jueves, octubre 3, 2024

Crítica Literaria| Una épica colonizada

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Benjamín Labatut. MANIAC. Barcelona: Anagrama, 2023, 236 páginas.

Cuando Obama recomendó este libro buena parte del ambiente literario nacional sintió que por fin se estaba haciendo justicia: el mundo se empezaba a dar cuenta que nuestra narrativa es “de nivel mundial”.

El costo para lograr este nivel de fama es alto, muy alto. Y MANIAC de Benjamín Labatut lo paga con creces, mediante una épica colonizada que no deja de idolatrar al primer mundo, su producción científica y, cómo no, al género masculino. Que el autor sea chileno o sudamericano es un dato irrelevante, nada en la novela delata el contexto de producción periférico, la limpieza ha sido total.

Labatut demuestra ser un escritor aculturado. Esto significa haber asimilado la violencia simbólica del colonizador, ejerciendo su arte literario como una pedagogía para acercarnos a la cultura hegemónica. Así, alegrarse por su resonancia mundial es tan inútil como celebrar que a una empresa chilena le vaya bien en la bolsa de New York.

El húngaro John von Neumann es el protagonista de este relato. Un genio provocador, estrambótico, pionero de la computación y uno de los partícipes del proyecto que permitió elaborar la primera bomba nuclear.

A partir de este personaje la novela despliega una serie de voces que tendrán por función demostrar cómo opera el mundo de la alta ciencia. Un territorio competitivo, donde prima la lucha de egos y el ofrecimiento de sus saberes al mejor postor. De ahí se podría desprender una suerte de crítica al avance científico orientado a servir a los poderes, pero la narración rehúye terminantemente cualquier lectura política de los hechos narrados.

Sin embargo, el gran tema de Labatut es la racionalidad y sus límites. Su prosa destila adoración por el pensamiento abstracto y los individuos que materializan este tipo de inteligencia. Hombres extravagantes, divos, corroídos por la fama, la obsesión y la locura. El cenáculo de las mentes brillantes excluye mujeres, quienes aparecen ligadas a los asuntos doméstico y prácticos. Impresiona la naturalización de la casi total ausencia de mujeres.

Pero no se queda ahí, porque a esta segregación de género el autor agrega una intención didáctica al describir con simpleza grandes líneas de pensamiento o descubrimientos científicos. Esta disposición a la enseñanza carece de honduras, prefigurando un lector/a básico, que no requiere profundizaciones en materias como la física o las matemáticas. El mayor sostén de este volumen, pareciera ser Google, ya que basta con un pequeño esfuerzo de navegación, para dar con los datos aportados. La sumatoria de datos biográficos, en todo caso, es ampliada por medio de la ficción que enfatiza la conjunción de mentes brillantes y personalidades extravagantes.

Recordemos que algo análogo ya lo hizo, por ejemplo, Jorge Baradit quien se dedicó a recopilar datos freak para construir un supuesto lado B de la historia nacional. Y bueno Baradit logró convertirse, pese a sus enormes debilidades como escritor, en un superventas de la entretención. Quizás Labatut y Baradit fueron a la misma escuela de emprendedores literarios.

El mayor desatino en términos de estructura, es el segmento final del libro. Un extenso capítulo, dedicado a exponer las reglas y sentido del milenario juego chino GO y el enfrentamiento entre uno de sus máximos jugadores y un programa computacional.  A partir de esto, se levanta una elegía a la inteligencia artificial, que aclara el espíritu que gobierna a este proyecto literario. La siguiente cita, da pistas sobre el modo de actuar de la IA: “no dependen de la creatividad ni de la imaginación, sino que eligen los mejores movimientos utilizando fuerza de cálculo pura y dura”.  Y así, como un criminal, deseoso de revelar su asesinato, la propia narración se confiesa: elegir los mejores movimientos utilizando la fuerza de cálculo pura y dura. 

MANIAC carece de delirio, sudor, locura y de un estilo escritural reconocible. Aun cuando se narren historias de tipos enloquecidos, la novela en sí no tiene exaltación, trastorno. Todo parece elaborado por una IA, que considera sin más, posiciones, roles, jerarquías, citas y voces narrativas dedicadas a exponer hechos de manera “pura y dura”. 

La falta de intimidad de cada personaje no logra traspasar la reseña biográfica, porque el autor elude la connotación, la ambigüedad y todo aquello que nos lleva a diferenciar una escritura literaria de una informativa o fabulesca. Los personajes de Labatut son meras piezas de un tablero. Figuras que siguen una ruta y logran probar una hipótesis bastante trillada sobre, como se ha dicho, la ciencia y su contribución al desarrollo de la humanidad o a su extinción. La divulgación científica o de cualquier área, mezclada con la ficción, puede dar grandes frutos. Siempre y cuando la puesta en escena problematice, precisamente, la función de la ciencia en la carrera por el control mundial. Para este autor, este amplio panorama, lleno de certezas, es ignorado. Como contraparte, nos entrega una narración a la que sobran páginas y faltan ideas.

Patricia Espinosa
Patricia Espinosa
Patricia Espinosa, académica y crítica literaria.

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