La conversación constitucional transparente y participativa propiciará un sentirnos parte y corresponsable de lo que por primera vez ocurrirá en Chile: una Constitución escrita por el pueblo para el pueblo, una convención paritaria y con representantes de pueblos originarios.
Aquí nadie repara nada, me refiero al Estado chileno y al sistema de justicia con sus remiendos malhechos y sus parches año tras año. Nada de fondo que signifique un cambio, un punto de inflexión, un nunca más. Por lo mismo la repetición.
Vivir en la injusticia y la desigualdad está normalizado, es parte del paisaje humano. Cada quien se las arregla como puede, a menos que esté organizado o tenga dinero. Y organización social hay bastante de nuevo: se mostró en las últimas elecciones de mayo, configurando un mapa político distinto en este territorio cuyos bienes comunes están privatizados.
Las redes sociales han facilitado estos procesos y a la vez los dificultan con sus contenidos y expresiones de toda índole, exigiendo reflexionar más allá ( perfecto distingo lo negro del blanco, canta Violeta).
Se configuró otro mapa desde esta mayoría heterogénea de quienes votamos, resultado en gran parte de relaciones basadas en la confianza y la solidaridad, relaciones que se construyen y deconstruyen cada día, como ocurrió en la década de 1980 contra la dictadura cívico militar. Piso importante en la tarea de democratizar y de crear vínculos valederos.
Es para respirar hondo el resultado de estas elecciones recientes, oxígeno en pandemia.
De cada cual depende ahora construir un país justo. Y el no dejar pasar nada a nadie, que de atropellos de toda especie sabemos bastante, tenemos doctorados en estas materias a fuerza de vivirlos o presenciarlos, que es lo mismo (Yo es otro, en palabras del poeta).
Independientes y partidos en sintonía y fiscalizados, tendrán que ser una gran fuerza.
La conversación constitucional transparente y participativa propiciará un sentirnos parte y corresponsable de lo que por primera vez ocurrirá en Chile: una Constitución escrita por el pueblo para el pueblo, una convención paritaria y con representantes de pueblos originarios. Es decir, un marco legal para todo el país, toda vez que estará basada en derechos fundamentales universales que se garantizan desde un Estado solidario, no subsidiario. Eso en palabras simples.
Tamaño logro, tamaño desafío, tamaño cambio.
Es para celebrar que una Constitución así se pueda escribir.
¡Viva Chile!
Es para celebrar desde la responsabilidad que a cada cual le compete, incluyendo a quienes perdieron el derecho a veto, sobre todo el sector minoritario de derecha (hay que saber perder desde la autorreflexión), asunto que se verá en los hechos.