Las similitudes entre el ex Subsecretario Monsalve y Frank Underwood de la aclamada serie “House Of Cards” son múltiples. La cuestión relevante aquí, no es tan solo la similitud entre ambos políticos oficialistas y demócratas, sino que su relación con el poder.
Tanto Monsalve como Underwood representan lo que Max Weber denominó en sentido estricto, un político profesional, es decir, alguien que hace un compromiso entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Según Weber, el político de profesión hace política con “la cabeza, no con otras partes del cuerpo, ni con el alma” (Weber, 2015: 181).
Empero, la realidad política no se ejerce, ni se explica ni funciona puramente a partir de criterios racionales. Por el contrario, como suele decirse habitualmente por los politólogos de la plaza, la política y el poder se explican más por Freud que por Maquiavelo.
El binomio sexo y poder constituyen aquí, la expresión práctica de la política detrás de cámaras. Con Monsalve, la contingencia se explica no tanto por la sofisticación que podría ofrecer la ciencia política, sino que por la Oda al Pisco Sour en su versión catedral.
Desde que fue descubierto por el diario “La Segunda”, el caso del ex “Subsecretario Monsalve”, no solo ha puesto de manifiesto, una dimensión práctica y fáctica de los mecanismos con los que opera el poder político. También ha reflejado una similitud con la historia de Frank Underwood. La ficción que se expresa en “House of Cards”, refleja al político que orienta su acción con arreglo a fines, a través de un cálculo racional, impersonal, estratégico y electoral. Sin embargo, esta característica es solo una dimensión pública de la acción política.
La misma racionalidad es la que en principio exhibía el ex subsecretario del interior. ¿Quién podría dudar de la racionalidad y legitimidad del principal político encargado de la seguridad nacional? Cualquiera podría impugnar la eficacia de tales o cuales medidas, más no de las facultades de probidad de quien detenta en su trayectoria, experiencia, madurez, el prestigio del saber médico, así como su formación política en la izquierda socialista del siglo XXI.
En este caso, la racionalidad del político es la que ha quedado en entredicho. Tanto en Monsalve como en Underwood, la seducción por el cuerpo del otro solo tiene sentido, en la medida en que la desigualdad de poder es inmanente a la relación.
Tan solo permítanos recordar que Underwood comienza a mantener una relación con Zoe Barnes, una joven y ambiciosa periodista con la que, -además de construir una relación instrumental para ambos-, no se debe ignorar que aun cuando la relación es consentida para ambas partes, incluido el sexo, la relación social es estructuralmente desigual en poder. En una palabra, la relación entre Underwood y Barnes es una relación despótica. Uno puede dar muerte al otro.
En el caso de Monsalve como en el de Underwood, lo que define la relación hacia los demás, es el deseo de poder. Aquí el sexo o el acceso carnal es una de las formas que caracterizan el abuso de poder. Quizás la única diferencia en este caso, es que Monsalve superó la ficción. En este último, la violación, así como las conductas sexuales no consentidas que se investigan, son el reflejo de lo indecible y lo ominoso. En efecto, es curioso advertir la coincidencia con el personaje de Underwoood, protagonizado por Kevin Spacey, quien durante el estreno de la sexta y última temporada de House Of Cards, debió abandonar su participación del elenco dramático al ser acusado de varios abusos sexuales por diferentes víctimas. Y pese a que siempre es necesario distinguir que el derecho no presupone la justicia, es necesario esclarecer que Underwood fue absuelto de todos los cargos que se le imputaron.
En el caso de Underwood y Monsalve, no solo es notoria la transgresión de las normas de la Ley, sino que profundamente de la Justicia. En el caso de este último, el ex subsecretario de Estado, -además de hacer un uso político de la Policía de Investigaciones y de la Agencia Nacional de Inteligencia, tomó para sí y ante sí, al poder ejecutivo y el poder judicial para satisfacerse, además de amedrentar a la víctima y funcionaria de su propio gobierno. He aquí, que Monsalve adquirió la potencia del soberano.
¿Qué más podría decirse de Monsalve y de Underwood? Nos parece que el quid del asunto radica en el arte del gobierno, a saber, la destrucción del relato. El gobierno actual es literalmente un “Castillo de Naipes” (House of Cards).
Desde esta perspectiva, la crisis que experimenta el gobierno no es solo un problema de gestión, sino que el “Archivo Monsalve” significa la destrucción del discurso gubernamental. Vale decir, la muerte de todos los megarrelatos de transformación histórica que intentó mantener vigente, -cual House Of Cards-, la coalición de gobierno.
Si ya no hubo grandes cambios sociales bajo esta administración, el “Archivo Monsalve”, representa la destrucción del último relato insurreccional contra el poder. La destrucción del discurso feminista se produjo dentro de las puertas del propio palacio, y esta vez, su autor también fue un hombre.