Las elecciones presidenciales en Brasil, programadas para el próximo mes de octubre, pueden registrar un hecho inédito en la historia de ese país, que sería la realización de dos sistemas paralelos de conteo de los votos.
La iniciativa es del presidente Jair Bolsonaro, quien promueve desde 2020 una campaña de desprestigio contra el sistema electoral brasileño, alegando que sería muy vulnerable a posibles fraudes.
Su argumento se basa en cuestionamientos sobre el sistema electrónico de votación, adoptado por el país en 1998 y vigente hasta hoy, y que el mandatario considera ser “blanco de ataques realizados por hackers de izquierda”. Ese relato es contestado frecuentemente por el TSE (Tribunal Superior Electoral, principal autoridad en las elecciones brasileñas), quien asegura que las urnas electrónicas no están conectadas a internet, y por lo que no podrían ser manipuladas desde lejos.
Sin embargo, Bolsonaro no acepta esas justificaciones. Desde el año pasado, el presidente brasileño trata de movilizar a sus seguidores en una campaña para establecer que las urnas electrónicas tienen que imprimir el voto electrónico, para que este sea depositado en una urna convencional.
Ahora, su nueva propuesta incluye que esas urnas sean parte de ese conteo paralelo, que tendrá que ser realizado por los militares, mientras que el TSE haría el conteo con los datos guardados electrónicamente en las urnas – este conteo de la autoridad electoral es el único que se ha hecho en Brasil en las últimas seis elecciones, incluyendo la última, vencida por el actual mandatario. Según la nueva propuesta oficialista, para que el resultado de los comicios sea válido, los dos conteos tendrán que arrojar números idénticos.
Para la oposición, la propuesta es una excusa para no aceptar una eventual derrota en las elecciones de octubre, en la cual el mandatario buscará su reelección, pero se ve superado en las encuestas por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, candidato que ha reunido gran parte de los partidos de izquierda y de centro a favor de su fórmula.
Tanto las candidaturas adversarias cuanto la prensa local acusan Bolsonaro de apuntar al mismo discurso utilizado por su último aliado extranjero, el expresidente estadunidense Donald Trump, quien pasó toda la campaña asegurando que los comicios de 2020 en ese país iban a ser fraudados, lo que sirvió de caldo de cultivo para el intento de golpe de Estado de 6 de enero del año siguiente, cuando sus apoyadores invadieron el Capitolio, edificio sede del Legislativo estadunidense, tratando de evitar que se oficializara el reconocimiento de la victoria electoral de Joe Biden.
Según el periodista Hugo Souza, en columna del Jornal GGN, “mucho se habla de la posibilidad de que Bolsonaro no acepte el resultado de las elecciones de este año, siguiendo el libreto de Trump hace dos años. Pero este jueves (5/5), en una transmisión en vivo, el mandatario dio a entender que incluso puede ir más allá y quizás no esperará a que lleguen los comicios, intentará un autogolpe antes.
La opinión de Souza la complementa otro periodista, Leonardo Sakamoto, en artículo para Folha de São Paulo donde hace un análisis desde los escenarios mostrados por las encuestas desde septiembre del año pasado, y como ha evolucionado la diferencia en las intenciones de voto entre Bolsonaro y Lula da Silva: “hoy lo más probable es que tengamos una segunda vuelta. Pero no es imposible que se resuelva en la primera. Una parte de los votantes que prefieren a otros candidatos migrará a las dos candidaturas principales en la recta final de la primera vuelta, para que se decida más rápidamente la contienda para uno u otro lado. En ese escenario, no sería una sorpresa si Bolsonaro tratara de adelantar la preparación del terreno para el no reconocimiento de los resultados electorales, con el apoyo de las Fueras Armadas y de una parte del Congreso Nacional. El discurso del golpe es la parte más sólida de su programa electoral”.
Sakamoto basa su comentario en el historial de las encuestas de Ipespe, incluyendo la publicada este viernes (6/5), que muestra a Lula atrincherado en los 45% desde septiembre de 2021, mientras que Bolsonaro se mantiene cerca de 30% hace más de un mes. Para la segunda vuelta, Lula fluctúa dentro del un mismo margen desde noviembre, mientras que Bolsonaro hace lo mismo desde febrero. En la más reciente el candidato de izquierda vence por 54% contra 34%.
Desde entonces, Lula ha sido acusado de tocar temas polémicos, defendió el derecho al aborto, criticó a Zelenski, defendió revocar la reforma laboral de Michel Temer (que redujo los derechos de los trabajadores) y el límite en el gasto público impuesto por el actual gobierno. Mientras que Bolsonaro ha atacado verbalmente a la Suprema Corte y al sistema electoral, y ha llevado el país a tener la mayor inflación desde los Años 90.
Pero quizás el elemento más importante, tanto para las perspectivas electorales sobre un posible autogolpe bolsonarista sea la promesa manifestada por Lula el pasado mes de marzo: en una entrevista, el expresidente dijo que, en el caso de regresar al Palacio del Planalto en 2023, sacará a los cerca de 11 mil militares que el actual mandatario instaló en cargos públicos, incluyendo 8 ministros y muchos asesores cercanos a ellos, y también a los ministros civiles.
Coincidencia o no, desde entonces el alto comando de las Fuerzas Armadas brasileñas pasó a apoyar más claramente el discurso de Bolsonaro de que el sistema electoral es vulnerable a fraudes, y parece ser cómplice de esta propuesta reciente de poner a militares haciendo el conteo paralelo de los votos en las elecciones.