El Palacio da Alvorada, residencia oficial del Presidente de Brasil, fue el escenario de un evento el pasado lunes en el cual el mandatario de ese país, Jair Bolsonaro, reunió a cerca de 60 embajadores de todo el mundo para exponer sus pesadas críticas contra el sistema electoral electoral brasileño, que funciona a través de urnas electrónicas.
El discurso de Bolsonaro durante el encuentro no trajo nada nuevo. Es parte de una retórica que viene repitiendo desde 2021, pero llama la atención el tono del mandatario al casi asegurar que las urnas electrónicas brasileñas son vulnerables y que los comicios de este 2022 serán defraudados.
También es curioso el hecho de que esa teoría pasó a ser adoptada después de que la Suprema Corte de Brasil absolvió al ex Presidente Luiz Inácio Lula da Silva de las acusaciones de corrupción que tenía en su contra, y le devolvió sus derechos políticos.
Desde entonces las encuestas siempre pusieron al ex mandatario como principal favorito para los comicios marcados para el próximo mes de octubre: en la más reciente, publicada por DataFolha a fines de junio, Lula tenía un 47%, contra un 28% de Bolsonaro. Además, la suma de todos los demás adversarios de Lula alcanzaría un 41%, lo que significa que, con el porcentaje que tiene actualmente, el líder sindical de 76 años sería elegido para su tercer mandato como Presidente de Brasil.
No cabe duda que Brasil será el escenario de una próxima elección presidencial de gran relevancia a nivel latinoamericano y mundial, sobre todo por ese escenario en donde se enfrentan uno de los íconos de la extrema derecha, como es Jair Bolsonaro, contra Lula da Silva, que significaría el regreso de un líder de la primera oleada de presidentes de centroizquierda en América Latina, contemporáneo a Ricardo Lagos, Evo Morales, Néstor Kirchner y Hugo Chávez; estos dos últimos fueron sus principales aliados durante su presidencia.
Por su parte, Jair Bolsonaro se ve quizás como uno de los últimos ultraderechistas en el poder, sin el apoyo del colombiano Iván Duque y del británico Boris Johnson, además del estadounidense Donald Trump.
En todo caso, el bolsonarismo emula al ex mandatario de la Casa Blanca en su estrategia para revertir una posible derrota en las urnas, que consiste en denunciar un posible fraude antes de la votación, como forma de sembrar el argumento que será usado en octubre -la primera vuelta está agendada para el día 2 de octubre- en caso de que el resultado de las urnas le sea desfavorable.
Fue exactamente lo que hizo Trump en 2020: afirmó que el voto por correspondencia, muy utilizado aquel año debido al contexto de la pandemia de Covid, sería utilizado por el Partido Demócrata para realizar un supuesto fraude. Sin embargo, la estrategia no le resultó y las autoridades electorales norteamericanas aceptaron el triunfo del actual mandatario, Joe Biden.
Habrá que ver si Bolsonaro tiene alguna carta bajo la manga y si logrará su éxito con la misma jugada que falló en los Estados Unidos hace dos años.
