Daniel Jadue ha aparecido para hacer lo que mejor le resulta: hablar, criticar, ponerse del lado de “los buenos” como si estuviera empapado de sabiduría popular por haber perdido la primaria presidencial. Fue una buena cosa para él haber sido derrotado. Le da más argumentos para pontificar, ya que su pureza, esa de la que se agarran quienes le aplauden cualquier cosa que salga de su boca, consistiría en que está lejano al poder real.
Sin embargo, la última intervención en los medios del exitoso alcalde de Recoleta no fue, en los hechos, para ponerse del lado de nadie desposeído ni condenar ningún abuso de poder, ya que se ubicó, en Venezuela, del lado del poder, del lado de un régimen ya no sólo caricaturesco y triste, sino anacrónico y que ha pasado hasta por sobre la más mínima regla democrática. Eso Jadue no quiere verlo, porque todos, en mayor o menor medida, vemos lo que queremos ver.
El tono acusador del edil recoletano se apagó frente a Nicolás Maduro. Ya no era ese líder que denunciaba injusticias e incomodaba a los poderosos. En cambio, estaba en Caracas , alabándolos dándoles la razón, celebrando una revolución que de revolucionaria no tiene absolutamente nada, y que, como todo régimen que no se piensa, es más bien un gran edificio viejo e inamovible.
Si uno dice esto, lo cierto es que es mirando de inmediato como el enemigo por parte del séquito autocomplaciente y autoflagelante a la vez que rodea al excandidato del Partido Comunista; por lo general, cualquier argumento que uno pueda esgrimir en contra de lo que algunos dicen que representa Jadue, es catalogado como algo que pertenece al sumiso discurso pro derecha que intenta descalificarlo.
¿Ha habido medios que han puesto exclusivamente el ojo en las acciones de Jadue? Por supuesto, porque hacen política, porque representan intereses ideológicos. Pero convengamos que él no lo ha hecho mal. Menos cuando corre a mostrar su apoyo a un régimen que su gobierno, o al menos el que se comprometió a respaldar luego de una elección, en voz del Presidente Gabriel Boric, ha dicho condenar.
Pero Jadue se mueve solo y tiene interpretaciones muy poco sustanciosas de todo. Un ejemplo es que cree que el estallido y la crisis que ha venido con él es más simple de lo que es. Lo demostró en su campaña compitiendo con el ahora mandatario, cuando daba un diagnóstico bastante simplón de por qué se había llegado a formar la Convención Constitucional, otorgándose un protagonismo en el proceso que jamás tuvo, ya que,si fuera por él y su partido, este no hubiera comenzado jamás.Y eso le sirve a un régimen como el venezolano, donde nada de lo que se dice que se hace, se hace realmente.
Eso es esencialmente el alcalde de Recoleta, una constante escenificación de lo que, en los hechos, jamás ha sido, y la representación misma de por qué en política la testimonialidad muchas veces conduce no sólo a la inacción, sino a las acciones incorrectas.
Daniel Jadue pudo ser algo bueno. Pudo ser el futuro de algo. Pero para eso hay que pensar el futuro y no mirarlo como si fuera el pasado. Y eso es lo que está haciendo: mirando la izquierda con la perspectiva de ayer, esa en la que el llanto la inmovilizó por décadas mientras se sentía pura por no haberse manchado en el fango socialdemócrata. Y si bien puede hacer bien para su ego, será, a la larga, la muerte de su carrera política.