El historiador Sergio Grez en el artículo “La ausencia de un poder constituyente en la historia de Chile”, publicado en agosto del 2015, aporta importantes datos que demuestran que ninguna de las constituciones más importantes de Chile fue elaborada democráticamente. Ellas fueron las de 1833, de 1925 y de 1980.
El valor de la Constitución del 2022 es que fue escrita por convencionales electos. Además, pretende ser una Constitución feminista, ecológica, con presencia de los pueblos indígenas.
Entre las nuevas instituciones que esta carta magna crea está la Cámara de las Regiones, la cual reemplazará al Senado. Esta ayudará a la descentralización de Chile, elaborando nuevas leyes en esos territorios.
Los convencionales electos trabajaron largo tiempo, discutiendo cada una de las materias involucradas. Sin embargo, también hay que decir que la composición democrática del ente elaborador no asegura el contenido democrático de las disposiciones constitucionales. Pero evidentemente permite avanzar en esa dirección.
Mientras, una Constitución elaborada de otra manera cierra caminos, como ocurre con la actual, pese a los esfuerzos por reformarla en 1989 y 2005.
Lo dicho no significa que el actual borrador de Constitución sea perfecto. Hay que mejorarla. Pero reprobarla significaría volver atrás. Por ello no hay que cerrar los ojos, como proponen los autodenominados “amarillos” y sus cómplices, sino abrirlos mirando el futuro.
El gran valor de esta Constitución, ahora en materia de contenidos, es que por su carácter plurinacional, ecológico, feminista y regional, genera mejores condiciones que la que actualmente existe para caminar hacia una democracia más participativa.
Una en que los ciudadanos tengan más derechos que la pura participación en elecciones. Es de esperar que esta Constitución sea aprobada y que luego de ella se avance en esa última dirección.
Si esto sucede, se tiene una gran oportunidad histórica, la de superar uno de los últimos vestigios de la dictadura. Pues la actual Constitución, pese a los cambios, todavía tiene esa huella. Fue despojada de lo peor, como lo fueron los enclaves autoritarios, pero aún hay aspectos que mejorar. La del 2022 lo hace.
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