Viernes, Marzo 29, 2024

En Chile, amarillo significa traidor

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En estos días ha estado en primera plana la aparición de un engendro político que agrupados bajo el mote de Amarillos, llaman derechamente a sabotear la labor de la Convención Constituyente, poniendo el grito en el cielo, casi como un alarido apocalíptico, ante lo que ellos llaman maximalismo de las propuestas de algunos convencionales situados más al extremo de la izquierda que el resto, pero que tampoco son mayoría, como si eso bastara para descalificar el trabajo abnegado, noble y acucioso de la mayoría de los convencionales que por discutir, aprobar y elaborar las normas que serán cuerpo en la próxima Carta Fundamental, están recibiendo el fuego granado de los medios de la derecha y de sus periodistas y comentaristas sobornados.

Durante toda la vida nos hemos acostumbrados a que siempre aparezcan peleles mesiánicos que vociferando frases hechas como “lo que Chile necesita”. “lo que el país desea”, “lo que la gente quiere”, plantean soluciones a la medida de sus intereses para que todo permanezca igual. ¿Qué saben estos honorables lo que Chile desea o necesita? ¿acaso alguna vez han pernoctado en casa de una población asolada por las balaceras de narcotraficantes? ¿saben cuánto cuesta un kilo de limones en la feria? ¿saben lo que es viajar aglomerados en el metro de Santiago a las siete de la mañana o seis de la tarde?

Pues bien, ahora aparecen estos caballeros y señoras amarillos que tratan de conferirle sin miedo a este mote colorístico un barniz de sensatez y de moderación ante lo que parece ser, solamente ante sus ojos y nada más que ante sus miradas, un peligro real ante la inclinación extremista o maximalista (el nuevo mantra político de hoy) que la Convención Constituyente estaría tomando en la discusión de sus propuestas y normas que luego pasarán a ser parte de la nueva Carta Magna cuya elaboración les ha sido encomendada.

Veamos, ¿quiénes son estos señores y señoras amarillos que tan preocupados están del futuro del país? Básicamente personeros del ala más derechista y reaccionaria de la DC, fuertemente vinculados a empresas financieras y bancarias del gran capital que ven con horror la probable pérdida de su hegemonía económica ante la discusión que se está dando al interior de la asamblea. O dicho en buen chileno, mamomes de la DC que quedaron desplazados por los cambios que se han producido en la sociedad chilena en el último lustro y que desean volver a fojas cero y restaurar el orden, políticamente imposible de efectuar, del status quo que hubo en la antigua época de la Concertación. Lagartos y dinosaurios que se niegan a morir y a asumir que su etapa política ya caducó y que tratan desesperadamente de recuperar parte de lo perdido para no quedar obligados a vivir de los réditos del pasado. Entre ellos el señor Walker, un ex parlamentario que escupía fuego cada vez que mencionaba a Cuba y Venezuela pero que jamás opinó con el mismo énfasis, o imparcialidad, de los crímenes y genocidios que el estado de Israel perpetra contra el pueblo palestino, de igual modo que calló cada vez que Donald Trump en su desvarío político, cometió acciones lesivas para el derecho internacional. Y calló también ante los excesos criminales que Jair Bolsonaro viene perpetrando ante su pueblo o ante la deforestación amazónica permitida por el mandatario brasileño.

Walker y sus correligionarios de la DC sacan la voz cada vez que se trata de un gobierno de izquierda, que errado o no, tiene derecho a defenderse de la agresión internacional, pero se callan en siete idiomas cuando los excesos los cometen otros, como si las violaciones a los derechos humanos fueran cometidas sólo por la izquierda mundial. Y ahora Walker y su cohorte de frailes neoliberales están tratando de convencernos de su altruismo y de poner una barrera ante una labor que ellos mismos desconocen y llaman abiertamente a la sedición cuando hablan de plan B y paridas así. ¡Vaya, qué democrático resulta todo cuando eres tú el que pone las reglas y establece qué es lo verdaderamente democrático cuando se trata de defender tus intereses o de ganar poder para sojuzgar a la población! Así cualquiera es demócrata.

Pero ¿cómo quieren que la Convención Constituyente haga su trabajo si todos los días la boicotean, la atacan y la desacreditan con una saña que linda con la hidrofobia?

Ahora hablan de maximalismo. Linda palabra. Pero esos amarillos ¿no fueron maximalistas cuando eran parlamentarios y les tocó tratar temas como el aborto, el divorcio, el matrimonio igualitario o el cuidado ambientalista de las leyes pesqueras? ¿Dónde estuvo el diálogo entonces? Fueron maximalistas y negaron de plano toda deliberación posible ante lo que consideraban desviaciones sociales o económicas manteniendo un sistema binominal nocivo pero útil a sus intereses que tardó años en ser desmontado. ¿No fue maximalista y antidemocrático el senador Zaldívar cuando dijo que en la cocina política no cabían todos? ¿o cuando se alienaron al lado de la derecha para vetar proyectos de ley del segundo gobierno de la presidenta Bachelet del cual formaban parte? Entonces, ¿con qué calidad moral ahora rasgan vestiduras y alzan los brazos al cielo ante lo que consideran extremismo?

Incluso los socialistas renovados que aparecen firmando la carta no son un dechado de virtud política, como el caso del ex senador Rossi. Y lo mismo puede decirse del ex rector de la Universidad de Chile, Luis Riveros, cuyo gatopardismo penó en su nefasta gestión como rector del principal plantel educacional del país.

Si el tiro de la DC reaccionaria es recuperar parcelas de poder, díganlo abiertamente pero no se escondan detrás de una sucia y artera maniobra publicitaria para lanzar puentes con la derecha pinochetista para contener el avance una sensibilidad popular que hoy por hoy es incontenible. Porque en el fondo los que vociferan ahora son puros políticos que están desplazados y que defendieron a ultranza el modelo neoliberal, los Walker, Rossi, Harboe… en Chile decir “Amarillo” es decir traidor, entreguista y eso es lo que son estos señores, que en busca de su propio privilegio usan artilugios seudodemocráticos para traicionar las necesidades acuciantes de este pueblo.

Y acerca del vocero de la agrupación, Cristián Warnken, sólo se puede decir que si alguna vez tuvo credibilidad como intelectual, su capital cultural ha quedado totalmente desacreditado al plegarse al coro de alarmistas. Pero Warnken es lo que es: un enamorado del poder y del dinero que siempre ha estado al lado de la elite dominante. En el pasado jamás se le vio en alguna manifestación de escritores contra la dictadura, jamás firmó una declaración a favor de las libertades de expresión y edición, y toda su labor de esos años fue su devaneo esnob de publicaciones subterráneas intrascendentes o el escapismo parnasiano de su periódico Noreste. Hombre de refinada cultura y clara inteligencia, optó simplemente por la escalada de posiciones de poder y de figuración, desde sus comienzos universitarios en el MAPU Garretón, su breve flirteo con el partido Humanista hasta llegar al alero de El Mercurio, en un zigzagueo que demuestra que lo suyo es el poder, no la democratización de la cultura.

Llama la atención que autodefiniéndose como un moderado de centro izquierda, todas sus diatribas sean contra la izquierda, como una suerte de Vargas Llosa en miniatura. Toda su razón de ser como columnista es atacar a la izquierda, jamás se le ha leído opinión alguna contra las acciones de los sectores oligarcas que representa El Mercurio, como tampoco ha sacado la voz ante la lenidad de gestión de los ministerios de cultura bajo los gobiernos de Piñera.

Jamás ha publicado una crítica donde se ensañe con la derecha con la misma virulencia y clasismo con que lo hace ante la izquierda, habiendo tanto material para ello. Se trata al fin, de un anticomunista profesional, hábil con las palabras y elegante en su discurso, pero profundamente asociado a lo peor del conservadurismo fáctico y cultural de la derecha local. Bueno, a fin de cuentas, todos los intelectuales, escritores y críticos que publican sus opiniones en El Mercurio y en su cadena de tabloides son servidores de dos patrones: la derecha comunicacional y la empresaria.

Como es el caso de Cristián Warnken, un personero ególatra cuyo peor castigo histórico será ser recordado como un cuico erudito que sirvió los intereses de su clase. Este intelectual no es un amarillo ni un tránsfuga, nunca fue de izquierda y será olvidado con el tiempo. Porque sus libros no tuvieron la misma figuración momentánea que sus columnas y sus entrevistas televisivas. La televisión y las columnas de opinión se desvanecen, los libros permanecen. Y ese no es su caso. Por tanto, que asuma la vocería de este grupo de amarillos da lo mismo. Y se equivoca desde su postura de apóstol iluminado dueño de la verdad, al llamar a los convencionales de izquierda a no tener miedo de votar y que los asocien a la derecha para detener el avance de los cucos rojos, dando por sentado que los convencionales no tienen discernimiento ni convicciones para votar en conciencia y que es necesario apoyar a la derecha para que salga, pobrecita ella, de su aislamiento. Y con toda desfachatez habla de fallas técnicas en propuestas sobre materias de las que no tiene idea. Pero es él y sus amarillos, los que tienen miedo, no los convencionales.

Y bien, ahora resulta que hay que volver al diálogo con la derecha, como si sus desamparados convencionales fueran víctimas de un complot totalitario y estuvieran arrinconados en sus ratoneras a punto de ser guillotinados… ¿pero de qué están hablando? ¿cuándo la derecha ha sido dialogante? ¿lo ha sido el gobierno de Piñera en el conflicto en la Araucanía? ¿lo fue ante la crisis migratoria en el norte? ¿ha mostrado signos de discutir la liberación de los presos políticos del estallido? Marcela Cubillos votó por el Rechazo ¿se trata de una persona dialogante? ¿lo es Teresa Marinovic? Y ahora los muestran como pobres aves tiritando ante el degüello de oponentes desalmados.

La derecha en Chile siempre se ha limpiado el culo con las constituciones y la institucionalidad cada vez que le ha convenido. Lo hicieron con Balmaceda, lo hicieron con González Videla, con Ibañez, lo hicieron con Allende y lo harán cada vez que la circunstancia se les ponga en contra. Siempre se le exige a la izquierda que haga el gesto y ponga el esfínter, pero la derecha ¿qué ha hecho por mejorar las cosas? se trata de un sector de la sociedad chilena que posee el poder que ejerce para dominar a las grandes masas de chilenos y chilenas ignorantes o embrutecidos por la televisión. Lleva el pinochetismo fascista en su esencia, en su cualidad ontológica de ente social. Y eso quedó demostrado en la última elección. No ha habido ningún personero o intelectual de derecha que se pregunte en público qué fue lo que hicieron mal para llegar a esa minoría de ghetto de la que no quieren salir. ¿En qué se equivocaron? ¿por qué despiertan tanto rechazo en la gente? El día que un político de derecha se haga estas preguntas con honestidad y la inteligencia suficiente para tender puentes con el adversario entonces podremos hablar de una derecha en vías de adquirir ciudadanía democrática. La derecha chilena está más cerca de Bolsonaro que de Ángela Merkel, ésa es la verdad. Y el gobierno saliente de Piñera es la comprobación sufriente e histórica de que la derecha local no sabe gobernar.

Ahora bien, ¿cómo no refundar instituciones que se han vuelto contra su propio pueblo? ¿no es urgente depurar y refundar nuestras Fuerzas Armadas y Carabineros, ante la bajeza y pestilencia que están arrojando sus casos de corrupción? ¿no hay que reorganizar un poder judicial que castiga a inocentes y libera criminales, narcos y violadores? ¿No hay que reformar un sistema de justicia que premia a los empresarios corruptos con clases de ética pero que seca en la cárcel a pobres que ejercen comercio ambulante? ¿no es un deber nacionalizar de nuevo el cobre, y hacer lo mismo con el litio y todas nuestras riquezas naturales y marítimas que por derecho propio nos pertenecen a todos pero que son monopolizadas para lucrar con ellas por unas pocas familias y empresas trasnacionales? ¿qué tiene eso de maximalista o de insano o de insensato? Esa obsesión de los Peña, de los Mosciatti, de cada asalariado anti-izquierda de los medios chilenos por destruir lo que está naciendo y que responde a una realidad diversa, plurinacional y pluricultural que ellos, desde sus casitas del barrio alto, que no comprenden ni conocen simplemente responde a la gran cuestión que está en juego en el debate constituyente: la lucha de hegemonía de una clase dominante sobre otra dominada.

Y esto es un tema económico que engloba lo valórico, lo cultural y la articulación social de nuestra sociedad.

La derecha defiende sus intereses de clase y por eso apela a la facticidad de sus medios de comunicación y de la represión armada y policial cuando es necesario.

La futura Constitución no debe establecer la hegemonía económica, ni judicial, ni comunicacional ni educacional de la clase empresarial y financiera por sobre la mayoría absoluta y dominada del pueblo chileno, y eso es lo que hay que triturar legal y democráticamente: la posibilidad de que la derecha destruya el orden constitucional cada vez que retroceda en su dominación económica. Por esa gran razón histórica, que es moral y también existencial, es que la correlación de fuerzas de la Convención Constituyente está planteada de la forma que es. Ahí está el Chile real, el diverso, el regional, el femenino, el ambientalista, el originario y mucho más. No el Chile inmóvil y desigual que la Concertación nos vendió como paraíso y que fue un infierno que terminó por estallar. Y es el Chile eufórico y esperanzado que le brindará la banda presidencial a Gabriel Boric dentro de pocas semanas.

La Constitución que se votará en el plebiscito de salida no dejará satisfecho, por las demarcaciones lógicas del debate que se está dando dentro de la Convención, a la totalidad del pueblo chileno, pero sí reunirá a la inmensa mayoría de la población. A la derecha le cabe salir del ghetto de Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea si quiere ser parte del futuro. Nadie los desaparecerá, ni torturará ni exiliará. Nuestra gran revancha será vencerlos sin disparar una bala ahí donde ellos siempre tuvieron la sartén por el mango. Eso garantizará estabilidad y paz. El fascismo chileno ya no tiene poder sobre el inconsciente colectivo nacional que ha comenzado por fin a emanciparse de la prisión mental y fáctica con que ellos nos oprimieron durante décadas.

¡Adelante, Convencionales de Chile! Parafraseando a ese gran antifascista que fue Julius Fucick, que la tristeza ni la pobreza ni la injusticia ni la impotencia vayan jamás asociadas a nuestro nombre. Hagan su trabajo con convicción. No cedamos, no permitamos que el pánico paroxístico de quienes nos esclavizaron y sometieron durante siglos se imponga a nuestra soberana y superior razón para ser felices…

                                                                      

Fabio Salas Zúñiga
Fabio Salas Zúñiga
Escritor, ensayista y profesor.

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