jueves, septiembre 19, 2024

¿Qué es la nakba?: a 75 años de colonización sionista

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Que la palabra nakba sea una palabra árabe no puede ser un detalle anodino. Es justamente, una marca lingüística que visibiliza la singularidad de una historia vista desde el pueblo palestino. Una historia que se deja escribir en árabe, que se puede escribir en árabe porque otras lenguas no alcanzan a percibir la magnitud de lo que la nakba como acontecimiento significa. Como si con el uso del término, las demás lenguas experimentaran una implosión decisiva frente a la sombra que atraviesa la historia después de la Segunda Guerra Mundial.

Porque dicha guerra habrá terminado para algunos cuando invadieron y se repartieron Berlín, pero para otros continuó bajo otras formas. Los múltiples procesos de descolonización, desde Argelia a Sudáfrica, desde Vietnam a Palestina han mostrado cómo la Segunda Guerra Mundial jamás se detuvo, sino que persistió en la forma de la descolonización trunca de tantos pueblos y tantas fronteras. Palestina es una de ellas. Aferrado a la intempestividad del tiempo histórico, el pueblo palestino ha dado un conjunto de luchas mucho antes que el sionismo se instalara y desplegara su colonización criminal.

Frente a los ingleses primero, quienes establecieron su administración colonial en Palestina en la forma de un “mandato” resultado de la repartición territorial que las nuevas potencias imperiales europeas instituyeron una vez que el atávico Imperio Turco-Otomano iniciaba su fatal proceso de descomposición (acuerdos de Sykes-Picot de 1915); frente a los sionistas, después, cuando 1948 vio la “Declaración de Independencia” del Estado de Israel la consumación de un proceso de movilización de judíos europeos iniciado desde finales del siglo XIX hacia Palestina impulsado por el movimiento sionista y el apoyo militar y financiero británico.

Cuando la voz palestina usa el término nakba urde una narrativa alternativa y singular a los discursos dominantes donde la historia se desnaturaliza y se presenta no como el fatal conflicto “religioso” entre dos enemigos supuestamente “milenarios” planteados como ficticias “fuerzas equivalentes”, sino como el conflicto colonial históricamente circunscrito durante la segunda mitad del siglo XX y políticamente articulado desde lo cual es posible pensar luchas y estrategias. Nakba, por tanto, es el término técnico que desnuda la historia no como el monumento de los vencedores, sino como una ininterrumpida catástrofe que atraviesa como una sombra la experiencia de los vencidos.

En ese sentido, la nakba cristaliza una imagen de la sublevación y no simplemente la representación de una fatalidad frente a la cual las fuerzas de resistencias no puedan enfrentar. Así, concebir la historia como nakba no significa concebir a la historia como una fatalidad que juega al modo de una “tragedia” que marca el inexorable destino de pueblos inundados por la supuesta ignorancia “religiosa”, sino implica que esa historia está siempre por escribirse, puesto que ella solo anuncia lo porvenir de las luchas que imaginan la posibilidad de habitar otro mundo que está anunciado ya en la devastación de su mundo.

Desde este punto de vista, no habrá pueblos “religiosos” ni “fuerzas equivalentes” menos un país que cree ser la “única democracia de Medio Oriente” frente a la barbarie de un pueblo que supuestamente pretendería destruir dicho patrimonio de civilización y humanidad. Al concebir la historia bajo la noción de nakba contemplamos el presente de un conflicto abierto, que no ha terminado y donde cada día juegan nuevas luchas. A esta luz, nakba nos muestra al mal llamado “palestino-israelí” como un conflicto de naturaleza colonial y circunscrito históricamente al fin de la Segunda Guerra Mundial. No se trata de conflicto “religioso” ni “milenario”.

Es un conflicto histórico y político desatado por un Estado que, gracias a su alianza geopolítica con Gran Bretaña primero y con EEUU después, se convirtió en la gran potencia económica y militar de la región al precio de promover un proceso ininterrumpido de colonización que se viste con los ropajes de ser la “única democracia de Medio Oriente” y que silencia cualquier crítica en su contra al convertir a los exterminados de Auschwitz en un chantaje ideológico orientado a generar estrategias de difamación global y de acusación de “antisemitismo” contra todo aquél que ose señalar el crimen que el sionismo no deja de perpetrar.

¿Qué es lo que el sionismo se planteó desde el principio realizar en su lógica colonial? Ante todo, un colonialismo de asentamiento utilizado, en parte, en la estrategia estadounidense para expulsar y exterminar a las comunidades indígenas, así como también en el cono sur durante el siglo XIX (Chile, Argentina, etc.) contra sus propias poblaciones nativas. El colonialismo de asentamiento es un tipo de colonialismo centrípeto que no tiene por objetivo incluir al nativo en el orden colonial, sino expulsarlo de él para “asentar” a la población colona donde antes se hallaba la otrora población indígena que resulta expulsada.

En virtud de su carácter centrípeto, el colonialismo de asentamiento se dirige a producir una a tierra “vacía” que supuestamente estaría virgen y enteramente disponible para la mirada colona. La “tierra prometida” –sintagma presente tanto en la narrativa estadounidense como en la israelí- no es más que el nombre de esa tierra que se presenta como disponible para su explotación capitalista porque es vista como “virgen” y propiamente “vacía” de cualquier comunidad nativa. A esta luz, capitalismo y colonialismo de asentamiento son dos nombres para una misma forma.

Todo esto lo contemplamos irreductiblemente con la nakba. Porque sólo con dicho término podemos asumir qué significa una catástrofe: la colonización de asentamiento instaurada desde hace 75 años que se profundiza con impunidad y que pretende una sola cosa: borrar la existencia del pueblo palestino, expulsarlo, dejarlo sin tierra alguna. Pero, a la vez que el nombre nakba denuncia la catástrofe, abre el circuito de luchas por parte del pueblo palestino y de los pueblos solidarios (también de miles de judíos que apoyan al pueblo palestino) que interrumpen el actual estado de cosas y permiten contemplar la mítica historia contada por el sionismo como una historia catastrófica donde la Segunda Guerra Mundial nunca terminó.

En Palestina, la nakba asumió tres formas que se yuxtaponen históricamente: la expulsión o “limpieza étnica” desencadenada en 1948 con la expulsión de más de 700 mil palestinos de sus territorios, la ocupación perpetrada por la guerra de los 6 días donde Israel conquista militarmente Cisjordania y Gaza (actualmente Naciones Unidas los designa como “Territorios Ocupados”) y la segregación o apartheid consumada desde los Acuerdos de Oslo entre 1992 y 1993 y cristalizada en el muro de división que no cesa de construirse hasta el día de hoy condenado por el Tribunal de la Haya en el año 2003. Expulsión, ocupación y segregación son tres modos de la nakba, tal como ésta se ha desplegado ininterrumpidamente durante 75 años.

Y sin embargo, la nakba no es, en la actualidad, privativa del pueblo palestino. En una entrevista titulada “Nada soluciona nada” realizada al cineasta palestino Elia Suleiman, se le pregunta acerca de qué es lo que él entiende por “palestinización” del mundo[1]. Suleiman responde: “Tengo la sensación que la soledad y aislamiento que siento muy profundamente acerca de lo que nos está sucediendo globalmente, es una razón de porqué quise hacer films acerca de la palestinización del mundo. Simplemente porque podemos ver todo lo que está ocurriendo. Estamos todos bajo ocupación, de alguna u otra forma.” Para Suleiman, por tanto, no se trata de hacer películas acerca de “Palestina” sino de mostrar la indecidibilidad entre Palestina y el mundo, en la medida que éste último ha sido palestinizado:

“Estamos todos bajo ocupación” -dice Suleiman. Pero, siguiendo la idea de Suleiman, podríamos decir que todos estamos bajo un régimen de colonización que lleva por nombre neoliberalismo. A esta luz, podríamos sostener que, en este sentido, el término árabe nakba no solo designa la catástrofe palestina acontecida con la creación del Estado sionista sino, a la vez, la catástrofe planetaria en la que vivimos. Por eso, parafraseando a Achille Mbembe, podríamos decir que hoy estamos experimentando el devenir nakba del mundo en el que Palestina –ese lugar que la colonización sionista convierte en sin lugar- irrumpe como el paradigma de nuestro presente.

                                                                                                                 

[1]Elia Suleiman Nothing solves nothing. https://mubi.com/es/notebook/posts/nothing-solves-nothing-a-conversation-with-elia-suleiman.

Rodrigo Karmy
Rodrigo Karmy
Doctor en Filosofía. Académico de la Universidad de Chile.

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