lunes, octubre 14, 2024

Los dos textos

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La elección del próximo 4 de septiembre tiene que ver, no con uno, sino con dos textos. Tiene que ver con el texto de la Constitución del 80, promulgado bajo una dictadura, y con el nuevo texto emanado de la Convención Constitucional, elegida por la ciudadanía en votación directa y universal.

Aunque suene reiterativo, en unas semanas iremos a los lugares de votación para aprobar o rechazar el texto ofrecido por la Convención Constitucional, para cambiar o para seguir con el texto originado durante el gobierno de Pinochet enmendado por las reformas de 1989 y 2005, entre otras, pero ampliamente impugnada por la ciudadanía en el plebiscito de 2020.

Los dos textos están relacionados, porque uno no puede existir sin la desaparición del otro. La identidad, el perfil y el carácter de uno, se explican por la fisonomía del otro. Ambos son recíprocamente excluyentes. Son vital y mortalmente correspondientes: la supervivencia de uno está sujeta a la extinción del otro. No se puede estar con la Constitución del 1980 sin refutar la Constitución de 2022, y viceversa, quien acepta el nuevo texto es porque no quiere el texto de hace cuarenta años. Luego, si las alternativas del plebiscito son binarias, es porque los textos entrañan dos macro proyectos políticos.

La naturaleza de la política no ha querido que ambos textos coexistan, pese a los experimentos de laboratorio que han rastreado el eslabón perdido de un Plan B o de una Tercera Vía. A contrapelo, también, de quienes han explorado y excavado en la Constitución de la doctora Bachelet. Ella misma ha desalentado tales expectativas. Ha dicho sin rodeos, reales o aparentes, que está por el Apruebo y, a mayor abundamiento, cantando a Pablo Milanés, ha recitado que la propuesta hecha por la Convención no es perfecta, pero se acerca a lo que siempre soñó.

Pero los dos textos entrañan dos caminos divergentes que llevan, uno, al norte, el otro al sur. Cada uno de los cuales es representativo de una cultura política, un color, una tendencia, una alianza de intereses semejantes y un elenco de opciones presidenciales. Es inconcebible que después del 4 de septiembre exponentes del Rechazo puedan pretender ser candidatos de una coalición de centroizquierda, y, en su revés, es bastante inverosímil que algún vocero del Apruebo pueda descollar en un conglomerado de centroderecha.

Lo que se observa en la actual coyuntura es que desaparecieron ―o se ocultaron oportunamente― los términos medios, y que los más exaltados y radicalizados han pasado a ser precisamente aquellos que otrora presumieron de ser moderados. Parece cierto que estamos en presencia de otro campo de fuerzas donde la disputa que se libra es entre las oposiciones estructurales abiertas por el proceso constituyente.

«No son treinta pesos; son treinta años», podía leerse en las pancartas del estallido social de octubre de 2019. Los sectores de la ex Concertación que hoy en día promueven el Rechazo, se sintieron entonces interpelados por ella, pues la consideraban una propaganda injusta, lacerante y dolorosa. Pero esta consigna, que resume el malestar social ambiente, lo mismo que despierta las reacciones defensivas de la elite, se inauguró antes de aquellas jornadas de octubre en que el poder constituyente abrió los cauces de la reforma en curso.

Los dos textos, las dos culturas políticas, los dos caminos de Chile, los puso de relieve el ministro Andrés Chadwick el 15 de marzo de 2018, recién instalado el gobierno de Sebastián Piñera. Con una elocuencia, una arrogancia y una superioridad de destino inimitables, hizo de su discurso una magistral lección de anatomía de la clase dirigente chilena.

Logró sintetizar en un lenguaje llano y desenfadado la comunidad de intereses que durante treinta años habían forjado las elites en las altas esferas del poder, la riqueza y el prestigio. Fue en ese momento cuando el empresariado lo ovacionó al afirmar que «no queremos que avance el proyecto de una nueva Constitución… Una Constitución no es un juego… Y, de la misma forma, el proyecto de reforma constitucional destinado a modificar el capítulo xv de la Constitución, que dice relación con los quorum y la forma de modificar la Constitución… No podemos tener una Constitución que pueda ser reformable fuera del Congreso Nacional, fuera de la representación popular…».

Testigo de esta voluntad atávica, opresiva y, a la vez, protectora de la estabilidad y de sus certezas jurídicas, fue la senadora Ximena Rincón, única mujer con derecho a voz en el círculo de empresarios. En su alocución, como ahora, dio por superadas las categorías de izquierda, centro y derecha, y, por todo matiz frente a las macizas definiciones estratégicas de la derecha política y económica, se limitó a bosquejar la noción de una oposición inteligente.

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