La decisión de incluir bordes por parte de las fuerzas políticas de derecha en la lista de límites a un proceso constituyente no solo insulta a la inteligencia: interpela al sentido común de cualquier ideario de transición socioecológica.
De demandas históricas de las comunidades de un Chile precarizado, desigual socioambientalmente, con las cargas extractivas que profundizan día a día las falencias de un Estado sin robustecer el acceso a la participación ciudadana vinculante en temas tan trascendentales para nuestra sobrevivencia, en donde la casa común no es de todos y todas, y que ya afina propietarios.
La falta de estrategia de valor táctico, de despreciar la calle para la transformación social en la incidencia de política pública, nos genera un nuevo muro de lamentos sin precedentes.
La falta de identificación de diálogo nos aleja del cambio de paradigmas, donde se actúa en una monarquía donde los mismos apellidos de la historia republicana en silla musical no permean de frescura para que los territorios sean parte de los hitos de un espacio público; para estar dentro haciendo una política común para lograr transformar sistémicamente la política real al servicio de un mismo objetivo: un Chile justo.
La falta de generosidad dentro de una lógica de privilegios de poder en su zona de confort, se ve como una prepotencia imponiendo reglas, nudos símbolos marcados en línea en la cancha que no podemos traspasar, cuando de cierta forma se busca romper la burbuja de la realidad país.
En esto no reclamamos odio, sino que solidaridad. Abramos los puentes para el presente y futuro, donde la lógica de egoísmo no siga masificándose, y sea, en cambio, la de un cooperativismo integral en todas las comunidades del país
Que no atente contra las raíces identitarias; aún merece la pena intentarlo, pero sin vetos.
Han perpetuado el derecho de aprovechamiento subsidiario frente a la vulnerabilidad humana ecosistémica. Eso nos lleva a una debacle de presente y futuro insostenible, donde se es pro-vida mientras no se toque su privilegio de privatización.
El cambio climático ya impulsa una amenaza a la salud pública nacional. La contaminación del medio ambiente avanza día a día, mientras la barrera de la biodiversidad disminuye y nos deja desnudos, vulnerables, sin naturaleza, y así no hay vida.
Sin naturaleza no hay economía, y mucho menos crecimiento justo.
El agua no sale del dispensador del supermercado, el agua no tiene sus fuentes resguardadas en el ciclo hidrológico, los camiones aljibes no son factibilidad de un derecho humano; todos temas que debemos discutir en una hoja en blanco, pero con la realidad de Chile incorporada en el proceso constitucional. Esa es la democracia, con información y participación de cordillera a mar.
Nueva Constitución con el pueblo y por el pueblo.
Por el derecho a la reivindicación con un diálogo profundo, con todas las actorías territoriales, no solo con la galería y nichos comunes.
Seguimos en el partido, vamos por el segundo tiempo, pero no dejen al pueblo en la banca, rezagado, olvidado. Donde nos quieren seguir vendiendo el agua de la vida, y Federico Valdivieso sigue siendo el spoiler de una memoria que debemos refrescar. La corrupción no se debe romantizar.