El Gobierno hoy intenta trasladar la responsabilidad a la ciudadanía, donde si bien hay un sector que no ha sido responsable, hay otro Chile. El de las mayorías que se ven en la necesidad de salir a trabajar para llevar el pan y el sustento al hogar día a día, en esos casos el margen de acción es nulo cuando la empresa demanda asistencia, el Gobierno no mandata realmente a las empresas, el aporte fiscal a los grupos familiares es escaso si nos comparamos con los países OCDE.
Hace 2 siglos un filósofo inglés plantea los fundamentos de la teoría utilitarista en la sociedad, donde la máxima que debía regir era el bienestar total de la misma, medido en términos de placer-dolor, al poco andar emergieron críticas que evidenciaron la incompatibilidad de asegurar derechos humanos básicos con la maximización del bienestar total, ya que en muchas ocasiones el dolor de pocos maximiza el placer de muchos.
En el mundo actual y por supuesto en Chile, ese bienestar colectivo casi nunca se remite a cantidades de personas, sino al simple promedio de indicadores económicos, y por ende además de no asegurarse derechos humanos básicos en nombre de supuestas mayorías, esas mayorías también son ficticias, ya que en un país donde el 1% más rico concentra más del 22% de las riquezas (Cepal, 2019), es uno en donde casi siempre las mayorías son las que sufren el hambre, el desempleo, la desesperanza, la enfermedad y los efectos de la crisis.
¿De cuál crisis? en este caso la sanitaria derivada de la pandemia por el Covid-19, pero en realidad da casi lo mismo, porque independiente de la crisis que enfrente la humanidad, el guion es siempre el mismo: Salvar a los más ricos, en nombre de la economía y esperar que indirectamente ese bienestar económico genere uno colectivo mucho más complejo.
El mismo Bentham planteaba el bienestar económico como algo deseable en sí a diferencia de derechos humanos básicos como educación, trabajo o salud, estos últimos eran deseables en la medida que aportaran al bienestar colectivo, pero no intrínsecos y por ende tendían a resolverse derivados del bienestar individual. En términos de Smith lo que entenderíamos como la mano invisible, no solo es invisible, sino que además siempre golpea a los mismos.
Así es como en pleno siglo XXI. la estrategia del Gobierno para buscar el bienestar colectivo sigue siendo la misma de siglos atrás, el Gobierno maneja la crisis intentando resguardar la vida de las personas en la medida que la economía lo permite, sin resguardar los derechos básicos de las personas.
La incapacidad del Gobierno para tomar medidas a tiempo no es inoperancia, sino la expresión misma del modelo, donde se prioriza la economía frente a la vida. Falso es que no había modelos que pudieran predecir esta situación, claro que no los existían hace 6 meses, pero si los había hace 2 meses, que no los quisieran ver es otra cosa, aunque estos a diferencia de la mano de Smith no eran invisibles.
El Gobierno hoy intenta trasladar la responsabilidad a la ciudadanía, donde si bien hay un sector que no ha sido responsable, hay otro Chile. El de las mayorías que se ven en la necesidad de salir a trabajar para llevar el pan y el sustento al hogar día a día, en esos casos el margen de acción es nulo cuando la empresa demanda asistencia, el Gobierno no mandata realmente a las empresas, el aporte fiscal a los grupos familiares es escaso si nos comparamos con los países OCDE.
Todo lo anterior en nombre de la economía, de maximizar sus indicadores y que la carga asociada a derechos humanos básicos de las personas se resuelva en el camino. Así es como 2 siglos después y más vigente que nunca, para el Gobierno la receta sigue siendo la misma: la de Bentham, otra vez.