jueves, septiembre 12, 2024

El diseño de Correa

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Hacia el final de la entrevista ofrecida en el cuerpo de Reportajes de El Mercurio el día domingo 19 de Marzo de 2023, Enrique Correa, exministro de Patricio Aylwin y prominente creador y dueño de la empresa de asesoría comunicacional Imaginacción, señala tajante que el Golpe de Estado de 1973 es un crimen: “¿Cuál es para usted, la importancia de la conmemoración de los 50 años del Golpe? –pregunta el entrevistador: “Lo primero es decir que el Golpe de Estado fue un crimen. Y los crímenes no se explican con contextos y razones. Son crímenes.” Interesante posición. Sobre todo, cuando al denunciar el crimen ajeno, no se advierte su participación activa en su profundización en y como democracia.

Correa porta en sus palabras el concepto de historia restituido por la Concertación y su discurso en torno a la democracia: el Golpe de Estado marcaría una inflexión en la “larga tradición democrática” y constituiría, por tanto, una excepción, respecto de la normalidad, una anomalía al interior de un concierto de regularidad. De esta forma, el Golpe, y la dictadura de Pinochet nada tendría que ver con la consecuente transición a la democracia.

Esta última quedaría sustraída del terror, fuera del momento sangriento y, en este sentido, constituiría la etapa restauradora de la normalidad perdida. ¿Quién dudaría que el Golpe de Estado fue un crimen? Quizás muchos, por cierto. Pero el punto es si acaso cuando Correa denuncia el crimen en otros no hace más que hacer pasar desapercibido cómo la transición misma de la que él fue parte y en la que él ha asesorado a un conjunto de personajes beneficiados directamente por la dictadura, no fue sino el crimen mismo, su consumación, precisamente por haber restituido la supuesta “normalidad”.

El discurso concertacionista enfatiza la discontinuidad entre la dictadura y la democracia, mientras nosotros vemos la continuidad de grados de intensificación por la que se consuma el crimen golpista en la impunidad de la democracia. Para los líderes concertacionistas los gestos fueron suficientes. Y si no lo fueron, “todo es perfectible”, dirán. Incluso, sacan del bolsillo la fábula –ese relato que permitió producir el miedo para gobernar sin el tirano- con que si se democratizaba el país los militares podían volver y los empresarios huir. Por eso, en el relato presentado, el crimen dictatorial se habría desterrado de la democracia, a pesar que ésta última, se jugó a partir del sistema político y económico propuestos en dictadura que la nueva democracia no administró simplemente, sino que se invistió de él para impedir a toda costa la posibilidad de que la potencia de los pueblos –que irrumpieron contra la dictadura desde principios de los años 80-  volvieran a escena. 

Es a la luz de la implantación de este singular katechón democrático que entendemos el perfil de Correa: es el nombre de la normalidad donde la política se reduce a “acuerdos”, las fuerzas a simples “equilibrios” y los discursos son conminados a buscar el “centro”. Correa es la transición misma, fue la “correa” con la que se domesticó la democracia o, si se quiere, el devenir normalidad del crimen dictatorial en la medida que la transición fue la cristalización del pacto oligárquico de 1980.

Justamente el pacto que las mismas fuerzas que lo produjeron hoy intentarán replantear a la luz del “Acuerdo por Chile” bajo el cual funcionará una “comisión redactora” totalmente exenta de cualquier “proceso constituyente” y que ha supuesto borrar la decisión popular del plebiscito de entrada y también del de salida: el primero decidió una Convención 100% electa y ahora el Acuerdo por Chile nos ofrece una Convención prácticamente designada por el Senado y llena de cerrojos internos; el segundo, por cierto, decidió rechazar la nueva propuesta constitucional elaborada por la Convención Constitucional 100% electa, pero su rechazo nada decía respecto de desmentir la decisión popular del plebiscito de entrada ni de establecer un “Acuerdo por Chile” restringido a los partidos políticos y su oligarquía.

Todo eso fue parte de la estrategia golpista que usurpó el proceso y lo capitalizó para su beneficio que implica elaborar un nuevo pacto oligárquico: un nuevo pacto cuyo diseño fundamental está planteado en la entrevista de Correa. ¿Habrá salido de Imaginacción el “Acuerdo por Chile”? ¿Finalmente el nuevo proceso de redacción constitucional fue un simple diseño comunicacional surgido de una importante oficina asesora? Por cierto, el pacto propuesto aquí, será un viejo y nuevo pacto.

Renovación del único pacto que ha dado gobernabilidad al país, gracias a la consistencia de su violencia oligárquica: el pacto portaliano que se ha reproducido en diferentes momentos históricos y que Correa sintetiza con maestría en el mismo titular de la citada entrevista al decir que se trata de “(…) generar un pacto pro-inversión”. Una política reducida a los intereses de la inversión redunda una política que solo puede devenir economía, es decir, pura administración cuya lógica se impone frente a cualquier posibilidad de transformación.

En este sentido, el diseño de Enrique Correa reproduce completamente el diseño de Portales proyectado para las nuevas formas neoliberales en curso. A esta luz, el Golpe de Estado de 1973 por cierto fue un crimen. Pero ese crimen jamás fue redimido, sino profundizado por la transición y su “normalidad”. Que Correa sea el crimen mismo que denuncia, lo atestigua la simple historia de esta agencia comunicacional llamada Imaginacción.

Rodrigo Karmy
Rodrigo Karmy
Doctor en Filosofía. Académico de la Universidad de Chile.

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