Durante la formalización a Martín Pradenas, entre los miles de mensajes en redes sociales que pedían justicia para Antonia, también se comenzó a viralizar el hashtag #justiciaporJosefa, junto con algunas imágenes y la carta donde una adolescente daba a conocer la agresión sexual por parte de su padrastro. Ella era Josefa Bruna, y murió a los 14 años en un accidente automovilístico el 2 de septiembre del 2017. Tres años después, mientras ordenaba sus cosas, su madre encontró la carta que después se compartió por las redes sociales. A pesar de los años transcurridos, su familia lucha para hacer justicia.
Desde la muerte de Josefa (14), su madre Carolina Sepúlveda evitó entrar a su pieza para no tocar nada en ese lugar que había quedado detenido en el tiempo tras su partida. Observar sus cosas y sentir su olor era volver a reabrir una herida dolorosa.
Habían pasado tres años del accidente y el martes 30 de junio pasado se armó de valor y decidió ordenar la habitación, llevaba días soñando con ella. Escudriñó cada rincón, la cama de dos plazas, el escritorio pegado a la pared y un corazón gigante confeccionado con post-it -en donde escribía frases de adolescentes-, una caja de zapatos llamó su atención. Al abrirla descubrió una fotografía donde aparecía Josefa, su tía Gabriela y sus hermanos pequeños. Debajo de la imagen, encontró una carta.
-Decía que quería desaparecer, que se sentía asquerosa, que se sentía sucia, que no entendía porque el papá le había hecho eso, que lo odiaba. Le pedía a Dios que la ayudara, relata Gabriela Sepúlveda, su tía, quien tenía una relación muy cercana con Josefa.
Carolina apenas se sobrepuso del impacto al leer la carta, siguió buscando pistas en el closet, revolvió su ropa, y en ese momento cayó al suelo otro papel arrugado. En esta nota Josefa reconocía haber sido violada por su padrastro y también manifestaba sus ganas de morir. Carolina también encontró una croquera donde escribió frases similares.
Dos días después Carolina y Gabriela se dirigieron a la Fiscalía Local de Los Andes para interponer la denuncia en contra de Carlos, la ex pareja de Carolina, y padrastro de Josefa. La niña habría sido agredida sexualmente cuando estaba en la casa, en ausencia de su madre,
La denuncia quedó estampada en la Policía de Investigaciones (PDI), quienes visitaron la casa de Carolina el sábado 18 de julio para realizar la fijación del lugar y levantar otras evidencias. Luego el Ministerio Público determinará el curso a seguir en la investigación.
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Josefa Bruna Sepúlveda nació el 24 de abril del 2003 y desde niña mostró una gran cercanía con su tía Gabriela, quien era mayor que ella por apenas cuatro años. Ambas pasaban tardes enteras jugando a las muñecas o rescatando perros callejeros. Lo que más recuerda Gabriela era la ternura que su sobrina provocaba en la gente, tenía los ojos llenos de vida. Era una niña feliz.
Cuando aún vivía en Santiago y Josefa tenía cuatro años, su madre inició una nueva relación amorosa. Conoció a Carlos trabajando de cajera en el peaje de Autopista del Sol, ya se habían visto anteriormente debido a que era cliente de su padre en el taller mecánico. Durante un turno él pasó por su caja y empezaron a conversar, luego a salir y al paso de los meses iniciaron una relación. Producto de esta unión nacieron un niño y una niña, los que actualmente tienen siete y cinco años. Josefa le tenía mucho cariño y comenzó a llamarlo papá.
En el año 2014 todos llegaron a vivir a Llay Llay, al sector de Las Peñas. La pareja compró una parcela y construyeron una casa.
Josefa comenzó a asistir al Colegio El Porvenir y era muy querida, tenía amigas, todo parecía ir bien. La niña se había adaptado a su nueva familia y adoraba a sus hermanos menores.
-Le encantaba sacarse fotos conmigo, de hecho siempre hacíamos sesiones entre las dos. Le gustaba salir con su mejor amiga y siempre vivió como una niña. Era muy inocente en todo ámbito-, comenta Gabriela al otro lado de la línea.
A mediados del año 2016 todo cambió de golpe. Josefa comenzó a comportarse de forma extraña, no le gustaba estar en la casa ni que su tía la viera en ropa interior, cuando antes se cambiaban de ropa juntas. No quería que nadie la viera, ni siquiera su mamá, e inventaba cualquier excusa para salir con amigas y estar fuera. Ya no era una niña alegre, su rutina diaria era estar en su pieza, escribiendo y escuchando música. Josefa había cumplido 14 años y a Carolina al comienzo le pareció el comportamiento normal de una adolescente. Pero luego empezó a cortarse los brazos y a hablar de forma recurrente sobre la muerte.
Nadie entendía lo que estaba pasando, intentaron conversar con ella muchas veces. A sus mejores amigas tampoco les confesó nada, solo les decía que quería desaparecer. A principios del año 2017, su mejor amiga les contó que Josefa estaba muy mal y que lloraba todos los días en el colegio.
El 1 de septiembre de ese mismo año, Josefa en compañía de su madre, Gabriela y Nicolás, la pareja de su tía, asistieron a un bingo a beneficio en San Felipe por un niño que padecía leucemia. El jeep de Carolina iba cargado de regalos y donaciones que lograron recolectar para el evento. Al terminar, se quedaron a una “discada” y después emprendieron rumbo a Llay Llay a las seis de la mañana del día siguiente.
-Nos fuimos escuchando música y cantando, iba todo bien, de hecho ya estábamos llegando a Llay Llay. De repente mi hermana perdió el control del vehículo y nos volcamos en Chagres (Catemu), escuche el grito de mi sobrina. Yo estuve consciente todo el rato, salí eyectada de la camioneta, comencé a gritar pidiendo auxilio. Josefa y Nicolás fallecieron de inmediato-, comenta Gabriela.
La causa del volcamiento fue una falla mecánica del jeep, puesto que el volante se trabó minutos previos. Carolina estuvo en riesgo vital y en coma durante un mes en la UCI del Hospital San Camilo.
El accidente fue conocido en los medios locales y generó impacto en la comunidad por muerte de una niña y un joven que apenas tenía 19 años.
Según Gabriela, ahí comenzaron a suceder situaciones extrañas con el padrastro. Primero se tomó la atribución de cremar a Josefa, sin pedir la autorización a la familia, informándoles cuando ya estaban todos los trámites listos. Otra situación que les preocupó fue la desaparición del celular de Josefa. Después supieron que Carlos se quedó con el aparato, al pedírselo le dijo a Carolina que se había perdido en el accidente.
El padrastro ya había tenido problemas con la familia. Josefa una vez le comentó a Gabriela que él veía pornografía sin tener cuidado con ella. Esa vez lo confrontaron, pero luego de este episodio, Josefa nunca más dijo algo relacionado a su padrastro.
Gabriela hoy recuerda otros detalles impropios de su ex cuñado. Carlos una vez le pidió que se diera vuelta para ver cómo le quedaban unos pantalones y la habría tocado, según él a modo de broma.
Meses después del accidente, la pareja se separó y él quedó con la custodia total de sus hijos debido a las secuelas físicas que aún tenía Carolina. Luego de un año de rehabilitación y tratamiento con fonoaudiólogos, terapia ocupacional y kinesiólogo, logró recuperarse.
Carolina en la actualidad está jubilada y trabaja para retomar la venta de vestuario. Ha pasado menos de un mes desde que descubrió que su hija fue violada y todos los recuerdos volvieron de golpe.
Gracias a la denuncia interpuesta, sus hijos volvieron a estar al cuidado de ella el viernes 17 de julio y como medida cautelar Carlos no podrá acercarse a ellos mientras dure la investigación.
Según especialistas consultados por este medio, la violación es una experiencia que suele ser silenciada, puesto que la víctima busca formas de “bloquear” el trauma o seguir adelante “superando” dicha situación. Por esta razón Josefa nunca reconoció lo sucedido frente a su madre o sus amigas.
“Esto sucede a consecuencia de los dogmas y limitaciones de una sociedad sobre cimientos patriarcales en donde existe la legitimación institucionalizada de la violencia, lo que contribuye en la culpabilización de la afectada, su revictimización, lo que colabora a desestimar su relato. Además, la ideación suicida es sumamente común pues la experiencia traumática conlleva a una ruptura a nivel psíquico, es decir, existe una desconfiguración en su vida, ya que la individua es corrompida, transgredida e invadida en su sesgo más íntimo” explica la psicóloga feminista Paz González. Esta situación se acentúa si la figura agresora forma parte de la familia de la víctima.
“Porque mi Josefa nunca pudo hablar por miedo, hoy soy tu voz y gritare tan fuerte todo lo que callaste. Hoy todo es por ti. Descansaras en paz mi Jo, te lo juro”, dice una publicación del 24 de abril pasado en el Instagram de Gabriela. Josefa habría cumplido 17 años.