El mismo Presidente que ayer compró acciones usando información privilegiada, en sus tiempos de mercader, pasando a llevar a pares; el mismo que se basó en las artimañas de una ley para comprar empresas zombies y ahorrarse los impuestos, hoy usa a las personas, burlando su dignidad, para subir un par de puntos en las encuestas adjudicándose con énfasis la entrega de las cajas de alimentos.
El instructivo que el gobierno ha reconocido como propio para entregar las cajas de alimentos, es en realidad un instructivo para aprovecharse, de la mejor manera posible, del hambre de los chilenos para sacar brillo a los más mezquinos intereses políticos de las chaquetas rojas del Presidente Piñera. Es eso: es cómo entregamos la caja de manera tal que crezca lo más posible el aprecio al Presidente. Así fue pensado y diseñado. Es el uso de la manera más ruin de una condición de emergencia humanitaria para obtener espurios réditos partidistas.
El mismo Presidente que ayer compró acciones usando información privilegiada, en sus tiempos de mercader, pasando a llevar a pares; el mismo que se basó en las artimañas de una ley para comprar empresas zombies y ahorrarse los impuestos, hoy usa a las personas, burlando su dignidad, para subir un par de puntos en las encuestas adjudicándose con énfasis la entrega de las cajas de alimentos. Así funciona Piñera. Así funcionan sus movimientos empresariales y también los políticos. Como un animal voraz: no importa si delante tiene a otros empresarios, al servicio de impuestos internos o a compatriotas pasando hambre. Siempre tiene que ganar.
Y a eso llama el instructivo, de forma gráfica y grosera, enfatizando en que “las imágenes deben cumplir” con mostrar a “funcionarios bajando las cajas y entregándolas a las familias”, sin olvidar nunca la carta que le envía el presidente, supuesto autor individual de tamaña generosidad; valorando en redes sociales”siempre al Presidente @sebastianpinera”, bien etiquetado, pero teniendo presente que “la Contraloría está observando con atención todas las publicaciones”. Hay que ganar pero no ser descubiertos.
La actitud de este gobierno en la forma de entregar las cajas de alimentos, llenos de luces, sonrisas y puestas en escena de programa de servicios tipo Aló Eli, ha pasado los límites de la miseria política. Diez funcionarios para una caja. Más cámaras que kilos de arroz. Y sonrisas postizas que dan asco. Hemos visto un circo, un verdadero espectáculo que a nuestras familias ha usado como piezas involuntarias de su despliegue, piezas sin armas de defensa, porque nada se puede hacer más que sonreír y prestarse para la foto cuando abres la puerta y lo que encuentras es a una chaqueta roja del gobierno con muecas falsas de cariño entregándote la caja del chantaje, la puñalada cariñosa que busca hacer crecer a un Presidente, mientras las carnes de la dignidad que protegen a las personas necesitadas, se van adelgazado con cada aparición en televisión, con cada publicación en redes sociales, con cada carta presidencial que funciona como un sutil “come y calla”, esto lo manda el presidente, valórame, no me critiques. Apruébame.
Hay tanto de Chile en este mezquino espectáculo en que la dignidad de las personas pobres va al sacrificio. Tanto papel sacrificado en palabras que no llenan estómagos. Y hay tanto del Presidente que nos gobierna, con sus trucos y pillerías. Han convertido la entrega de cajas de mercadería, destinada a salvar vidas, en un docurreality en que los funcionarios son los productores en búsqueda de una emoción, una lágrima, un agradecimiento que aparezca genial en sus fotos en HD para adornar la necesidad con creativos hashtag en el instagram del elegante señor seremi. Mientras, cientos de miles siguen pasando hambre. Mientras, las ollas comunes cumplen la labor de un gobierno que llegó tarde y pegando patadas.
Y ahora, cuando los pillan, Karla Rubilar sale a poner la cara por la Secom y el Mandatario – sin siquiera presentar su renuncia, haciendo pasar un rotundo error político como una anécdota que se soluciona con palabra sentidas-, a blindar otra vez a su Presidente, el que firmaba las cartas, aquel al que había que destacar sin que la Contraloría lo notara tanto. Hay tanto de Chile y de Piñera en todo esto. El beneficio siempre será personal, el costo nunca lo pagará el dueño del circo. Todo es un gran negocio en el que se busca el rating con la inmoralidad de los bandidos. Hoy las fichas con que se busca ganar el juego son personas con hambre. Pero a este hombre, y a este gobierno, le da lo mismo. Este juego, el de la política de los que llegaron por la puerta de los inversionistas, no se trata de humanidades y sentimientos. Hay que ganar cueste lo que cueste. Con fotos y torpezas. Sin que lo noten tanto.