miércoles, noviembre 13, 2024

Un Brindis por Tiempos y Modos: Pasados-presentes    

Nelly Richard se aparta suspensivamente de un tiempo marcado por el traumatismo y por la paradojal interacción entre recordar y el aliciente de olvidar.

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Tiempos y Modos. Política, crítica y estética” (2024) recoge escritos sobre la emergencia de sucesos cuyo corolario se consumaron en la revuelta de octubre (2019). La precipitación de acontecimientos cruzados en su formación, y devenir, arman el corpus sobresaltado, en el que intervienen los pliegues deseantes que se ubican bajo el signo de la crítica cultural: signos, operaciones y tramas. Sedimentos que se combinan irregularmente en estos ensayos sobre alteraciones políticas afirmativas, disensos críticos y búsquedas estéticas.

Lejos del pesimismo, o de algún a priori, cabe agregar un par de apostillas sobre las heridas de nuestro cuerpo político en una temporalidad signada por la devastación de nuestras polis.  Tiempos y Modos recusa la temporalidad presentista y circunda los gravámenes pasados-presentes desafiando “el terror” que permanece entre los paréntesis del tiempo. No somos contemporáneos del tiempo que habitamos, pero tampoco somos contemporáneos del desastre.Tal vez nuestra experiencia moderna del futuro ha sido despedida por el tiempo, arrojada abruptamente hacia la intemperie de un tempo sin relato. Y qué hay de la revuelta –del ahora– en los surcos de una temporalidad deshistorizada.

Un régimen de escritura es el lugar de un constructivismo que intenta dibujar una figura de lo político que no cede a la desestructuración nihilista (más allá de las revueltas fetichizadas, o el anarcocapitalismo de Milei), sino que abre un “tercer espacio” -querría hacerlo- que combine estructuras flexibles según “Tiempos” y “Modos” estratégicos, para que no todo colapse en un abismo –paroxístico- sin marco, bordes, ni fondos. 

Un descalce escritural que ha sabido esperar, discernir y evaluar los desbandes del caso chileno y los soportes propagandísticos de la lira derogadora (2019). Contra la obsesiva escritura de las redes sociales, y sin abjurar de su “intimidad crítica”, Richard se permite relacionar suspensivamente con los tiempos políticos (Revuelta, Plebiscito, Convención Constituyente y Rechazo) desde lo plural-discordante. En medio de una “necesidad de distancia” (reflexiva distancia) avanza en “relaciones de visitación” –vacilación y cambios timbricos- que forcejean con la “primavera destituyente”, relevando sus aspectos intersticiales, como así mismo, sus momentos paroxísticos –goces ebrios- y sublimaciones, intentando afirmar una posición en una zona abismal para el campo de las izquierdas.

En su fuerza escritural Tiempos y Modos se debe a una exigencia de las paradojas entre texto, figuras e imágenes. Lejos de toda sutura, no ha cedido a las seducciones fantasmagóricas o los discursos napoleónicos, ofertando “regímenes de expresión” (“tintes de inteligencia”), ante la homogeneidad de los saberes profesionalizantes que han abjurado de todo acontecimiento. En una vocación de descalces -sin militancias- cultiva la variación salvaje, el fragmento, los márgenes, el intervalo, la pausa, lo minoritario e impugna la canonización de mapas y “códigos mainstream”, sin desatender los modos de producción del presente.

Ritmo, goce y transgresión de cuerpos disidentes que deben lidiar con un realismo reflexivo, o bien, atravesar algún “esencialismo estratégico”. Tras la guerra de posiciones no es posible representar la totalidad del sentido, salvo una impugnación a la petrificación de la mirada que cancela toda trama biográfico-erótica.

La crítica es una forma de intervención en la realidad y Nelly se ha mantenido observante de la monumentalidad heroica que migró en la revuelta (destituyentes declarativos, activos y seculares), pero también ha subrayado un campo de rupturas semánticas con el sociologicismo del malaise.

En ningún caso se puede arriesgar -ni antes, ni ahora- una ética adaptativa del justo medio -neutralidad- para anudar una posible hermenéutica política. Nelly ha cultivado una escritura que persevera en un horizonte libidinal contra la máquina productora de “individuos normados”. Potencia escritural compuesta de gestos, roturas, enlaces y discontinuidades.

Contra toda adolescencia cultural, nos ha recordado que decir “todo es fuga”, no implica postular “una huida -un éxodo- fuera de los campos de poder”, sino abonar porosidad y atajos cognitivos a las complacencias con la revuelta chilena (2019). Cabe admitirlo, es necesario leer y emplazar las “zone de dissidence” que “compromete” la promesa richardiana.

Cuándo Tiempos y Modos no admite el presente conforme a un pathos del ocaso, acude a un tiempo que ha llegado a su fin, pero se trata a la vez de un fin que no se termina nunca. De ahí esa necesidad de emplazar cerrar el pasado. La memoria histórica es un intento por superar el agrietamiento entre memoria e historia, generando una correspondencia entre ambas.

Y qué hay de la hegemonía vestida de esperanza, ¿Qué es aquello cuya permanencia en el tiempo dependería estrictamente de la memoria?        Lo que está en cuestión es precisamente la posibilidad de que el presente reconozca de alguna manera en esos acontecimientos su pasado.

Richard se aparta suspensivamente de un tiempo marcado por el traumatismo y por la paradojal interacción entre recordar y el aliciente de olvidar. Por fin, la historia del “tiempo presente” interroga el tiempo de los        vivos como un pasado aún abierto, pero en el inevitable horizonte de su consumación.

Un “tiempo presidario” que Richard se resiste a abrazar, como sí fuera posible una “tierra habitable”, qua centro de gravedad.

Qué amores de Hegemonía

Me despido Nelly.

Mauro Salazar J.
Mauro Salazar J.
Investigador del centro internacional de Estudios Frontera y Doctorado en Comunicación, UFRO/UACH.

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