Luanko, rapero mapuche: «Así como el chileno tiene que saber de historia mapuche, el mapuche también se nutre conociendo a Víctor Jara y de historia obrera y popular chilena»

luanko

Rapero y profesor de Historia. En los últimos años, Gonzalo Luanko ha dado que hablar en el circuito del rap chileno tras sus colaboraciones con Santaferia, Noche de Brujas y Portavoz; pero también, por innovar en el género mezclándolo con estilos como la cumbia y por cantar sus rimas íntegramente en mapudungún. Su filiación sanguínea con el pueblo mapuche y su trabajo territorial como activista y monitor de rap en su histórica población del sector poniente de Santiago, ha provocado que mire con atención la actual crisis de violencia y discriminación en el Wallmapu, acrecentada desde la asunción de Víctor Pérez al Ministerio del Interior.


‘Witrapaiñ’, canción junto a Portavoz y DJ Cidtronyck, suma a la fecha más de cinco millones de visitas en YouTube y ‘Piuke’, junto a Santaferia, supera el millón de reproducciones en Spotify. Luanko, una de las voces más representativas de la nueva generación del rap chileno y famoso por el sincretismo musical e idiomático que trabaja en sus canciones –mezclando rap en español y su lengua madre, mapudungún–, reflexiona desde su acercamiento a sus raíces y la música sobre la actual crisis política y social en la región de La Araucanía.

– ¿Cuál es tu vínculo sanguíneo con el pueblo Mapuche?
– Soy nacido y criado en Pudahuel. Mi mamá viene de Linares, del Río Achibueno, una zona campesina, y mi papá viene del territorio mapuche, de la comunidad de Huillinco, comuna de Contulmo en la Octava Región. Mi abuelo se radicó en Santiago en los años 80, por la migración campo/ciudad que se dio por el empobrecimiento de las comunidades, lo que explica la diáspora. Por eso no es casualidad que muchos de los fundadores de las poblaciones como Lo Hermida, La Victoria, en La Pintana o Pudahuel sea gente mapuche. Yo vengo de esa generación del despojo territorial, despojo en lengua, espiritualidad.

– ¿Qué llegó primero a ti, el aprendizaje del rap o el aprendizaje del mapudungún?
– El rap lo cultivé de más de niño. Iba en 8º Básico, mi mamá trabajaba todo el día, mi papá falleció cuando tenía 12 años. Entonces salí del colegio, me iba a la plaza a improvisar con los chiquillos y hacía grafitis. Ahí aprendí una libertad de expresión que después le fui dando causa. El hip-hop tiene un tronco africano vivo, de hecho, los raperos que uno escuchaba de New York eran todos afrodescendientes. Aprendí que uno de los fundadores de las organizaciones raperas en el Bronx era Afrika Bambaataa, que lo tiene hasta en el nombre. Los raperos del Bronx empezaron a rimar sus necesidades, lo mismo que acá, donde los niños tienen el problema de la droga y se mueren porque no hay semáforos… donde la policía nos reprime. Así que de niño me metí en ese mundo. Cuando salí de 4º Medio me compré un computador, tarjeta de sonido, micrófono condensador, hice talleres autodidactas con amigos. Harto apoyo mutuo en el barrio.

¿Dónde recurriste para aprender el idioma? ¿Herencia familiar? ¿Tomaste talleres? ¿Fuiste a comunidades?
– Me fui al campo. Pasaba meses hablando, escuchando, escribiendo frases, grabando abuelitos. Como soy profesor de Historia, soy disciplinado y tengo buena memoria. Pasaba a veces todo el día tomando mate hablando mapuche en el campo con un abuelito. Los mismos abuelitos se sorprendían porque sus nietos no los iban a ver. El mapudungún está envejecido, el 90% de los hablantes son de la tercera edad, hay poco neohablante y eso es una crisis que estamos viviendo como pueblo. Creo que no hay un camino absoluto. Los talleres de mapudungún sirven mucho, pero no te hacen hablante, solo te dan una base gramatical.

Luanko (Foto: usm.cl)

– ¿Eso lo aplicas en tus clases?
– A mí me ha sorprendido mucho porque hay niños mapuches y chilenos que están cantando en mapudungún solo porque lo encuentran pegajoso y les termina siendo familiar el idioma. Me etiquetan en mi página de Instagram a niños cantando en mapudungún, es bien bonito. Un grupo afrodescendiente que me marcó mucho es Dead Prez, super contestatario, significa “muerte al presidente”. Ellos decían que uno tenía que lograr un equilibrio en la música, que no tenga tanta letra y mal ritmo, porque ahí el tema es fome, pero tampoco buen ritmo y mala letra, porque ahí el tema queda vacío y eso pasaba mucho hace 15 años, que había grupos de rap chileno que tenían mucha letra pero no tenían flow, y otros que tenían el medio estilo, pero rapeaban puras tonteras y no decían nada. De eso me di cuenta como profesor, que un niño se aprende un tema reggaetón super rápido, entonces me dije, “qué pasa si hago un tema pegajoso en mapudungún, así los niños se lo aprenden y con eso se hace justicia”.

– ¿Pasa con niños mapuches y chilenos?
– Incluso en comunidades en el sur. Hay veces que he ido a tocar y me dicen: “Peñi, en vez de escuchar a Daddy Yankee, mi hijo lo escucha a usted”. Yo me siento feliz, porque se equilibra la balanza musical

– ¿Crees que la métrica del mapudungún lo hace más difícil de rapear?
– Para que un tema sea contagioso tienes que desarrollar el flow, la fluidez. La rima tiene que ser versátil, ir rápido, ir lento, rimar en distintos tonos, en todos los rincones musicales, no debe ser plano. Esa versatilidad te la da el escuchar mucha música, sacar hartos temas, entrenarse. Me ha pasado que hay temas que la gente lo canta en mapudungún, en árabe, en francés, pero si no tiene flow va a sonar plano igual. Por eso no lo encuentro difícil, porque me apoyo del trabajo musical y le vamos dando otra vida al lenguaje.

Siempre que se mezclan culturas, en cualquier ámbito, hay personas puristas. ¿Alguna vez has recibido alguna crítica desde el mundo mapuche por cantar rap en mapudungún?
– Si, claro, eso es transversal a todos los pueblos. Siempre va a haber gente más hermética, más fundamentalista, a veces dogmáticos. Me ha pasado de todo y uno tiene que aceptarlo como crítica constructiva. Obviamente el rap no es originario, pero tampoco es occidental, viene de una raíz africana. Por ejemplo, siempre me sedujo mucho que las batallas de break dance y free style eran circulares, muy de tribu, con el poder de la palabra, totalmente de raíz africana. Me ha pasado el otro lado positivo, de abuelitas que me han dicho que no escuchan rap, pero me escuchan a mí y se lo muestran a sus nietos.

– ¿Cómo desarrollas la inclusión de instrumentos mapuche?
– Eso viene de la esencia del hip-hop. Los primeros temas se hacían con samplers, sacando melodías de James Brown, se duplicaban, se ponían baterías y repetían en loop. Acá en Chile tenemos también a Sandro, Leo Dan, que es algo de lo que el rap chileno tiene mucho. Cuando yo hago rap mapuche incluyo elementos multiculturales como cualquiera. Pero lo que no he hecho es hacer un tema solo con instrumentos mapuche, porque desde mi cultura eso es ulkantún (canto mapuche). Lo que yo hago es lef ulkantún (canto rápido mapuche).

– ¿Crees que la música de raíz mapuche ha nutrido a la identidad de la música chilena?
– Creo que ha sido un aporte mutuo, de mucha reciprocidad. La música popular nos nutre a todos, en términos musicales y de poesía. Así como el chileno tiene que saber de historia mapuche, el mapuche también se nutre conociendo a Víctor Jara y de historia obrera y popular chilena. Los Jaivas y Violeta Parra también son ejemplos de esa identidad.

– ¿Y la cumbia? Además de trabajar con el Pollo de Santaferia y Noche de Brujas, tienes tus propias cumbias-rap en mapuche.
– Mi segundo amor musical es la cumbia. Soy terrible cebollero, me gusta picarla fino. Me he desafiado musicalmente, salir de mi zona de confort y hoy ya tengo dos singles de cumbia rap, con música bien cumbiera y rapeando en mapudungún y huincadungún (español).

– ¿Crees que la música popular ha contribuido a acercar ambos mundos?
– Totalmente. La música es un canal pedagógico que toca fibras, corazones, psicología pura, cambia la vida. La música es capaz de ampliar las perspectivas personales, sacarte de la depresión e incluso influir en que personas dejen de ser racistas, porque la música las ha educado. ‘Arauco tiene una pena’ (Violeta Parra) hasta el día de hoy suena; ‘El baile de los que sobran’ (Los Prisioneros) fue el himno del despertar popular de octubre y así muchos otros temas. La música chilena es parte de la médula del pueblo.

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