Existen similitudes memorables, pero casi innombrables. Qué coincidencia más inaudita podríamos establecer entre el acto en el cerro Chacarillas (1977) con sus antorchas hitlerianas –esas “llamas de la libertad” que anunciaban el boom modernizador- y los sucesos naturales e inducidos para incendiar los bosques del sur y atestiguar la desolación del verdadero mundo popular –sin la estética estridente del consumo-.
En los últimos días hemos asistido a la mediatización del “terreur”. Se trata de una novela política con un juego de sarcasmos, ironías, omisiones y todo tipo de obsecuencias de parte de nuestra élite que pone al desnudo cómo se quema la “tipología cultural” de un Reyno inclemente. De un lado, después del obsceno Acuerdo Constitucional (diciembre, 2022) los chascarros del Gobierno no siempre pueden ser materia de opinión y, de otro, no es casual que nuestra élite sibilinamente recién descubra que los sirvientes se revelaron, pidieron reformas y coloquios para pobres. Y así, el fuego inclemente irrumpe como una inquisición que le pone llamas a nuestra presuntuosa modernización galáctica (milagro chileno). Aludimos a esa idea de proyectar un futuro higiénico, purgando los dolores de una “olla flaca” impugnada por el octubrismo (2019) reducido a crimen, fetiche y rabia erotizada.
Hoy los Solaris, Paulmann y Luksic quieren un país sin proyecto, sin trascendencia, sin innovación.
Con todo, asoma esa intricada mezcla de filantropía y dinero. La llegada de un avión galáctico y milagroso representado por nuestra economía mediática como la promesa tecnológica donde la técnica sería capaz de revertir hasta los estados del viento y liberar de afecciones al mundo popular. El avión A 330 español es el capitalismo industrial; el Ten Tanker es la inmobiliaria de los cielos. El “Chile de huachos” aplaudió la épica del capital: conmovedor, impúdico, tristemente lamentable. El avión revela vulnerabilidad, hacinamiento, márgenes, esoterismo y poder económico. Por su parte, los matinales emprenden una comunicación indolente que oscila entre la histeria, el sadismo y la acumulación con el pretexto de la benevolencia. Un techo para Chile.
Es verdad; el laissez faire del fuego asesino es el símil de una economía desregulada (post-estatal). En suma, la filantropía nos devuelve a ese “Chile de palo y bizcochuelo”, dulcificado por el relato de la modernización en puntos de crecimiento. Cuál será el malestar que provoca ese aroma petrificado del hacinamiento que da lugar a reacciones solapadas de quienes administran el relato progresista y cultivan los compromisos mediáticos. Debemos reconocer que la cobertura comunicacional –disfrazada de empatía– no logra ocultar ese gesto burlón hacia una “voz” que se alza desde los márgenes.
En alguna medida, más allá de la voraz adversidad climática, de las altas temperaturas, la chilenidad de emprendedores que manejan recursos estacionarios –otra forma de vulnerabilidad e indigencia simbólica- y focos de empleabilidad, lleva mucho tiempo quemándose. Estamos insertos en una “democracia pirómana” que, de un lado, hace de la melancolía la ausencia de futuro y elimina la nostalgia prudencial por el pasado (el lugar de la borradura neoliberal) y, de otro, ofrece una invitación al emprendimiento universal.
El punto es que se está quemando el 60% de la población con infra-sueldos ($420 lucas mensuales) y con un endeudamiento existencial en la boutique de servicios y la guerrilla de precios. Dicho al revés: cuando el 0,5% de la población se “jala” el 40% del producto nacional, “algo” se está quemando.
Y no está demás abundar en una lectura de antagonismos sociales. Vayamos por una pregunta primaria: hasta el momento, ¿hay algún miembro de la clase política afectado por las llamas inclementes? Y si extremamos las cosas, este fuego asesino viene a justificar el fin de la ex Concertación y la saga que comprende la afasia frenteamplista. En medio de este “reality” la derecha se sube por los bordes y acusa un déficit de gestión y una ausencia de liderazgo –el tiro de gracia al buenismo del Presidente Boric y su cadena de escoltas-. La conclusión sería la desgarbada cultura de la transformación. A la sazón, políticos y especuladores coludidos con las pesqueras, las forestales jugando a dos o tres bandas, la especulación de los seguros, y Arauco-Malleco ensombrecido. Y una cultura de emprendedores, tipo “Parisi”, donde nadie entiende nada y comienza un espiral de imputaciones.
A ello se suma una cadena solidaria de llanto y colectas de la racionalidad cínica. A decir verdad, hemos oído todo tipo de teorías surrealistas sobre los orígenes del fuego, desde la ANI, pasando por intereses que se pierden producto de la decisión de latifundistas enfurecidos con el Gobierno, hasta mapuches autonomistas. De paso, el honor de los amigos de Yumbel, que no aceptan sacar agua de sus piscinas particulares para rellenar los estanques que sirven para controlar las llamas. Actitud del Chile del Rechazo ante un atónito piloto español que no puede entender el teatro portaliano.
Y nuestros “bomberos empobrecidos” –nuestros valientes soldados- van al horno todos los días. En medio de estas trenzas resulta agraviante insistir en la tesis del “milagro chileno”. No podemos seguir ocultando nuestra inerradicable condición pordiosera. Mueren bomberos, brigadistas, policías, pero en ningún caso empresarios, especuladores y políticos.
Se está quemando una “democracia indeseable”, que ni la élite tolera, porque en su fuero íntimo entiende que habitamos en un ‘descampado’ que el mercado es incapaz de digitar. Muy pronto, y a no dudar, va a aparecer la comisión de los expertos (el “cántico de la angelología”) ofertando un plan de promesas reestructuradoras y sugiriendo la transferencia a privados -dado los riesgos de los terrenos siniestrados-. ¡Quién sabe¡ ¿La responsabilidad recae en las napas secas de nuestro neoliberalismo criollo? Y es curioso, el fuego será la nueva forma en que el capitalismo financiero pondrá en práctica otras formas de lucro y acumulación de activos; se abre un nuevo nicho de ganancias y clusters de mercado. De otro modo, el fuego es el último recurso del neoliberalismo para detener nuestra desesperación, y una venerable bancarización de la vida cotidiana.
El comportamiento de la clase política ha dado lugar a un esperpento; primero dieron rienda suelta a la colusión más alevosa de los últimos 50 años, luego ofrecieron muñecas inflables en medio de Penta y SQM, más tarde redujeron la revuelta a crimen, y ahora tratan de quemar la democracia y sus estéticas exóticas en la alteridad de un acuerdo constitucional. Y a no dudar: cuando se vaya el inclemente viento brotará un ejército de expertos que “condenará” a la tierra y abundarán los beneficios de otra oleada privatizadora. Esa será la hora de la técnica donde los consejeros de la especulación financiera se quejarán por no haber sido escuchados a tiempo. En medio del llanto y las completadas, hay que denunciar esta falacia. El fascismo es el fuego cultural y empírico, no su extinción.
Por estos días hemos visto cómo se viene abajo el “glamour exitista” del capitalismo financiero. La épica del capital y la movilidad social se encuentra enfangada.
Todo Legal diría un escritor
Como por 50 les dijeron que Chile fue arruinado por el comunismo que hay dos generaciones que no vivieron y que nadie les dijo que fue mera publicidad que calo Ondo tanto para seguir rechazando derechos humanos cambiar el dinero cautivo por crédito desde el joven egresado a la dueña de casa vivan los clase media ENDEUDAMIENTO POR 20 años la Esclavitud de este país ejemplo de Oasis ANTI-COMUNISTA
Chile es un ejemplo de fascismo exitoso…