Las librerías boutique gozan de buena salud en Chile, porque su oferta es distinta a la de las grandes cadenas. Mientras estas últimas apuntan a los lectores de novedades, las independientes a los que buscan títulos más precisos y recomendaciones expertas.
Meg Ryan y Tom Hanks fueron los protagonistas de “Tienes un e-mail”, una exitosa comedia de los años 90 que aún saca suspiros entre los cinéfilos más románticos. Esa cinta cuenta la historia de Kathleen Kelly una dulce e idealista joven neoyorquina que trataba de hacer sobrevivir la librería infantil que heredó de su madre.
El negocio de Kathleen era encantador, muy acogedor, con dependientes que habían trabajado con ella por décadas y ofrecía actividades para los pequeños clientes. A pesar del esfuerzo y cariño que le invertía, la atractiva librera tuvo que cerrar su negocio porque no pudo hacerle frente a su feroz competencia, un local de una cadena de librerías inmensa e impersonal que se instaló en la vereda del frente.
Esa famosa película no vaticinó para nada el destino de las librerías independientes y la supuesta competencia con las grandes cadenas. A pesar de que han tenido dificultades como todos los negocios debido a la pandemia, aun gozan de buena salud y un público fiel que las prefiere.
Las dos modalidades de venta de libros tienen su oferta y no necesariamente un público distinto. A las cadenas van lectores que buscan libros como novelas de moda, libros temáticos, autoayuda o también lo que se dejan tentar por un best seller. En cambio, acuden a las librerías pequeñas y especializadas si buscan algo más preciso como filosofía, ciencias sociales, ciencias políticas o literatura determinada.
El dueño de Metales pesados, librería ubicada en José Miguel de la Barra 460, muy cercana al Museo Nacional de Bellas Artes, explica que tanto en Chile, como en Estados Unidos, México y en varios países de Europa, conviven bien cadenas y librerías boutiques, donde los libros son más seleccionados y hay una cierta curatoría. “Gran parte de ellas son atendidas por los propios dueños, que vienen del mundo del libro y tienen una relación especial con él. Aparte de ello, muchas veces estos pequeños negocios se usan de sede de talleres literarios, conferencias, entre otras actividades”, señala el librero, que manifiesta que en al momento de las recomendaciones en las cadenas siempre van a sugerir el superventas, “mientras que en una pequeña librería, entregarán un consejo más preciso y personalizado”. Otra diferencia es que estas iniciativas más reducidas, suelen trabajar con más editoriales independientes “y están más atentas y abiertas a cómo va evolucionando la literatura y el pensamiento crítico en América Latina y el mundo. Ellas, a diferencia de las cadenas, tienen una opinión”.
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La escritora y docente María José Navia explica en pocas palabras porqué las librerías que no pertenecen a cadenas son de su preferencia. “Tienen mucho mejor selección, la atención suele ser mejor también y muchas veces pueden conseguirte libros que no están en el momento. Una se siente como en casa. Mis favoritas son Lolita y Catalonia”, explica la autora de títulos como “Kintsugi”, “Instrucciones para ser feliz” y “Lugar”.
Lolita es una librería pequeña ubicada en Providencia (República de Cuba 1724), rodeada de cafés y tiendas de barrio. Su dueño es el periodista y escritor Francisco Mouat (“El empampado Riquelme”, “Chilenos de raza”) y cuenta no sólo con un catálogo sólido sino también con un ambiente grato donde no hay apuros por parte de los dependiente y hasta un rincón donde puede hojear los títulos tranquilamente. Ahora, en época de pandemia, tienen una atención especial ya que no se puede entrar al local. Atienden en una mesa en el dintel de la puerta y desde allí venden y también entregan los títulos que se adquirieron on line.
La librería, que tiene el slogan “No podemos vivir sin libros”, cuenta además con una página web, donde su propietario hace recomendaciones y reseñas de libros que, según él, valen la pena leer. Aunque no la actualizado hace meses, sigue siendo una suerte de guía para los lectores que no se conforman con novelas de moda ni se rigen por los cuestionados rankings de libros más vendidos.
Laura Infante, propietaria de Catalonia piensa que en general esta clase de librerías son de personas que aman el oficio y no lo hacen para hacerse millonarios. “Cuando haces las cosas por pasión y a pulso, les das otra mística, muy distinta cuando te mueve sólo el dinero”, dice la joven librera. También agrega que las pequeñas librerías tienen la característica de tener mucho cuidado en la atención dado “que sabemos la importancia que tienen las librerías en la cadena del libro y vemos cómo los lectores curiosos vuelven a buscar más recomendaciones. En las cadenas pasa mucho que hay más pasa libros que libreros y no se genera una conversación con los visitantes”, asegura.
Para Laura Infante, ser auténtico es muy importante, “mostrar tu discurso y formar una comunidad que también le interesen temas que a la librería le muevan”. Por ello, agrega, los talleres y club de lectura “son una forma entretenida de encontrarnos, hacer comunidad y refugio. Son instancia en que nos encontramos con otras personas que también aman leer y quieren un lugar para escapar de lo denso que es el mundo en que vivimos”, manifiesta. Destaca que las personas que trabajan en la librería también son fundamentales y que más que conocimiento literario es imprescindible “que les guste lo que hacen y que sepan conectar con las personas que nos visitan”.
Mejor que un algoritmo
El periodista y escritor Oscar Contardo opina que las librerías pequeñas logran un vínculo más personal y directo con el cliente. “Como lo que se comercia son libros, es decir un intercambio simbólico, los libreros van asimilando los gustos y los intereses de sus clientes, y por lo tanto, les ofrecen orientación o les informan de las novedades. Es mejor que un algoritmo, porque todo se da a través de las conversaciones de cortesía que luego pasan a charlas sobre autores, chismes literarios, comentarios de actualidad y cosas que traspasan lo meramente comercial”, dice el autor de “Siútico”, “Antes de que fuera octubre” y “Raro”, entre otros éxitos editoriales.
A quienes quieran optar por estos negocios de libros más pequeños y familiares, Contardo recomienda la Librería Palmaria, ubicada en Manuel Montt 58, al lado del teatro Nescafé, “principalmente porque no tiene los aspavientos esnob de otras librerías pequeñas ni aleccionan a los clientes con pedanterías innecesarias”, señala y también aconseja darse una vuelta por Takk, en Andrés de Fuenzalida 18, “donde voy a pelar” con su dueño el catalán Joan Usano.