Hay que partir por recordar quién fue Recabarren. Un importante líder obrero que en 1912 fundó el Partido Obrero Socialista y en 1922 el Comunista, las dos primeras fuerzas de izquierda.
Escribe numerosos artículos, entre ellos el célebre “Ricos y pobres” y un proyecto de Constitución. En el primero afirma que en la fecha del centenario que se conmemoraba en 1910, los pobres no tenían nada que celebrar. No así los ricos, quienes dominaban el país.
Su proyecto de Constitución, el cual comenté en otro artículo para este mismo medio, propone una carta magna socialista.
Además, Recabarren viaja por el país, promoviendo su visión del futuro. Huyendo de las persecuciones viaja a Argentina. Incluso en dos ocasiones se dirige a Europa, de la cual regresa admirado de la revolución bolchevique.
En 1921 en Antofagasta publica una obra de teatro. Es el drama en tres actos llamado “Desdicha Obrera”. Es interesante este viraje del líder hacia la producción de obras culturales. Este texto lo escribe un año antes de fundar el Partido Comunista.
Entre los personajes principales están una joven llamada Rebeldía; un burgués, dueño de la fábrica donde esta trabaja; un médico; un cura y Luzmira, hermana de Rebeldía. Esta última, como su nombre lo indica, es la heroína de la obra.
Tiene a su madre enferma, por lo cual acuden a su casa un médico y un cura. Rebeldía y el médico se transan en una discusión con el sacerdote, al cual rechazan. Rebeldía afirma: “Nuestra enferma no necesita de sus auxilios”.
Pero el centro del drama es la relación de Rebeldía con su patrón, el burgués. Este intenta seducirla, y Rebeldía -en defensa propia- lo mata. La obra finaliza con Rebeldía en la cárcel. En ella nuevamente se enfrenta con un cura, el capellán del recinto. Lo hace junto a su hermana Luzmira, la cual, habiendo sido una conformista, se cambia de bando y apoya a Rebeldía.
Cuando queda sola, “mirando la puerta que se acaba de cerrar”, emite un largo párrafo de combate: “¡El mundo será bueno un día. El Maximalismo lo hará bueno… ¡Viva el porvenir de la civilización! ¡Viva el maximalismo!”.
Y cae el telón lentamente. Así termina la obra.
Se trata de un drama, en todo el sentido de la palabra. La heroína mata al Burgués y cae presa, pero permanece fiel a sus ideas. Pese a su desgracia, no las abandona.
Como si Recabarren quisiera decir: hace la revolución y pierde la libertad, pero sin dejar de lado sus creencias. En realidad, Recabarren habla de sí mismo.