Esta semana, como la mayoría desde que asumió sus funciones, ha sido compleja para el Gobierno. Paro de camioneros, reordenamiento de gabinete y polémicas agrandadas, ha sido lo que ha marcado estos días de la administración de Apruebo Dignidad. Las turbulencias siguen azotando ese avión llamado La Moneda, mientras se intenta lidiar con los evidentes problemas de instalación.
Hay claras deficiencias en el comité político que pueden provenir de su organización, de la falta de complicidades en una estructura principalmente generacional y de lo cuesta arriba que le ha quedado a la ministra del Interior poder salir del entuerto en el que quedó sumida debido a haber afirmado una acción que no era tal de parte del gobierno anterior en materia de inmigración.
Pero centrémonos en una polémica agrandada que debió enfrentar el día martes el Gobierno en medio de un acto simbólico en el que el Presidente intentaba cerrar el proceso de instalación y darle más poder a Izkia Siches. Cuando llegó el momento de las preguntas, una periodista del diario La Tercera le consultó al mandatario sobre la posición de palacio ante el plebiscito de salida de la Convención Constitucional, y la opinión crítica que tendrían algunos al interior de éste por lo que él ha manifestado sobre la no neutralidad respecto al proceso. Boric erradamente le insistió a la periodista una vez sobre quiénes serían los que criticaban la postura oficialista y luego apuntó a su gabinete ironizando. Sus ministros y los presidentes de partidos presentes rieron y en las redes sociales se leyó casi como un atentado a la libertad de expresión.
Colegas de todos lados hicieron causa común con la profesional. Algunos acusaron soberbia y otras, como la diputada Pamela Jiles, curiosamente apelaron a un falso feminismo, como si a las mujeres no se les pudiera rebatir ciertas aseveraciones por el sólo hecho de serlo.
No es todo, porque el medio para el que trabaja la periodista dio a entender algo que cualquier persona que razona un poco sabría que no es tal. Sirviéndose de algunos comentarios de redes sociales, para agregarle pelos a la sopa, La Tercera se preguntaba, en su sección de “factcheking”, si era Karina Oliva quien estaba a un costado del Presidente en la conferencia de prensa en La Moneda, sabiendo todo lo que -quien fuera candidata a senadora- representa por estar involucrada en un asunto aún por aclarar de supuesto financiación irregular de la política. Era lógica la respuesta, pues era la ministra de Cultura, Julieta Brodski, y no Oliva. Si uno abría la noticia, la encontraba. Pero sería bueno preguntarse por qué instalar el tema.
La respuesta, de nuevo, es lógica. Porque no hay periodismo puro, ya que por más que gente de izquierda y de derecha salga a defender a una colega como si el solo hecho de hacer periodismo te cubriera de un manto de imparcialidad e impermeabilidad ideológica, es falso. Y eso los medios norteamericanos lo entienden perfectamente, razón por la que uno sabe qué está leyendo y qué noticiario está viendo.
¿Es cierto que el periodismo es fundamental para el desarrollo de la democracia? Claro que sí. Y es natural que algunas corporaciones periodísticas apunten hacia uno u otro lado de acuerdo a los intereses, porque los medios son máquinas de hacer política. Sirven para poner sobre la mesa ciertas agendas, ciertas miradas.
Pero lo razonable sería que, al menos mientras no haya una democratización de su propiedad, existiera honestidad intelectual y menos arrogancia respecto a una profesión que, como todas, es humana.
El ejercicio del periodismo debe mostrar en los hechos que está a favor de la democracia, y no solo por hacer reportajes o artículos de opinión, vestirse de la demócrata, cuando muchas veces responde a líneas editoriales que tienen clarísimo por qué hacen o no algunas portadas o algunas notas. Se ve feo y hasta es hasta un poco insultante para la inteligencia.