masón melipillano, contra quienes identifica como los nuevos teólogos políticos.
VI- La tesis en el libro es débil, Garín lo sabe, por tanto, la “complementa” con descripciones y “datos sabrosos” de los convencionales del grupo. Vertidas en las 191 páginas del libro o en opiniones y entrevistas registrados en prensa, ha dicho: Álvez, “mujer de mundo, voz reconocida en la sociedad penquista, esposa de un exitoso empresario maderero, cercana a los legionarios de cristo” Viera y Atria, “católicos militantes, Schmitianos, comprometidos con la teología de la liberación. El primero, “con pasado de semininarista”, el segundo “sobrino de Jaime Guzmán” Bassa… sobre Bassa, Garín escribe y dice en medios, muchísimo. Durante el transcurso del libro o en entrevistas, los calificativos negativos hacia el abogado radicado en el puerto aparecen de la nada. Lo ha sintetizado de la siguiente manera: “Jaime no estaba en condiciones profesionales, ni de experiencia ni de política para ser el conductor administrativo de la Convención” (En Megavisión).
Al enterarnos, por medio de varios convencionales de la Lista del Apruebo, que el sueño frustrado de Garín era dirigir la Mesa de la Convención,el calibre y la insolencia de las afirmaciones puede comprenderse. Por supuesto que en el libro no se encuentra ninguna referencia al trabajo encomiable de Bassa junto a Loncón y sus equipos, en la instalación. Le guste o no a Garín, tarde o temprano se considerará como legado de la dupla paritaria, poner en funcionamiento, pese a toda la adversidad, a sesionar al primer órgano constituyente de la historia de Chile.
Ahora bien, más importante que todo lo anterior y de donde se fragua la propuesta de Garín, es en la manera en que éste entiende el derecho, la democracia y su papel en ella.
El joven abogado quiere estampar su firma en la historia, quiere liderar individualmente, sin colectivo, el órgano constituyente. Quiere seguir perpetuando el ciclo de los prohombres: “Soñaba con este desafío, con quedar en los libros, todo para no ser un político vulgar”. (Pág. 23) Egaña – Portales – Alessandri – Pinochet – Guzmán – ¿Garín? Por eso insiste en que él, es quién salvó a la Comisión de Sistema Político “de sus locuras”, por eso repite que él, articuló a la Machi Francisca Linconao y a Ossandon en una de las diez iniciativas que ingresaron a la Convención sobre Banco Central.
Visto de esta formas las cosas, se logra comprender, por qué, para Garín el grupo ABVA es el ideólogo y director intelectual del rumbo de la Convención. El abogado, no puede ver que el resultado, como también la ruta que transitó el órgano, fue producto de una conversación entre iguales. Diversos, inéditamente diversos, pero iguales. Álvez se lo indica a Garín en un intercambio que estos dos tienen en el hemiciclo: “No sé qué perspectiva tendrá del ejercicio del poder (…) Yo aspiro a que esto sea una conversación entre iguales” (Pág. 140) Este pareciera quedar extrañado…la convivencia política entre académicos de renombre y autoridades religiosas ancestrales, entre activistas de las periferias y exitosos empresarios, entre hombres y mujeres, aymaras y mapuche, entre nortinos y patagones, entre jóvenes y ancianos le resulta propio de una escena de “realismo psicomágico”. En este punto, no se distingue Garín de las lecturas elitarias: La deliberación social, multicolor, intergeneracional, pluriclasista y plurinacional parece un ensueño protagonizado por alienígenas.
En este orden de ideas es posible constatar la inmerecida popularidad de la tesis vertida, lo antojadiza que resulta y lo funcional que esta es a una operación de desprestigio contra cuadros de alto nivel en el mundo de la izquierda. Sin embargo, esta maniobra ha dado resultado por una cuestión fundamental: Un silencio aterrador, casi unánime, entre quienes supuestamente, defendemos el proceso.
Felicitaciones al autor de esta columna necesaria, esclarecedora, aportadora. Hay que consignar la historia de los por qué de los hechos ominosos que obligan a vivir a la mayoría, y a quienes contribuyen a ello.