“The Father” es un poderoso relato sobre cómo un hombre de la tercera edad comienza a perder la noción de la realidad, dejando claro la relevancia que tiene para las sociedades ver estos temas retratados para que se generen adecuadas reflexiones y hacer visible públicos que, habitualmente, el cine deja de lado.
The Father se basa en la obra de teatro del mismo nombre y es su propio creador quien asumió la tarea de adaptarla para el cine. Y se ganó el Oscar por esa adaptación. Ya habíamos visto otras películas de Florian Zeller, pero recién en Florida (2015) mostró interés en hablar de las consecuencias que la edad puede tener en las personas.
En esta película, el director sube la apuesta y crea un guión que le permite a los actores tal movilidad que los simbolismos que crea la descargan de la pesadez que esta temática pudiera tener en pantalla. Recuerda, por momentos, a otras como Memento (2000) o El Club de la Pelea (1999) por la forma poco confiable en la que el protagonista percibe la realidad, y sin alejarse demasiado del drama, plasma de forma honesta la mezcla de emociones que se desencadenan en una persona que sufre de demencia.
La paranoia, ira, tristeza, soledad y sensación de aislamiento son mostradas por una dirección y guión con un enfoque desgarrador e, incluso surrealista para un tema tan complejo. Los primeros 15 minutos son una clase de cinematografía, contextualizando perfectamente al espectador con lo que va a presenciar y, luego, pasando a la construcción de la tensión con escenas contundentes.
Es muy notable como Zeller le da vida a la localización única, la que permite diálogos y movimientos que tienen mucho en común con películas como Carnage (2011) o The Sunset Limited (2011), que también son adaptadas de una obra teatral. Allí vamos siendo testigos, paso a paso, del deterioro de una mente desde el punto de vista del anciano. Allí está la ganancia del film, lo que la distingue de otras.
Los ojos de Anthony, de 83 años, nos muestran confusión, transmiten la sensación de pérdida no solamente de la memoria, sino que también de sus relaciones personales. Anthony Hopkins aprovecha un papel carnoso, con una gama de emociones a desplegar y cada una las desarrolla con un temple ganado en sus años de trayectoria. Egoísta, pero adorable y exasperante.
Y como segunda protagonista, Olivia Colman en el papel de Anne, muestra como su hija se ve afectada de forma directa por la condición de su padre, ampliando el drama. Las actuaciones son magistrales , el uso de los espacios para crear sensaciones es muy inteligente y los elementos secundarios también aportan al objetivo, pues un disco que al principio sonaba con grandilocuente música, conforme avanza la película se va haciendo lenta y calmada; o el plano espejo de la cocina, que vemos en repetidas ocasiones, pasa de ser amplio y luminoso a estar cada vez más oscuro.
Finalmente, la película hace que dudemos de qué es real y qué no, de quién tiene la razón en esta prueba de vida, haciéndonos experimentar la duda del protagonista.
Estrenada en Sundance, en Toronto, ganadora del premio del público a la mejor película en el Festival de San Sebastián y con dos merecidos Oscar –a Mejor Guión Adaptado y Mejor Actor–, nos parece que si hubiera tenido más semanas de visionado habría obtenido más premios. Sin embargo, es clarísimo que la película está muy bien pensada y lograda, y como muestra, es su gran escena final.
Dura, simbólica y realista, The Father es una cinta como hacía mucho tiempo no se veía, mostrando una temática difícil de manera hermosa y conmovedora.