El surgimiento de diferentes variantes del coronavirus SARS-CoV-2 impide que con la vacunación masiva en muchos países sea posible dar por terminada la pandemia que aflige al planeta hace más de dos años.
Si uno va a los datos duros, como los recopilados por la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos) , tendrá el alivio de ver que el mundo está muy cerca de alcanzar la marca de 10 mil millones de dosis de vacunas administradas, lo que supone que más de 2 mil millones de personas han recibido el esquema completo más el refuerzo -es decir, 3 dosis de alguna de las más de diez vacunas anticovid conocidas actualmente-, y otros tantos han recibido al menos 2 dosis.
Aunque sea cierta esa cantidad de esquemas completos, lo importante en este escenario, y que tiene directa relación con el surgimiento de nuevas cepas del coronavirus, es la tremenda desigualdad en la vacunación, lo que genera un verdadero “apartheid vacunal”, según la definición de algunos expertos que han denunciado ese problema.
La parte más evidente de aquello está en África. Según un estudio publicado por la OMS (Organización Mundial de la Salud) la mayoría de los países africanos registra menos de un 10% de personas vacunadas con esquema completo. Además, hay naciones donde esa cifra es de menos de 2% (Sudán, Níger, Tanzania, Mali, Madagascar y Burkina Faso) y otros con menos de 1% (Congo Kinshasa, Chad y Guinea-Bisáu).
En esos mismos países, la cantidad de personas vacunadas con solamente una dosis también es muy grande, aunque eso también es un gran problema en algunos lugares de Asia, Oceanía e incluso en pequeñas naciones de Centroamérica y del Caribe.
Esa situación tampoco es favorable, según los expertos, porque no permite una completa inmunización de las personas. De esa forma, la propagación del virus sigue produciendo hospitalizaciones y muertes, además de mantener el escenario favorable a su mutación, lo que genera las nuevas variantes.
Actualmente, la cepa dominante en Chile y en casi todo el mundo es Ómicron, surgida en el continente africano, se supone que a mediados de noviembre pasado. No es la primera cepa del coronavirus que tiene ese origen, y quizás tampoco sea la última, si consideramos la falta de iniciativas para revertir el flagelo de los africanos como los menos vacunados del mundo.
Chile es parte de ese problema, aunque no sea responsable por ello. El gobierno de Sebastián Piñera encontró en la vacunación la última posibilidad de conseguir un logro para su gestión, criticada en casi todos los aspectos, incluso en la respuesta a la pandemia, que empezó con las medidas de Jaime Mañalich basadas en la fracasada teoría de la inmunidad de rebaño. Nuestro país es uno de los primeros del mundo (junto con Israel) en ofrecer una cuarta dosis a algunos grupos en mayor riesgo.
Según el estudio “Our World in Data”, ligado a la Universidad de Oxford (Reino Unido), Chile es el segundo país del mundo con mayor cantidad de dosis vacunales administradas por cada 100 mil habitantes, de acuerdo a la última actualización del 17 de enero pasado. Un ranking que está liderado por Cuba, y cuyo Top Five es completado por Emiratos Árabes Unidos, China y (menuda sorpresa) Brasil. Este último ha podido avanzar gracias a las iniciativas de los gobernadores estaduales, que están en contra de las políticas negacionistas del Presidente Jair Bolsonaro.
Las medidas tomadas por el gobierno chileno son parte de una carrera por la cuarta dosis que moviliza incluso a los países en desarrollo, aunque por supuesto detrás de los más desarrollados. Algunos expertos han denunciado desde mediados del año pasado que ese escenario favorece a los intereses de las grandes farmacéuticas, mientras impiden un acceso más justo a las vacunas en todo el mundo.
Uno de los primeros en exponer esos problemas fue el salubrista español Joan Benach, del Grupo de Investigación sobre la Desigualdades en la Salud de la Universidad Pompeu Fabra (Catalunya). Desde mayo del año pasado, el académico defiende que “el modelo neoliberal de vacunación representa un enorme negocio económico y un modelo geopolítico insolidario en el que los gobiernos de los países ricos han acaparado masivamente vacunas practicando el ‘yo voy primero’”.
Benach también fue uno de los primeros en utilizar el término “apartheid vacunal”, al apuntar que el 85% de las dosis de vacunas anticovid producidas en el mundo son adquiridas por un grupo de más o menos 40 países –incluyendo Estados Unidos, Canadá, los miembros de la Unión Europea y algunos asiáticos y latinoamericanos-, o países productores de sus propias vacunas, como Rusia y Cuba. Los 15% restantes tienen que ser distribuidos entre los más de 100 países que no tienen recursos financieros para pelear por mejores condiciones.
Otro factor que favorece a las grandes farmacéuticas y a los países más ricos –y que también tiene que ver con el modelo neoliberal- está relacionado a los derechos de propiedad de esos productos.
Desde mediados del año pasado, hay diferentes iniciativas desde la OMS y de países como India y Sudáfrica solicitando suspender temporalmente los derechos de propiedad intelectual sobre las patentes de las vacunas durante la pandemia, pero la Unión Europea y los Estados Unidos han presionado en favor del lobby farmacéutico e impedido que eso se concretice.
Solo esa suspensión no sería suficiente pare revertir el “apartheid vacunal”, pero impulsaría un mayor acceso a las vacunas para los países más pobres, permitiendo una mejor inmunización de sus ciudadanos y disminuyendo el riesgo de mutación del coronavirus entre los no vacunados, que serían mucho menos.
Finalmente, hay que señalar que el desequilibrio que se ve actualmente en la distribución de las vacunas también es resultado del fracaso de iniciativas de la OMS para tratar justamente de impedir que eso sucediera, como es el caso del mecanismo COVAX (Fondo de Acceso Global para Vacunas Anticovid), que no se atreve a romper con las reglas del sistema de mercado y también ha cedido al lobby de las grandes empresas, por ejemplo, tardando en reconocer vacunas desarrolladas por laboratorios de China, Rusia y Cuba, que no pertenecen a las Big Pharma.