Viernes, Marzo 29, 2024

Usuarios de cannabis medicinal: 5 testimonios sobre su fundamental ayuda en la calidad de vida

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Acá compartimos las potentes historias de quienes han encontrado en la utilización terapéutica de la marihuana la anhelada posibilidad de paliar el dolor y vivir mucho mejor.


Chile es un país de paradojas y el tema del uso de la cannabis no escapa por supuesto a ello. Puedes consumirla, pero no plantarla. Mejora la calidad de vida de miles de personas enfermas, pero puedes ir a la cárcel o pasar un muy mal rato si la policía descubre plantas en tu hogar.

Acá recogemos 5 testimonios que nos hablan de todo ello, pero fundamentalmente de cómo esta satanizada planta se ha convertido en la mejor aliada de quienes buscan -a veces de forma desesperada- algo muy simple: vivir sin dolor y en calma.

CECILIA HEYDER: “EN VEZ DE TOMAR TANTO OPIOIDE, ES MEJOR CONSUMIR CANNABIS”

Cecilia Heyder
es conocida en Chile por ser activista de Derechos Humanos, por su batalla contra las múltiples e irrecuperables enfermedades que padece -entre ellas un cáncer metastásito-, por una ley de eutanasia, y por ser una activa defensora del uso de la cannabis medicinal.

A Heyder la cannabis le ha permitido paliar sus dolores articulares con un efecto analgésico y sobre todo las náuseas, así como también la depresión, el insomnio, para mantenerse más relajada y para el síndrome vertiginoso.    

En ese sentido, la activista agrega que “el uso medicinal de la cannabis no solo me ha ayudado frente a mis dolencias físicas, sino que también en la parte espiritual”. “El hecho de cultivar, ver crecer y cuidar a esa planta que traerá tu alivio, ayuda al alma”, enfatiza.

“En vez de tomar tanto opioide, es mejor consumir cannabis”, apunta Heyder, rescatando las distintas formas que existen de consumo, como la oral, a través de inhalación, en aceites y en alimentos.  

De ahí que a partir de su experiencia, Cecilia plantee que “es necesario que de una vez por todas todos los gobernantes vean que la planta ayuda, que es necesaria, y dejar de perseguir a los consumidores, no solamente a los medicinales, sino que también a los lúdicos. Si no nos educamos bien, no lo vamos a hacer nunca”.

En esa misma línea, Heyder advierte que “no veo que exista una prohibición sobre quienes ingieren sal, azúcar o licor”, añadiendo que “es un derecho soberano de cada persona consumir lo que estime conveniente siendo mayor de edad”. “Somos consumidores conscientes; no somos ni delincuentes ni drogadictos”, concluye Cecilia.

Cecilia Heyder

MARCELO DALIDET: “LOGRO MANTENER UNA VIDA NORMAL. SI NO TUVIERA CANNABIS, POR EL DOLOR NO PODRÍA HACER EJERCICIOS”

Marcelo Dalidet, ingeniero químico, es uno de los dueños de la Botica Cannabis, negocio minorista que desde hace 7 años produce y vende aceite de CBD. Explica que sus clientes son principalmente personas con problemas de dolor crónico, como fibromialgia, artritis, artrosis, tendinitis, y con dolores musculares en general.

A su vez, Marcelo es también usuario de la medicina en base a la cannabis debido a que es celíaco, condición que mantiene muy débil su sistema inmune, el que equilibra a través del consumo de aceite de CBD. También la utiliza como pomada para enfrentar dolores que padece en la zona lumbar y rodillas, básicamente, lo que le permite seguir realizando ejercicios, una de las actividades que más disfruta. “Con eso logro mantener una vida normal; si no tuviera cannabis no podría hacer ejercicios, por el dolor”, advierte.    

Marcelo sostiene que con el uso medicinal de la cannabis “hay una mejoría potente”, relevando que donde más lo perciben ellos es en las personas que padecen fibromialgia. “Tienen mucho dolor, que es invalidante, y en un día, con tres dosis de aceite, el dolor neuropático que sienten desaparece, y ya les quedan solo los puntos dolorosos y ahí se aplican el aceite o la pomada directamente”, explica.      

Por último, como conocedor del tema del uso medicinal de la cannabis, Marcelo aconseja que a quienes requieren que sus tratamientos contengan THC -constituyente psicoactivo de la marihuana que, como es sabido, a diferencia del CBD tiene limitantes legales en nuestro país- “no plantar en el patio para que no te denuncien los vecinos, asesorarse por un médico que le proporcione una receta y que lo registre para realizarlo a través de todo el procedimiento legal”.


“VERÓNICA”: “ES LA ÚNICA FORMA DE VIVIR DIGNAMENTE Y CON MENOS DOLOR”   

De lo que hablaba Marcelo sabe perfectamente “Verónica”, a quien llamaremos así precisamente para reservar su identidad. Ella ya sufrió en carne propia la represión estatal hacia los usuarios.

Sufre de dolor crónico desde que a los 17 años se fracturara la columna. Fue operada en más de una ocasión, le pusieron fierros y quedó con muchas secuelas y dolores. Fue tratada con medicina tradicional durante muchos años, pero sin resultados satisfactorios. “En la salud pública ya me dijeron que no hay opciones y que no hay alternativas, por lo que no me pueden ayudar más”, indica.

El año 2019 su salud se vio gravemente complicada. Comenzó con dolores neuropáticos. En mayo se le diagnosticó una Lumbociática crónica. “Casi no camino. Mi caso, médicamente hablando, es complicado; después de probar tanto medicamento, que me destruyó miles de otras cosas. Imagínate, tomaba alrededor de 90 gotas de Tramadol al día, pasaba vomitando, con náuseas; tomaba antiinflamatorios en la mañana, relajante muscular en la noche para poder dormir. Pasaba dopada”, describe “Verónica”. A ello suma que, paralelamente, hace 24 años fue diagnosticada con una depresión crónica, lo que se traducía también en otra batería de medicamentos para tratarla.

En ese complejo escenario estaba cuando en 2019 su hijo mayor la convenció de acercarse a la Fundación Daya. “Mi concepto de la cannabis era el que tenía la mayoría de la gente en esa época. Los prejuicios son muchos. Es súper estigmatizante, es muy sesgado todo lo que te hacen ver. Entonces tuve que ponerme a investigar las partes que no te muestran. Averiguar a través de mi hijo que sabía bastante y me di cuenta que podía ayudarme y probé”, relata.

“Verónica” ya lleva dos años en tratamiento con Daya. Ahora ya no toma medicamentos para el dolor. “Uno, porque los efectos secundarios son terribles; otra, porque no me hacen efecto en el dolor, y lo único que hasta ahora me ha servido es la cannabis”, enfatiza.

“Es una planta maravillosa. De todas las formas te sirve. Yo comencé con el aceite y con vaporizaciones; la comida vino un poquito después. Mi hijo es chef, así es que él me ayudó con eso”, cuenta.

Foto: Fundación Daya

Y agrega “Verónica”: “Tratando mi tema del dolor me he dado cuenta de los distintos efectos que tiene y de cómo me ayuda (…) Me he dado cuenta que para el dolor, por ejemplo, lo que mejor me hace es comer; una galleta cocinada con cannabis, por ejemplo. Todo por el estómago para mí tiene un efecto mucho más analgésico y relajante. Las vaporizaciones son para alguna crisis, porque a veces estoy con un dolor muy intenso que nada me lo quita. El aceite es para mantener un umbral del dolor un poquito más alto y que no duela tanto todo el día. La cannabis ayuda a bajar la ansiedad porque el dolor crónico produce ataques de pánico y la cannabis es la que me ha ayudado a pararlos. E increíblemente, de forma secundaria, también me ha ayudado con la depresión”.  

Por otra parte, la usuaria pone énfasis en un interesante antecedente relativo a los médicos que la han tratado en la salud pública. “Absolutamente todos me han dicho que use cannabis, pero aparentemente no es un tema de salud pública nacional, sino que de apreciación personal”, reflexiona.

“Verónica” es profesora en un colegio de una pequeña comuna del sur, donde llegan todos los niños. Prefiere resguardar su identidad por eso, pero también porque ya fue allanada una vez por plantar marihuana para su uso medicinal. Había conseguido cultivar 12 plantas para tener su medicina todo el 2021. Sin embargo, a fines de marzo, justo antes de cosechar, llegó hasta su hogar Carabineros y se las llevó todas.

“Tenía mis papeles, mis certificados, a Ana María Gazmuri (de Fundación Daya) hablándole por teléfono a quien estaba a cargo… Llegaron con dos camionetas, con radiopatrullas, con armamento, a mi casa, donde yo vivo con mi marido y mis dos hijos chicos. Fue terrible, porque yo sé que no hice nada malo. Tenía todo lo que se supone que te protege, pero aún así se llevaron todo. Se llevaron a mi pareja y lo soltaron en la noche. Al día siguiente estábamos en los diarios como si fuéramos delincuentes. No salían nuestros nombres, pero sí la ubicación de la casa, por lo tanto mucha gente supo que era yo”, relata la usuaria.

Finalmente, no les cobraron ni siquiera una multa, pero sus plantas, su medicina, jamás regresaron. Hoy, por miedo, “Verónica” prefiere no volver a cultivar y se ha visto obligada a conseguirla comprando. “Yo creo que quedé, todavía, con un poquito de estrés post traumático. Es complicado después de un allanamiento y de la violencia que vives, volver a sentirte cómoda en tu propia casa”, explica.

“Es la única forma que tenemos de que yo pueda vivir dignamente y con menos dolor. La cannabis es algo que puede ayudar realmente y tirar para arriba a una persona que ya no tiene esperanzas, como lo que me pasa a mí. Es lo único que me dice ‘ya, vale la pena levantarse y seguir’, porque yo sueño con dolor”, concluye “Verónica”.    

CAROLA BUSTAMANTE: “TENEMOS DERECHO A SANARNOS COMO NOS PAREZCA MEJOR”

Carola Bustamante
es psicóloga clínica hace 25 años y hoy es una de las directoras de Cultivarte Planta Salud, una organización comunitaria levantada hace 3 años por profesionales de la salud, cultivadores de cannabis y personas vinculadas a las terapias integrativas. En total han atendido a alrededor de 300 pacientes de cannabis medicinal en la Región de Valparaíso.

La agrupación surge ante las necesidades de muchas personas con dolencias físicas que estaban necesitando de medicina, porque -enfatiza Carola- “los medicamentos no les estaban haciendo efecto o estaban teniendo muchos efectos secundarios a propósito de los fármacos utilizados”.

Sin perjuicio de lo anterior, apunta una potente idea respecto a otra de las motivaciones de crear esta organización: “Tenemos derecho a sanarnos como nos parezca mejor. No porque exista una medicina que es hegemónica -en cuanto a que te llevan a un hospital y te hacen lo que quieren; no te preguntan qué es lo que prefieres que te hagan-, no tenemos derecho a sanarnos de nuestras dolencias investigando por nuestra cuenta y gestionando una forma más saludable de vida, de cambios de hábito”.  

“Yo no diría que todas las personas pueden ser beneficiadas. Al igual que con cualquier medicina, hay un porcentaje muy mínimo de personas con las que no da resultados; pero en una mayoría es realmente grande el cambio y el beneficio en su calidad de vida”, sostiene Bustamante, añadiendo que esto se extiende también al ámbito económico. “Cuando la persona aprende a cultivar su propia medicina, con su propia autogestión, se da cuenta que se ahorra muchísimo dinero en comprar fármacos, en ir al médico; la polifarmacia empieza a disminuir”, explica.

En ese sentido, respecto a las políticas públicas para garantizar el acceso a este tipo de medicina, Carola sostiene que “desde la institucionalidad -llámese Ministerio de Salud, Colegio Médico, etcétera- no hay una respuesta satisfactoria porque siempre se basan en estudios científicos, muchos de los cuales no se pueden hacer en la población chilena porque la sustancia está calificada como una droga ilegal, entonces no se puede trabajar con la cannabis en la investigación, a menos que sea obtenida legalmente, y los únicos que han hecho un cultivo legal como para estudios clínicos en este país ha sido la Fundación Daya”.

“Acá las políticas públicas en salud en general, dejan mucho que desear, no toman en cuenta la salud integrativa, el concebirla como un todo”, concluye.

Por otra parte, Carola releva lo que ocurre con las personas de la tercera edad que atienden en Cultivarte Planta Salud, quienes -dice- “ya perdieron el miedo y están cultivando, y comienzan a darse cuenta que dejaron de consumir la mayoría de los medicamentos”. 

En ese sentido, explica que junto con ese tipo de usuarios, atienden principalmente a personas con padecimientos con dolor crónico, neuropático u oncológico, cuyas terapias paliativas tradicionales no logran aliviarles dicho malestar o llegan a producirles efectos adversos, como ocurre con los opioides. También reciben a personas con cáncer terminal o en etapa avanzada, con padecimientos de tipo digestivo, colon irritable, asma, enfermedades broncopulmonares o la Enfermedad de Crohn. Sobre estos últimos, plantea que “aquellos que no se atreven a salir de sus casas porque tienen que ir al baño 20 veces en el día, empiezan ahora a ir solo cinco, así es que se atreven a hacer vida social fuera de su hogar”.   

Bustamante destaca igualmente lo que ocurre con niños y niñas del espectro autista, para quienes -releva- “la cannabis ha sido muy benéfica en términos de poder conectarlos mejor con la realidad, para un mejor desarrollo emocional, e incluso para la atención y concentración de aquellos que no están tan limitados intelectualmente”.

Carola Bustamante

VICTORIA ORELLANA Y EL TRATAMIENTO DE SU HIJO AUTISTA: “FUE UN CAMBIO DE LA TIERRA AL CIELO. FUE COMO MAGIA”

Victoria Orellana puede dar fe de lo que plantea Carola Bustamante de forma rotunda. Su hijo, de 20 años, padece un autismo severo que se traduce, entre otras cosas, en que no habla. Eso implica que entiende muy poco de lo que ocurre a su alrededor, como comenta su madre. Por otra parte, sufre de epilepsia refractaria, lo que implica que no responde a los medicamentos que se le suministran.

A los 18 años su hijo comenzó a experimentar muchas crisis de agresividad y autoagresividad. “Eso significa que se empezaba a agarrar a cabezazos, primero contra el suelo, y después con los cantos de los muebles; se rompía las encías, una vez se sacó una muela, se rompía las uñas. Y después comenzó a tener conductas agresivas contra nosotros: se nos tiraba encima, a mí a veces me agarraba del pelo y yo salía volando. Era una tragedia, algo super inmanejable”, relata Victoria, añadiendo que también la condición de su hijo se manifestaba en conductas obsesivas, como por ejemplo, salir a pasear en auto independiente de la hora que fuera.

“No había medicamento que le funcionara, probé todo lo imaginable, hasta llegar a un punto en donde pensé que la única opción era internarlo. Estaba en riesgo tanto su vida como la nuestra, pero para mí esa opción era la última”, continúa narrando.

Un escenario dramático que cambió radicalmente cuando, alrededor de 3 años atrás y tras ver en YouTube algunos videos de usuarios de marihuana en condiciones como la que tiene su hijo, Victoria decidió junto a su pareja -no sin antes cuestionárselo seriamente- darle de probar.

Con la aerocámara de un inhalador le echaron el humo de un pito de marihuana para que su hijo lo respirara. “Fue un cambio de la Tierra al cielo. Fue como magia. Se relajó, se le pasó toda la ansiedad que tenía. Se quedó tranquilo, andaba cagado de la risa; nosotros no podíamos creerlo. Fue una cuestión increíble”, relata Victoria, quien de hecho hasta decidió realizar un podcast con su experiencia.

Tras esta prueba, consiguió una hora en Fundación Daya para que su hijo fuera atendido por un neurólogo, quien les recetó que le suministraran resina de cannabis disuelta en aceite. “El tratamiento fue una maravilla, porque le funcionó super bien. Lo primero fue que empezó a dormir, se le ordenó el sueño; se le pasaron por completo las crisis de agresividad, las obsesiones se le regularon mucho”, destaca, celebrando enfáticamente la labor que realiza dicha organización.

Fueron probando con distintas cepas, distintas dosis, y Victoria hoy puede decir con total convicción que “ha sido una excelente experiencia, porque no hubo medicamento que funcionara y la cannabis funcionó de maravilla”. “Fue un cambio total, de vivir en un infierno, hoy tenemos una vida bastante normal”, concluye.

Victoria junto a su hijo

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