Viernes, Marzo 29, 2024

Pucón: Privilegios que nublan realidades y traspasan la barrera de lo permitido

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No es una sorpresa en lo absoluto ver actividades con aglomeraciones de gente desde que se flexibilizaron un poco las medidas sanitarias en esta pandemia, y menos sorpresivo es enterarse de masivas fiestas VIP que traspasan las barreras de lo permitido.

En julio de 2021 la protagonista fue Zapallar en la playa El Golf de Cachagua, con un festejo que superó los 500 participantes, y este fin de semana la comuna de Pucón, con una celebración en medio del Lago Villarrica, donde los asistentes incluso llegaron en lanchas. Estos sectores son frecuentados como segundas residencias o lugares para vacacionar por personas de un estrato social alto.

Ambas actividades no cumplieron con las medidas sanitarias establecidas por las autoridades en conjunto con el Ministerio de Salud, pues, en el primer caso no se respetó el toque de queda, el distanciamiento físico ni el uso de mascarilla, mientras que en el último ocurrió lo mismo con la distancia y el uso de tapabocas; además, Villarrica y Pucón, ambas comunas donde se ubica el lago se encuentran en Fase 2 (Transición) del Plan Paso a Paso .

Las y los asistentes de Cachagua contaron con una pseudo impunidad, ya que no hubo detenidos, Carabineros ni siquiera les registró el consumo de bebidas alcohólicas durante la jornada, y hasta la fecha no han pagado la multa que se les cursó. Mientras, en el caso de quienes asistieron a la fiesta en el lago anunciaron una investigación para buscar a los responsables y sancionarlos, cosa que en verdad no creo que ocurra.

Estos hechos evidencian que los privilegios son una razón que no permite ver la realidad en muchos casos. Agreden y pasan a llevar al conjunto de la sociedad, con actitudes que son indiferentes y poco empáticas en este complejo escenario sanitario, que además son respaldas o justificadas de manera absurda.

Sabemos que Twitter es una plataforma donde los bots, la clase alta y un sector político vinculado a la derecha tienen una fuerte presencia que muchas veces marca tendencias. Estos últimos días “Pucón” ha alcanzado el puesto N°1 en el trending topic nacional y se ha mantenido en el top 5 de la red social. En ella se encontraron post y comentarios ilógicos, que superaron en número a quienes criticaron a las y los jóvenes que participaron del carrete en el Lago Villarrica.

Hay que destacar también que esta multitudinaria fiesta sobre lanchas se desarrolló poco después de que Chile llegará a su peack histórico de contagios durante la pandemia de Covid-19, alcanzando los 37.468 casos en 24 horas, y el mismo fin de semana en que registró la cifra más alta de casos activos, un total de 140.307 personas portadoras de coronavirus.

No vengo a dar clases de ética ni de comportamientos en este contexto, pero sí quiero evidenciar datos que les permita dimensionar lo alejado de la realidad y nula comparación en el tipo de argumentos que dieron diversos usuarios para justificar su actuar.

Clasismo

Lamentablemente debemos caer en la comparación clasista de quién puede y quién no puede realizar este tipo de actividades recreativas en razón de sus respectivos costos. Y es que, ¿qué le podemos exigir a la mitad de la población trabajadora?, cuando hasta el año pasado más del 50% de esta recibía un ingreso igual o menor a $420.000, la renta promedio alcanzaba apenas los $635.134 y en la actualidad el costo de la vida se ha elevado en un 7,7%, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Ahí se expresa una diferencia brutal en la propagación del virus. No hay duda alguna que el Metro de Santiago es un sitio de mucha aglomeración, sin embargo, entiendo que la gran mayoría de las personas que siguió frecuentando este servicio lo hacía y sigue haciendo por obligación y necesidad, ya que si no trabaja, no come ni cubre sus gastos del mes; y en este contexto que gatilló en una crisis económica, hablamos de sobrevivencia.

En la otra vereda, si alguien de las y los jóvenes que participaron en la fiesta del lago Villarrica esté o haya estado contagiado, la transmisión del coronavirus se habría producido en una situación que no tiene un grado de compromiso más que el de pasarla bien mientras estás de vacaciones.

Comparando, como muchas personas lo hicieron, lo de Pucón con los carretes en una población, la verdad es que quienes viven en esta última realidad experimentan situaciones que la gente de la cuestionada celebración no. Muchos y muchas que viven en sectores populares están en un hacinamiento constante en sus hogares, que no tienen los mismos metros cuadrados, patios y piscinas que pueden tener otros.

Asimismo, esos mismos jóvenes que también están carreteando el fin de semana en otro lugar, lo hicieron después de exponerse toda la semana al ir a trabajar. E incluso, si no reúnen el dinero en conjunto, es posible que el encuentro recreativo no se realice; o puede pasar también que alguno de ellos no tenga recursos y deba ser invitado por sus amigos y amigas para poder asistir, por lo tanto, la compañía muchas veces es necesaria.

En mi opinión no se trata de envidia, resentimiento ni lucha de clases, como se ha acusado tendenciosamente, si no que molesta el cómo la riqueza y el privilegio pasan a llevar lo permitido, presumiendo de ello por sobre las otras personas que si hacen lo mismo no obtienen el mismo trato.

Protocolos y aforos

El incumplimiento de protocolos y aforos es constante y transversal en gran parte de la sociedad, sin embargo, aún hay también quienes siguen las medidas sanitarias y el autocuidado de manera estricta.

Por otra parte, están quienes deben participar del diseño y cumplimiento de estos mismos con un alto grado de responsabilidad, en este caso, productores de conciertos, partidos de futbol y autoridades sanitarias que se esmeran por cumplir con todo lo establecido.

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No así las discotecas, que en constantes oportunidades han incumplido con la normativa exigida, poniendo en riesgo la vida de sus clientes, trabajadores, trabajadoras y sus familias, colaborando en la rápida circulación del virus.

Los malls, por su lado, siempre tuvieron un trato privilegiado por parte de este gobierno, superando muchas veces en aforos permitidos a conciertos u otras actividades en medio de los procesos más agudos que hemos vivido como país en esta pandemia.

Analizando esos puntos, en las imágenes que denunciaron la fiesta en el Lago Villarrica se evidencia que con esa multitud de lanchas y personas, claramente no cumplen con la cantidad establecida para ese espacio y en un contexto que no genera ningún beneficio para nadie más que para ellos mismos al estar disfrutando.

Por otro lado, están las personas a cargo de eventos masivos, quienes previamente deben entregar condiciones mínimas de la salubridad para la seguridad de la gente. Además, aportan con el factor económico, permitiendo movimientos y actividades que la levanten, incluyendo el sustento y el trabajo de hombres y mujeres que viven de estas industrias o buscan ingresos extras para sus hogares.

Sin ir más lejos, y algo en lo que se equivocan, es en decir que la realización de conciertos no es fiscalizada o que no se respetan los protocolos, pues es todo lo contrario. El movimiento musical chileno estuvo paralizado durante un año y medio, con ello 160 mil personas sin poder laborar, en su mayoría mujeres, lo que es sin duda un tremendo frenazo cultural que permea.

A la fecha se siguen cancelando distintos recitales, incluso los organizados por municipios al aire libre, mientras que los partidos de fútbol y el comercio del retail siguen funcionando sin mayor fiscalización, a la vez que la Seremi de Salud se instala de manera inamovible en los eventos musicales, con la amenaza siempre de cancelarlo en pleno desarrollo si no cumplen con la normativa.

En ese sentido, mucha razón tiene la Sociedad Chilena de Músicos e Intérpretes Nacionales (SCD) y la banda de cumbia Santaferia al destacar que le “hicieron la pega” al Gobierno con los dos ensayos clínicos realizados junto al Hospital de la Universidad de Chile, donde con evidencia científica demostraron que con protocolos establecidos, la música puede seguir funcionando sin ser un foco de contagio y alta propagación del coronavirus, ya que en ambas instancias no hubo contagios posteriores, habiendo un testeo de antígeno previo y un PCR posterior para la ocasión.

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A todas luces es evidente que la brújula de lo permitido y lo debido para las autoridades a cargo de esta pandemia está perdida y repercute con cuestionamientos y emplazamientos entre la misma ciudadanía, con comentarios sobre ¿cómo ellos hacen esto? o ¿por qué otros pueden hacer algo que a nosotros se nos crítica?

Las discos, los persas, el comercio ambulante, los restaurantes, bares y los conciertos, tienen factores en común: movimiento económico, empleo y sustento de familias. Por lo tanto, debe haber una consideración para esos casos, pero con criterios y protocolos que se cumplan.

La respuesta para mí es simple, AUTOCUIDADO, RESPONSABILIDAD PERSONAL Y COLECTIVA. La pronta salida de esta pandemia no es de única incumbencia de quienes están a cargo, si no que de todas, todos y “todes”, siendo capaces de entender y empatizar respecto a que como ser humano no vivo solo en esta Tierra y que mis actos pueden afectar a distintas personas de manera directa o indirecta.

Responsabilidad y cobertura

Muchas personas estarán de acuerdo conmigo al decir que la estrategia del gobierno del Presidente Sebastián Piñera para enfrentar esta pandemia ha sido pésima; lo único rescatable es el proceso de vacunación, que si bien es muy beneficioso para Chile, para países más pobres significa una postergación o atraso de su aplicación en la población, con sus respectivos refuerzos.

Las prioridades del Ejecutivo jamás serán las necesidades de la gente y sus errores siempre serán culpa de otros. El mismo 18 de octubre de 2019, día en que se produjo el llamado Estallido Social, Sebastián Piñera fue a comer pizza; en plena pandemia el ex ministro de Salud Jaime Mañalich escondió descaradamente las cifras de contagio; y en plena crisis de políticas migratorias en el norte del país renunció Andrés Allamand a su puesto de canciller para asumir “en marzo” como Secretario General Iberoamericano, lo que se adelantó pues el ex secretario de Estado chileno comenzó finalmente este miércoles sus labores, 48 horas después de que dejara su cargo como ministro de Relaciones Exteriores.

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Sumémosle a esto que, mientras la población nortina teme por su integridad y se enfrentan violentamente entre seres humanos migrantes y chilenos, Piñera y 19 de sus ministros se encuentran de vacaciones, lo que a mi juicio deberían haber pospuesto en cierta medida, ya que quienes cumplen funciones en los tres poderes del Estado y la prensa tienen un mandato con la labor pública que debe cumplirse.

Además, en el momento que más registros históricos hemos marcado en esta pandemia, la autoridad sanitaria redujo las medidas de prevención para posibles casos y los confirmados, reduciendo la cuarentena a siete días, eliminando el criterio que consideraba como contacto estrecho a una persona e impidiendo la posibilidad de poder presentar licencias médicas en los trabajos, ya que deben asistir como alguien “en alerta de covid”.

La prensa en sus distintos matices cubrió todos estos hechos de acuerdo a su línea editorial y recuerdo perfectamente que en reiteradas oportunidades la televisión, principalmente, pero también la radio, diarios y plataformas digitales, cubrieron la realización de fiestas clandestinas durante el confinamiento y denunciaron de manera pública a la ciudadanía cada uno de los acontecimientos.

Cada medio de comunicación tiene libertad editorial para establecer su línea de interés y jerarquizar en base a criterios profesionales cada una de las situaciones que ocurren día a día para estar en agenda y publicarlos; en el mayor de los casos no hacemos contenido al gusto de alguien, sino que tenemos que anteponer conceptos más relevantes y de expectación de los públicos.

La comparativa criminalística no tiene ningún sentido. Denunciar de manera legal infracciones, diseñar y aplicar la ley no es el trabajo de periodistas, le corresponde a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Tampoco hay punto de comparación entre las y los detenidos en Plaza de la Dignidad con quienes estuvieron en el Lago Villarrica o la playa El Golf de Cachagua, como se ha querido “empatar” majaderamente por quienes defienden esas fiestas sobre lanchas.

Con pruebas explícitas, ningún asistente a estos carretes ha cumplido con la sanción establecida, mientras que -recogiendo la comparación con lo que ocurre cada viernes en Plaza Dignidad- una serie de jóvenes cumplen condenas con testimonios falsos o sin pruebas fidedignas que acrediten su participación en un delito desde la revuelta popular, como es el caso del joven Axel Aliaga en la cárcel de Antofagasta, recientemente liberado pero tras tener que aceptar los cargos en su contra durante un juicio abreviado.

Respecto a los hechos en Plaza Dignidad, la prensa tradicional se ha encargado muy enérgicamente de condenar la protesta y aportar a la manipulación. Sin embargo, es necesario recordar que los muertos que se señalan son 33 civiles a manos de agentes del Estado, ninguno fallecido portando armas o con preparación. Las protestas, el fuego, la barricada son esperables si consideramos que el Presidente de la República le declaró la guerra a quienes se manifestaron por disconformidad, calificándolos como un enemigo peligroso, les quitó los ojos, los mutiló, les la arrebató la vida y la alegría a diversas familias. Estos hechos claramente aceleraron la revuelta.

Para cerrar, quiero decir que si vamos a criticar y mirar hacia el lado, debo partir conmigo mismo para emitir juicios de valor o determinar si un hecho es más perjudicial que el otro. Permitirá a muchos y muchas romper sus burbujas individuales y les ayudará a comprender que si bien vivimos un contexto en común, las formas de vivirlo son distintas.

La brecha social incide considerablemente en una crisis sanitaria y económica, más aún cuando en Chile la salud se paga a un precio muy caro y la que no, es precaria y saturada. La gente de Cachagua, Pucón y Vichuquén tiene medios y posibilidades mucho mejores para enfrentar un contagio: atención médica, segunda residencia y hasta alimentación. Mientras, otros se hacinan junto a la gran familia en una espacio reducido, sin información sobre qué hacer. Una zona roja que le impide solicitar ayuda y trasladarse a una residencia sanitaria, además de la preocupación ante la posibilidad de perder el empleo al no asistir a trabajar.

Pido empatía porque no tengo envidia de sus lujos, sino que tengo molestia, ya que su posición social les da un trato privilegiado que pasa a llevar a la sociedad más vulnerable y no lo ven; peor aún, lo justifican de manera absurda e indiferente, sin medir las consecuencias de sus actos.

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