jueves, septiembre 19, 2024

No se trata del trago de Izkia: es el odio a la democracia

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El ataque sistemático a Izkia y Alejandra Matus, desde los más diversos sectores; desde el descrédito del doctor Paris a la representatividad de la presidenta de un colegio, hasta la desconfianza y el enjuiciamiento de quienes intentan dar clases de periodismo a Matus, recuerda el atraso de las dinámicas democráticas en un país como Chile.

La hipocresía de defenestrar a alguien por tomarse un trago, esta vez centrada en el ataque a la presidenta del Colegio Médico Izkia Sichez – por una supuesta foto de un carrete juvenil que está circulando-, demuestra el avance irremediable de la estrategia de los grupos que en la actualidad pretenden moldear la política en base al efecto de fake news, pelambres, conspiraciones y golpes bajos amparados en la resonancia de las redes sociales. El tipo de ataque; foto tomando trago, rumor de romance, historia de vida, da lo mismo. Siempre tendrán algo, porque la idea es mantener el bombardeo contra quien consideran hoy una amenaza.

Pero más allá de la estupidez de tratar de manchar a alguien porque como joven se divierte tomando alcohol en una discoteque, lo importante del más reciente ataque a Izkia es el momento en que se produce. Al mismo tiempo en que las trincheras que en las redes defienden al gobierno disparan contra Izkia, lo hacen contra la periodista Alejandra Matus, identificando en sus figuras los nombres y rostros que representan la razón que ha interpelado al gobierno a actuar de manera diferente para evitar la gravedad de la crisis actual por coronavirus. 

Esto es lo importante: a las guerrillas derechistas de Twitter no es el lícito trago de Izkia lo que les molesta -pues jamás les molestó la copa de vino de la presidenta UDI en horario de trabajo, ni el violento escándalo de la diputada Leuquén, con agresión a trabajadores-; la razón del ataque de estos días es lo que Izkia ha dicho y sigue diciendo. Hoy es la foto de un carrete, mañana puede ser la ropa que usó el 2001, da lo mismo.

Lo que no soportan es que Izkia haya exigido cuarentena en Santiago mucho antes, es que haya exigido transparentar los datos mucho antes, es que haya exigido consideración efectiva del colegio médico en las reuniones de oídos sordos. Lo que a la derecha organizada en cuadrilla de trolls le molesta no es un trago de licor, ni sus amistades, militancias, ni como se llama ni la forma de su rostro – excusas que usan, sin duda, para alimentar odios prefabricados-. La razón fundamental es política. Izkia desobedeció el llamado al orden obsecuente del gobierno gerencial. El orden y secretismo que ha llevado a 6.500 casos diarios. Y no pueden soportar que ella ni Alejandra Matus, profesionales líderes en diversas áreas de la sociedad civil, luzcan como atrevidas contrapartes de la soberbia fracasada de un Ejecutivo que lleva el rabo entre las piernas. 

El ataque sistemático a Izkia y Alejandra Matus, desde los más diversos sectores; desde el descrédito del doctor Paris a la representatividad de la presidenta de un colegio, hasta la desconfianza y el enjuiciamiento de quienes intentan dar clases de periodismo a Matus, recuerda el atraso de las dinámicas democráticas en un país como Chile. Estamos tan acostumbrados a la imposición de normas, al escaso escrutinio de la autoridad, que cuando aparecen figuras que valientemente cuestionan, precisan, investigan, sugieren, merecen ser acalladas. Son figuras sospechosas que traman algo, que buscan premio y figuración. Extrañas en el sistema de la credibilidad, que recién son levemente apreciadas cuando sus sugerencias – con créditos a otros–son consideradas con semanas de tardanza. 

No se trata del trago de Izkia. Se trata de denigrar a quienes, como ella y Alejandra Matus, han movido al gobierno – y lo siguen interpelando- a mostrar datos y a tomar acciones más rápidas y eficientes. El bullying político y digital es sólo el costo de ejercer ciudadanía crítica en una nación que está en el fin del mundo democrático.

Richard Sandoval
Richard Sandoval
Periodista y escritor.

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