Hay un momento en el concierto del MTV Unplugged de Nirvana que algunos han interpretado como la verdadera “muerte” de Kurt Cobain. Esto ocurre en un instante del final de Where Did You Sleep Last Night (*), canción con que la banda cierra la jornada, que se registró en los estudios Sony Music de Nueva York el 18 de noviembre de 1993, solo cinco meses antes de la decisión que marcaría la historia del rock de los años ’90. El registro muestra una pausa de segundos que hace el vocalista mientras canta, donde suspira, abre los ojos y es posible percibir en su mirada una profunda tristeza.
Yo tenía 13 años. Cursaba octavo básico e iba a clases en la jornada de la tarde. Todas las mañanas, antes de irme al colegio, escuchaba el Haciendo Ruido, programa radial que conducía Iván Valenzuela en la, por ese entonces, exitosa radio Rock & Pop. La mañana del 5 de abril de 1994 la recuerdo particularmente fría y húmeda, y quedó en mi memoria también el impacto que sentí al escuchar a Valenzuela decir que Cobain había sido internado en una clínica de rehabilitación, producto de su adicción a las drogas.
Horas más tarde, ya en el colegio, lo comentamos con amigas en el recreo. Estábamos sentadas en una banca del patio, cerca de la cesta donde se practicaba básquetbol.
Cuando llegué a mi casa esa noche, fui a la pieza de mi mamá a ver las noticias. Ahí ocurrió: apareció la imagen de Kurt en la pantalla más una de las frases más tristes que recuerde ligada a la música: Kurt Cobain se había suicidado de un escopetazo en la cabeza.
Al día siguiente, corroboré que la tristeza no solo era mía, sino que a muchas de mis amigas y compañeras nos había golpeado de manera brutal.
La pena fue un sentimiento generalizado, que se mantuvo durante días, meses, años quizás. El grunge había causado el dolor más grande a su propio público, especialmente sensible por la edad: los adolescentes del mundo llorábamos la partida de Cobain, pero también llorábamos la forma, el fondo… buscábamos respuestas, pero solo conseguimos preguntas.
El rock estaba de luto y la única manera de pasar por ello era escuchar una y otra vez sus canciones. Por eso, en esa época el Bleach, el Nevermind, el Incesticide y el In Utero, fueron discos que plagaron de canciones tristes nuestra adolescencia, los alaridos de Cobain ocuparon la capacidad de los audífonos de nuestros personal stereo y saturaron los parlantes de nuestros equipos de música.
El Unplugged aún no existía, se lanzaría exactamente a un año de su grabación y siete meses después de la muerte de Kurt Cobain, convirtiéndose en el primer disco póstumo de la banda.
Escuchar y, más aún, ver ese concierto, significaba entrar en una dinámica de mucha sensibilidad porque, entre la atmósfera que lograba la música con su formato acústico, más la decoración “de funeral” solicitada expresamente por Kurt Cobain a la producción del encuentro, sumada a su propia actitud sobre el escenario, se completaba un cuadro de tristeza que ahora puede parecer evidente y desgarrador.
Tiempo después de su muerte, paseando con mi abuela por una galería del centro, entramos a una disquería: ¿Quieres un cassette?, me preguntó. No me demoré ni dos minutos en elegir. Se iba conmigo el registro de un show impecable, tenso entre los músicos, inundado de bellos momentos musicales llenos a su vez de tristeza. Un concierto de una intensidad desbordante y orgánica, donde el sonido acústico que lograron fue sobresaliente, siendo ejecutores de rock “enchufado”. Además, no hay que olvidar que Nirvana fue una de las pocas bandas que respetó plenamente la condición de “desenchufarse” que proponía la experiencia Unplugged.
El MTV Unplugged de Nirvana fue un show lleno de simbolismos, mensajes y avisos. Kurt Cobain se vio especialmente superado en sus emociones, pero aún así nos regaló un momento histórico, bello en toda su dimensión. Este concierto nos adelantó el desenlace que hoy, 28 años después, saliendo -al parecer- de esta pandemia mundial, recordamos y homenajeamos comprendiendo más que nunca la pena de Cobain: somos diminutos, el dinero no sirve de nada, tampoco la fama. Esa fama que tanto le atormentó y que hoy se entiende como un accesorio inservible, pasajero, etéreo. Lo que realmente importa. Ya lo hemos aprendido.
* La muerte de Kurt Cobain en el Unplugged. Minuto 4:50.