Martin Scorsese y la famosa escritora Fran Lebowitz, se unieron para concebir una producción cargada al humor y al ingenio, pero con una mirada ácida a la hora de reflexionar sobre Nueva York, una ciudad amada por ambos, pero que hoy refleja algo alejado a lo que, en un momento, les sirvió de inspiración.
“En cuanto sabes leer, ya eres increíblemente rico. Tan rico que si leyeras todo el tiempo, no tendrías tiempo para pensar en el dinero. (Para mí) es una forma de ser inmensamente rica, por eso nunca me importó el dinero.”
Así sintetiza Fran Lebowitz su riqueza en Pretend It’s a City, la serie documental creada por su amigo Martin Scorsese para Netflix. Algo parecido ya había hecho el director con la autora de Metropolitan Life en Public Speaking (HBO, 2010), con un esquema similar de entrevistas y discursos de Lebowitz.
Los siete capítulos de Pretend It’s a City funcionan como una especie de despedida del siglo XX a lo que fue Nueva York, esa ciudad que, desde los ochentas, se convirtió en la capital de la modernidad. Y es una de sus figuras emblemáticas la que saca la foto a esa conversión a través de ironía pura.
Lebowitz llegó a Nueva York en los setenta, justamente cuando comenzaba la ofensiva del capital económico contra lo que quedaba de reinado de la cultura. Y es por eso que, a pesar del humor que expele Lebowitz, Pretend It’s a City termina siendo una de las piezas más nostálgicas de Scorsese, porque es muy ilustrativa de lo que el siglo XX significó para los que lo vivieron de lleno. De ahí a que uno de sus puntos más altos sea la crítica a la pérdida del sentido que hizo de las ciudades lo que fueron: lugares hechos más por personas que por edificios; personas que según Lebowitz, hoy ya no saben caminar la ciudad.

Scorsese dirige todos los capítulos, además de estar delante de la cámara en ellos. Y ambos forman una dupla curiosa, porque si bien son espontáneos y las conversaciones resultan divertidas, la serie podría haberse convertido en un tedio, porque el formato no da para episodios de 45 minutos, ni tampoco para una película de dos horas. Por eso, el premiado director acierta en elegir recipientes temáticos y separarlos completamente, para que su amiga desarrolle su mordacidad dentro de un límite establecido.
Cada capítulo trata fundamentalmente un tema, pero cada vez que la escritora quería irse “por las ramas”, el director estaba en cámara, con ella, decidiendo si la traía de vuelta a lo principal, o bien, le daba libertad para sus discursos.
Para no convertir la experiencia en una conversación de dos, Scorsese le dio dinamismo a las escenas cambiando el escenario y llamando a Alec Baldwin, a Spike Lee y otros, para refrescar la conversación, lo cual se logra bien gracias al trabajo de David Tedeschi y Damián Rodríguez. Otro punto alto son las piezas de archivo, las que fortalecen ese concepto evocador del documental hacia una ciudad que ya se fue.

Fran Lebowitz tiene una forma de pensar que, aunque moderna para su generación, refleja algunas nociones propias de su tiempo. Comprender que no sepa usar un celular o que no le guste la gente, nos sirve como hilo conductor de su pensamiento; del pensamiento de alguien que vivió otra época y trata de rescatar lo que queda de entre los rascacielos. Y para que sea divertido, a la vez que nostálgico, es Scorsese quien hace las preguntas correctas.
Pretend It’s a City le va a caer bien a todos los que quieran pasar un buen rato gracias a sus episodios cortos, pero no es un producto para devorar. Mejor aún, porque si es de calidad, la receta es digerirlo lentamente.