Estas guerras aberrantes -genocidio incluido[1]-, y antes otras, continúan porque existen poderes políticos-económicos que las permiten y facilitan: gobiernos influyentes y organizaciones internacionales cuyos discursos cómplices por la inacción, nos muestran que la mentalidad patriarcal sigue enquistada profundamente, esa que indica que la apropiación y dominio de bienes y personas es su principal orientación valorativa. Para ello la autoridad y el poder.
Un tipo de organización social -no el único, pero hoy dominante- que, en más de 10.000 años de existencia, desde los pastores nómadas y los pater familias, se viene reproduciendo perfeccionado a través de su principal modelo de desarrollo, el actual capitalismo neoliberal, potenciando el individualismo y la competencia. Este es el mundo que hoy tenemos, junto a viajes al espacio y el desarrollo de la inteligencia artificial. Es decir, Inteligencia humana y estupidez a la vez. “Hace falta un sol doble para alumbrar el fondo de la estupidez humana”, diría Jean Paul Sartre.
Cuánto se ha dicho, escrito y repetido al respecto, como hago yo ahora de nuevo, como si sirviera de algo, más allá de sectores específicos: conocimiento fragmentado, ignorantización forzada, interesada, donde tienen su rol la educación formal e informal y los medios de comunicación.
Existe sobre todo la ignorancia supina: “negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse”.
Por ejemplo, en un programa de radio de la Universidad de Chile, escuché a su conductor dialogar con un invitado sobre ‘el conflicto en Gaza’ -genocidio-, mencionando simplistamente a ‘la naturaleza humana’ (similar a la vieja frase “el hombre siempre ha sido guerrero”). Hacía del esencialismo una explicación que naturaliza asuntos siempre culturales, políticos, sociales y económicos, en cuanto refiere a comportamientos humanos, sean personas o sociedades. Y no era cualquier conductor, como los que abundan, sino un conspicuo integrante de la Academia Chilena de la Lengua.
Cada cual tiene una cuota de ignorancia según el lugar o medio donde se desarrolla o desenvuelve. No se puede abarcar todo, está claro, hay especialidades y especialistas, pero al menos un mínimo común en el entendimiento de lo que nos hace ser quienes somos.
Otro triste ejemplo: el tratamiento crítico y deslegitimador que se dio en la rechazada Constitución 2022 a las demandas y propuestas de amplios sectores sociales conformados principalmente por mujeres, por indígenas y por disidencias sexuales, denominándolas ‘políticas identitarias’, relativas a ’intereses particulares’ o ‘grupos de interés’[2], o peor aún, minorías. Tales políticas identitarias no representarían a toda la población, se decía, o que dejaban fuera la desigualdad social, la cuestión de clase. (Antes la izquierda llamaba contradicción secundaria a la desigualdad de las mujeres, la que se resolvería con el socialismo). Al parecer se olvida que en la cultura que nos forma/deforma, el UNO es blanco-masculino-adulto-heterosexual-occidental.
En un matinal online (agosto 2023), uno de los panelistas expresó que tenía “una discusión en su cabeza entre los temas sociales versus los temas progresistas”[3] que tensionaron el debate a propósito del texto rechazado de la Constitución 2022, es decir, entre educación, salud, pensiones, agua, vivienda versus feminismo, LBGTQ+, pueblos originarios, cuidados, medio ambiente, temas territoriales, ‘que son más nuevos’: cómo se compatibilizan, a qué dar prioridad. Sobre esto preguntó su opinión al invitado al programa, el alcalde de Valparaíso, quien señaló que eran caras de una misma moneda, que el hilo que los articularía sería la discusión pendiente sobre el modelo de desarrollo que tenemos y la sociedad que queremos. Antes había expresado: “hay que volver a hablar de revolución”, no como insurrección sino como un hecho constructivo, como una propuesta, “hay que pensar en el siglo XXI de una forma revolucionaria con nuevos fenómenos sociales, culturales, económicos y políticos”, y con una mirada desde el territorio.
Para terminar con este punto, hablar de feminismo o género no es solo hablar de mujer o mujeres, reduccionismo grave. Es real que la mitad de la población vive desigualdad y discriminación por el hecho de ser mujer. Para hacerse cargo de ello surge la ‘política remedial de género’, en palabras de Alejandra Castillo, es decir, políticas que corrijan tal realidad desigual por motivos de género. Sin embargo, no se va a la raíz en el orden patriarcal, si solo se facilita que las mujeres se desenvuelvan mejor en los ámbitos laborales y familiares, como hacen los países nórdicos, a la cabeza de los rankings de igualdad de género. Esta igualdad de derechos no ha terminado en esos países con la violencia sexual y la brecha salarial, por ejemplo, ni que un gran % de mujeres siga desempeñando trabajos ‘femeninos’ (cuidado de personas, educación y salud, con menores remuneraciones y prestigio social). Mujeres modernas, pero sobre todo mujeres como fuerza de trabajo y de consumo para las necesidades del modelo. Antes se nos requería mujeres dueñas de casa, reinas del hogar, ya no. Los sentidos comunes son otros. No se elige, se es lo que hay que ser en cada tiempo y lugar. En Chile, bajo la imposición interesada de la ‘seguridad’ como problema principal, Ángela Erpel actualiza con cifras críticas la realidad de las mujeres[4].
Feminismo no es solo derechos de las mujeres, feminismo es cambio civilizatorio, es romper con las categorías de género binarias, naturalizadas, que nos apresan en comportamientos determinados y que constituyen la base y el andamiaje de la sociedad patriarcal. Las mujeres somos sus principales reproductoras.
“La gran tarea de las mujeres es descolonizar el imaginario de las mujeres capturado por lo masculino”. “Solo las mujeres pueden cambiar la asimetría que tenemos y que se prolonga en el tiempo” (Diamela Eltit)[5].
Ocurre algo similar en cuanto a equivocidad con ‘el poder’, con el concepto poder, como si fuese un ente externo, ubicado en la cima de la organización social (‘alcanzar el poder’, ‘acceder al poder’, ‘incomodar al poder’), y no lo que las personas ejercen o no, sea donde sea que estén. La revuelta o estallido social de 2019 y la toma feminista de las universidades en 2018, expresaron de múltiples formas el mal/estar de amplios sectores sociales: ejercicio de poder.
Sin embargo, el conservadurismo presente en distintos grados en la población, se reconstituye y reinstala legitimando a partidos de derecha y extrema derecha (poder económico-político).
No hay avances, hay solo algunos logros si no se va a desmantelar este sistema patriarcal actualizado en el modelo de desarrollo capitalista, generador de desigualdad y segregación. Es cosa de ver las cifras crecientes de acumulación de riqueza en un sector minoritario de la población, con corrupción, evasión, elusión, estafas y megafraudes que a veces explotan conociéndose públicamente. ¿Qué es todo eso sino brutalidad pura y dura, propia de sociedades patriarcales de hace milenios?
La guerra, junto con la depredación creciente del planeta por el afán de lucro (Antropoceno), en su máximo y espurio resplandor.
Tanto conocimiento acumulado y cuánto desvirtuado.
[1] https://www.eldesconcierto.cl/internacional/2024/03/02/devastacion-total-en-franja-de-gaza-ante-los-ojos-del-mundo-bebes-mueren-por-desnutricion.html
[2] La primera vez que escuché hablar de ‘grupos de interés’, hace años, fue a profesionales de países europeos refiriéndose a género, identidad de género. Me chocó tal reduccionismo.
[3] https://lavozdelosquesobran.cl/el-matinal/en-vivo-la-voz-de-los-que-sobran-23-08-2023-la-miseria-de-la-derecha-mas-ignorantes-y-soberbios-con-el-dolor-de-las-personas-que-sufren/23082023 (1:35:26)
[4] https://www.ciperchile.cl/2024/03/06/8m-la-crisis-de-seguridad-para-las-mujeres/
[5] https://www.theclinic.cl/2024/02/18/diamela-eltit-y-la-cultura-durante-este-gobierno-la-burocracia-de-los-concursos-la-ausencia-de-proyectos-colectivos-ha-sido-la-constante/