Domingo, Mayo 19, 2024

“¡Chile despertó!” No es tu Woke

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Desde hace días, recorre Chile un debate que busca caricaturizar aquellas corrientes que levantan posiciones alternativas a la política tradicional, desde el campo de la transformación social.

A estas nuevas actorías, se las agrupa y se las cuestiona clasificándolas a partir del término “Woke” (“desperté” en inglés). Desde ese ejercicio, que declara pretensiones de objetividad, se despliegan argumentos que las etiquetan como parciales, tribales o identitarias, de esta forma buscan deslegitimar las luchas que se levantaron de la mano de la consigna “Chile despertó” y de paso, intentar enterrar La Revuelta.

Esta estrategia de los sectores políticos tradicionales, pretende golpear a los movimientos emergentes para detener su avance y acallarlos. Estos representarían una amenaza para aquello que la clase política dirigente, del proceso de transición, entiende como su legado.

En su defensa, nos invita a continuar con una actitud de anestesia y conformidad ante la injusticia y la impunidad, a asumir como normalidad lo que se nos vuelve inaceptable.

Es la propuesta de la política de la medida de lo posible, que, como contrapartida del avance en ciertas áreas, acumuló y acumuló malestar en muchas otras, logrando una precaria estabilidad excluyente.

Hoy, luego de La Revuelta y dos procesos constitucionales fallidos, que tuvieron signos políticos opuestos, quedan nuevamente al descubierto las causas sin resolución del grito que anunciaba el despertar de la ciudadanía.

Vuelven, ante nuestros ojos estupefactos, los oscuros lugares de abusos y corrupción, que revientan en el centro de la clase política, a través de denuncias de prácticas que han dejado un orden social y político más debilitado.

Esta clase política bien sabe, pero nunca va a asumirlo públicamente, que su poder no se cimenta solo en la democracia y los votos, sino en participar de un pacto implícito de la elite respecto a dejar hacer a los de arriba y exigir mano dura para los de abajo.

Esa trama incluye a un ex presidente (que quisieron canonizar) y algunos altos mandos de las policías, del ejército, del Servicio de Impuestos Internos, alcaldes y alcaldesas, entre otros; y por supuesto, a la red de empresarios y lobistas de la elite, que trafican influencias e información reservada, que acuerdan cometer delitos y pagan coimas en dinero y cargos.

En ese escenario, se acusa a esta política emergente, de defender intereses particulares y se cuestiona su acento al exigir la reparación de quienes han vivido injusticias, recriminando que de esta forma se traicionaría la idea de una vocación universal de progreso de la humanidad.

Pues, pasa todo lo contrario, al cuestionar los límites de lo heredado y sus injusticias, se busca ampliar el análisis, incluir nuevas variables; aquellas que otros marcos conceptuales, políticos e ideológicos no incluyeron, razón por la cual no llegaron más lejos. Impulsar transformaciones a distintas escalas, es tomar consciencia del pasado, del presente e impulsar un futuro. Esta es una tarea que no podemos soslayar para avanzar hacia una sociedad más justa y democrática.

El desafío, de quienes queremos hacer una política transformadora, es leer la crítica que nos resiste, que nos acusa de estar traicionando a alguna herencia inmutable y enfrentar este debate; el desafío es dialogar y articular las luchas que emergen para romper los límites y proponer constituir políticamente la capacidad de liderar lo por venir, que sin lugar a duda, será una totalidad, una universalidad, más justa y democrática si los nuevos movimientos y sus demandas se abren paso para la construcción de una nueva política.

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