Mucho ha llamado la atención el silencio de Amarillos y Demócratas respecto al texto constitucional ya terminado por los consejeros. En redes sociales no solamente los clásicos críticos de estos movimientos o partidos han salido a reclamar en contra de lo que no han dicho sus exponentes más visibles, sino también uno que otro miembro que se ha sentido algo desilusionado por su rol.
Ante esto, lo que surge es la pregunta de rigor en casos como estos: ¿qué son realmente quienes dijeron ser los garantes de la moderación y el respeto de la institucionalidad ante los que decían eran excesos ideológicos de la convención pasada? ¿Son realmente los propietarios de la prudencia democrática? ¿Son realmente los hijos del legado concertacionista y los llamados a conservarlo por los tiempos de los tiempos amén?
Eso es lo que quisieron decir en aquellos días de fervor y desilusión ante lo que sucedía en la Convención. Quisieron apoderarse de lo que la Concertación fue y debió afrontar en los tiempos en que Pinochet hacía en los noventa como si fuera el gran carcelero de esa aún joven democracia. Quisieron comparar las disyuntivas que debió enfrentar el conglomerado en esos años con lo que pasaba en medio de una crisis en la cual todos tenían-y tienen- una explicación muy acorde a lo que quieren creer.
Pero muchos de ellos no fueron los reales encargados de liderar el proceso transicional chileno. Salvo excepciones, quienes estuvieron y están atrás de Amarillos y Demócratas no fueron parte de las grandes decisiones concertacionistas. Más bien son una generación que quedó entremedio de sus padres y sus primos chicos, que vendrían a ser el Frente Amplio. Son los que brillaron poco, teniendo entre los suyos a luces demasiado brillantes como Carolina Tohá.
¿Motiva eso al resentimiento con la “nueva izquierda”? Yo diría que hay una revancha con quienes hoy gobiernan. Y no está mal que así sea. La política no es, al contrario de lo que nos quieren contar, un lugar en el que el raciocinio está por sobre los sentimientos más humanos, y donde la unidad debe posarse por sobre los antagonismos de toda índole. Ése es un precioso cuento para contarle a nuestros hijos antes de acostarse, pero nada más.
Las contiendas políticas se llevan a cabo siempre tratando de ganar pequeñas grandes batallas. Lo hizo el freanteamplismo, tal vez sin medir las consecuencias en algunos aspectos.Y lo están haciendo estos viejos/jóvenes que no quieren que se les pase el tiempo, ya que estuvieron muchos años tras los próceres de la transición democrática.
El gran problema es que no hay un proyecto más que haber rechazado el texto anterior y logrado una victoria sobre el gobierno de Boric. No hay ideas más que consignas noventeras como el “consenso” y los “grandes acuerdos”, que no toman en consideración las condiciones en que se construyó esa “democracia de los acuerdos” de la que tanto se habla, pero tan poco se desmenuza.
Y esta puede una de las razones por las que se pararán tras el A favor. Porque es el terreno más seguro sobre el que pararse en días como estos, ya que pueden encontrar nuevos aliados y hacer como si realmente hicieron algo, sin haberlo hecho del todo.