Los hermanos Piñera Morel y la falacia del mérito neoliberal

Los hijos hombres de Piñera, representan la lógica neoliberal chilena. Como vemos, en ellos no se aplica absolutamente nada de lo que las ideas del padre dicen representar; la idea del emprendedor, del hombre que se hace a sí mismo, gracias a justo aprovechamiento de una sociedad libre en lo político y en lo económico, no existe. Son personas que administran la plata del padre y viven de la posición económica y social que trae consigo el apellido que llevan. Todo les es más fácil.


                  

Un nuevo escándalo involucra a la familia Piñera Morel. En esta oportunidad, tiene que ver con el pago de una deuda de Latam a una empresa de los hijos del presidente, semanas antes de acogerse a la Ley de Quiebras en Estados Unidos y la rebaja de sueldos de los trabajadores de la aerolínea.

Esta información fue dada a conocer por uno de los accionistas minoritarios de la empresa, el empresario Jorge Said Yarur, y ha puesto nuevamente sobre la mesa a la familia presidencial, ad portas de que Sebastián Piñera deje el gobierno.

Tal vez en este espacio podría hacer un análisis financiero o una lista de los negocios en los que los Piñera han estado involucrados durante el mandato de su padre; sin embargo, parece más interesante ver lo que representan estos hermanos, pero principalmente los hijos hombres de tal vez el representante más puro de la lógica neoliberal chilena. Como vemos, en ellos no se aplica absolutamente nada de lo que las ideas del padre dicen representar; la idea del emprendedor, del hombre que se hace a sí mismo, gracias a justo aprovechamiento de una sociedad libre en lo político y en lo económico, no existe. Son personas que administran la plata del padre y viven de la posición económica y social que trae consigo el apellido que llevan. Todo les es más fácil.

Para ejemplificar lo que digo, quiero detenerme en esa ya clásica imagen de los hermanos Sebastián y Cristobal Piñera Morel, sentados en una mesa de negocios con grandes autoridades políticas y empresariales chinas, hace ya un par de años. No había lógica tras esa fotografía. No se entendía por qué ellos estaban sentados junto al presidente, su padre, en labores de Estado. Luego se explicó, como si fuera una excusa atendible, que estaban ahí para extender lazos debido a que ellos manejaban una empresa con interés en ciertos temas ahí discutidos.

Me interesa hablar de la forma en que estos personajes se relacionan con el poder, porque tienen una edad parecida a la generación que llegará a La Moneda en marzo próximo. Quienes harán el intercambio generacional más relevante de las últimas décadas en Chile, también son parte de una élite; también, muchos de ellos, pertenecen a hogares con privilegios, con acceso a cosas que no todos los chilenos han tenido, pero tienen otra mirada. Otra concepción del trabajo, de lo público y de la política. Es cierto, a veces rayan en la beatería, en la excesiva responsabilidad con las palabras, con las formas, no dejando ni un solo margen para poder tomarse licencias de ningún tipo. No obstante, esa manera de percibirse, trae implícito un sentido de responsabilidad que los hijos de Piñera no tienen.

En el mundo del mercado, la priorización de lo público es mirada con desdén; muchas veces es ninguneada debido a un prejuicio que identifica en los servidores públicos cierta comodidad o incluso flojera sustentada por el Estado. El trabajo, para los amantes de las llamadas ”sociedades de oportunidades” , está en otro lado, en lo privado, el emprendimiento y de la desregulación de éste.

Me pregunto qué habrán pensado los Piñera Morel de los Boric, los Jackson, las Vallejos o las Siches. Tal vez, en algún momento, los miraron como gente menor, como unos políticos más que no colaboran con lo que creen es el motor real de la sociedad: la economía. A lo mejor rieron socarronamente con sus discursos, con sus horizontes políticos, encontrándolos cándidos, amorosos, pero poco reales. Ellos quizás creen respirar la realidad, esa que en la teoría abraza los méritos; pero en la acción escapa de ellos. Creen formar parte de lo que determina verdaderamente las certezas de un país: los negocios familiares.

Todos estos son supuestos, claro. Pero lo que sí es evidente, es que esa visión ha rondado por años, debido al desmantelamiento de lo común. Por lo que quienes gobernarán son casi un milagro posmoderno. En medio de todo lo que marca sus vicios generacionales, las personas encargadas de dirigir los rumbos de de la nación, demuestran que aún existe una responsabilidad, una esperanza en donde lo público puede detener los antojos de lo privado, que es todo lo que representan los herederos del jefe de Estado saliente.

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