Rodrigo Sepúlveda, el rostro ideal para estos días

El “Sepu” sabe hacia dónde apuntar para no perder su popularidad. Luego de un plebiscito en el que el Gobierno salió derrotado, el periodista de “lo bueno es bueno y lo malo es malo” aprovecha este momento político para regañar al Presidente por la delincuencia que azota al país. Pareciera que se nutre de esa supuesta “sabiduría popular” que estaría tras él por conducir un noticiero de las características del que conduce. Y le resulta.

Con tono medio argentinizado y con una cierta cercanía bastante lejana, el comentarista de deportes Rodrigo Sepúlveda aborda, cada fin de semana, la actualidad y lo que sucede en las calles nacionales. Solo él y unas cámaras hacen de las mañanas de Mega un monólogo constante en el que aparecen mencionados personajes que no se ven, que no hablan, y que serían parte del equipo que lo respalda.

Lo hace con familiaridad, como si toda esa gente trabajara alrededor suyo con el mismo tono coloquial, con la misma sensación de conocer de toda la vida a quien nunca han visto. Sepúlveda, con su forma de moverse en el estudio, provoca la sensación de que conoce a todos quienes entrevista como si fueran amigos de siempre. Y también lo hace con el público, al que tutea como si estuviera frente a cada uno de los que lo conforman de manera física.

Esto lo lleva a darse ciertas licencias. Cuando puede, y quiere, habla como regañando a ese ciudadano que está al otro lado. Se siente con cierta autoridad, esa que le daría esa relación imaginaria con la clase popular chilena, ya que él viviría en carne propia, al ver notas de delincuencia, lo que le sucede al ciudadano medio de este país.

A Twitter le gusta mucho ver sus arranques de rabia. Cuando habla en contra de un lado, entonces es una persona valiente, que dice lo que piensa. Cuando habla en contra del otro, los que están de acuerdo con lo dicho -y estuvieron en desacuerdo antes-, piensan lo que sus adversarios antes pensaban del personaje en cuestión. Es una forma de ganarse cierta transversalidad en días en que la ideología de la inmediatez ha permeado a todos, sin importar las ideas que dicen enarbolar.

El “Sepu” sabe hacia dónde apuntar para no perder su popularidad. Luego de un plebiscito en el que el Gobierno salió derrotado, el periodista de “lo bueno es bueno y lo malo es malo” aprovecha este momento político para regañar al Presidente por la delincuencia que azota al país. Pareciera que se nutre de esa supuesta “sabiduría popular” que estaría tras él por conducir un noticiero de las características del que conduce. Y le resulta.

En días en que los discursos del futuro y del pasado son mirados con desdén por una población preocupada de la inmediatez, las rabietas televisivas de estas figuras hacen más sentido que nunca. El estrés de estos últimos años ha hecho que los reyes del discurso fácil y de la “unidad nacional” vuelvan a tener la atención, incluso en mayor medida que en el pasado.

Existe la sensación de que triunfó el aquí y el ahora, y es cierto. La gente quiere ver cosas materializadas. No quiere preguntarse sobre cómo llegan a suceder, sino que espera con impaciencia que sucedan. Y así es que vuelven a ser importantes aquellos que se paran sobre el bien y mal, sobre los antagonismos o las particularidades. La mejor forma de hacer política es no hacerla. No dividir dividiendo. No hablar de ciertas cosas, sino decir lo que “todos saben”.

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