jueves, octubre 10, 2024

Bajar del pony, sin peinar la muñeca; ser escritora y contracultural

Claudia Donoso se dedicó a agitar el gallinero de la resistencia contracultural, bajando del pony a quienes se creían patrones del fundo. Gente que pronuncia locuciones testiculares al huevo de la gallina, pero modulando esos garabatos como si estuviera dando cátedra desde el living de su casa.

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“El mejor de los mundos posibles” no era el “mejor”, ni por su calidad moral, ni menos por constituir el alojamiento más hospitalario, sino por ser  “el más variado” y por reunir en su “serie” la mayor heterogeneidad.

WILLY THAYER, 1996.

En la Universidad no nos enseñaron a respetar a nuestros maestros. Nos adoctrinaron, con miedo, a inspirarnos y no en ellos: sino en sus medallas. Esas condecoraciones obtenidas –a veces con violencia–, otorgan grados equivalentes a la magnitud de la guerra, batalla o conflicto. Las internacionales inspiran pánico, en comparación a las de suboficiales de provincia, quienes, desarmados de artillería pesada, cumplen labores pacíficas en beneficio de la sociedad civil.

Supe de Claudia Donoso en una cátedra, cuando el Dr. a cargo la registró como “sobrina de Donoso”; clasista y frívola costumbre de mencionar a las familias de los mártires, en lugar de nombrar a civiles y sus oficios. Afuera de la clínica, me tuve que enterar hurgueteando en una fortuna de impresos –el mal de Diógenes es también hereditario– que Claudia Donoso fue periodista cultural. Publicó durante años en Revista APSI, leída semanalmente por adultos, jóvenes (y no tanto), con anhelos de luchar; mientras sentían miedo y euforia de verse por última vez. Todas las conversaciones podrían haber sido la última, en ese tiempo.

Fui a buscar un libro de tapas lila. En la portada figura un rostro joven, alocado y lúcido –fotografiado por Inés Paulino– con el título Perros mojados, para agrupar “Textos periodísticos de los años 80 en Chile”, que inicialmente habían circulado en APSI. Sin abrir todavía el libro: pensé que podría pasar como biografía de una solista punk, rechazada por el mundo, pero amada por los animales salvajes y de su estirpe.

Claudia Donoso es eso y más: desde joven reconoce a sus pares artistas y escritores. Con los años se ha ido afinando, y eso la ha protegido de quienes puro chamullan con el oficio de una belleza que no conocen.

¿La contienda fue desigual?

Si ella logró narrar con estilo en su escritura periodística, lo hizo al margen de la obediencia y a pesar del contexto tremendo. Saliendo de la Escuela de Periodismo de una Universidad intervenida por milicos, con sus mejores docentes asesinados o exonerados, era natural perderles el respeto a los testaferros de la verdad. Más aún cuando unos que ostentaban el Título se dedicaron a imprimir mentiras y tergiversaciones a granel, y por medios oficiales. ¡Hasta asesinatos en serie difundieron como partusas!

La imposibilidad de facto para expresar la verdad con transparencia en dictadura, fue estiércol fructífero para la proliferación de chantas y otros estafadores; en Villa Alemana uno habría visto con frecuencia a la Virgen María: en unos tarros de neoprén. Pero también fue abono adecuado para la incipiente carrera literaria de quienes ejercieron un reporteo poco ortodoxo; como Claudia Donoso.

El periodismo cultural le fue quedando cada vez más chico –fueron extinguiéndose los medios, aumentando los costos y los límites–, hasta que se dedicó de lleno a la obra literaria que había empezado en años de otra pobreza; comer carne de perro mojado fue sensato.

Cuando después del prólogo comienzo por las primeras páginas provenientes de APSI, lo hago en conocimiento de la autoridad: medalla que tuvo una crítica cultural, amante del costillar cantonés y la champaña.  A las autoridades se las nombra por sus medallas, y a las maestras como Claudia Donoso: por su nombre y apellido, luego su oficio. Al leer a la escritora desde un sesgo impuesto por la autoridad, imagino que la contienda fue desigual. Si allí se hubiese dedicado al periodismo político, o a cubrir crímenes –entonces, de lesa humanidad, probablemente ella no estaría con vida: ejerció su profesión con verdad y estilo propios.

Facultad Del Chancho Agridulce

Ella optó por dar la pelea desde la cultura y se halló en otro Campo de Marte: uno donde la censura se había relajado en parte, aunque todavía contaba con vigilancia permanente de autoridades externas, y también: de una policía interna. Desde dos trincheras que se han ido distanciando del interés público –periodismo y cultura–, Claudia Donoso se dedicó a agitar el gallinero de la resistencia contracultural, bajando del pony a quienes se creían patrones del fundo. Gente que pronuncia locuciones testiculares al huevo de la gallina, pero modulando esos garabatos como si estuviera dando cátedra desde el living de su casa.

También les dio tribuna a rebeldes sin causa más que el arte por el arte, y otros con causa crítica y política, desde su rebeldía expresada en obra; como fue el caso de Carlos Leppe: artista de performance y video. Leppe hizo arte desde su propio cuerpo: carne, hueso y sebo atravesados por traumas inconmensurables, más allá de las condiciones de expresión dispuestas desde el Golpe de Estado, o ¿Por el Golpe?

Su cuerpo y su obra –no siempre son lo mismo– han sido profusamente “analizados” hasta el agotamiento, por hordas de discípulos que relevan cada cierto tiempo a una autoridad que creen indesmentible; en la infantería mercurial le atribuyeron hasta medallas póstumas a Leppe (habría inventado la disidencia sexual antes de su nacimiento a mediados de los 2000).

Desde otra vereda, harto más aterrizada que quienes viven sacando a colación sus viajes en avión y otras credenciales importadas, Claudia Donoso escribió sobre Leppe, despojando su escritura de banalidades intelectualoides y vicios academicistas que copian de la Facultad Del Chancho Agridulce.

También escribió con Leppe, recurriendo a su arsenal de materiales, imágenes y fantasías, sin dejarse pautear por pachotadas psicoanalíticas, posestructuralistas y semiológicas, actualmente a la venta en varias sedes del rubro. Sin llegar a peinar la muñeca, su palabra escrita traduce lo que escucha y ve: no hay aspavientos.

Perros mojados: con y sin instituciones marginales

Al margen de que N. Richard se suba, sea subida (o no) al pony de la institución por agazapados, escabullidos y sonrientes de turno; Claudia Donoso podría haber sido la única autora literaria que en esos años puso los puntos sobre las íes, a lo que la otra denominó “Escena de Avanzada”.

Perros mojados (2024), no es un libro que “sirva” como “lectura complementaria” a Margins & Institutions (1986), porque es una obra más amplia y refrescante que esas eternas peroratas que siguen transmitiendo en la mentada Facultad; en proceso de requetecontracreditación. Podría funcionar para bajarse del pony, sin peinar la muñeca. Cuando se osa no reconocer a la autoridad, sus subordinados creen que alguien estaría acicalando al juguete. ¡Pero no conocen la peineta y no han visto a Otto Kraus en persona!

No se trata de chismes periodísticos que desacrediten a decanaturas vitalicias, tampoco sirven para acreditar actividades de docencia, extensión e investigación, no debidamente inscritas por autoridades desplazadas. Es un libro que le hace justicia al arte y la cultura chilena de los años 80 –con inicio de actividades harto tiempo antes que la década anterior a esa–, narrado desde un periodismo de categoría literaria y sin ambiciones de omnipresencia. Si bien, es harto más amplio que “La Avanzada”, el campo contracultural perfilado por Claudia Donoso, no abarca todo lo producido allí. Quizás solo lo fundamental, pero no es notoria esa ambición; si es que (no) la hubo.

Entre crónicas, reportajes y entrevistas sin aparente recetario, la primera parte del libro perfila generosamente a dicho campo que no era tan “marginal” como se lo ha querido inscribir. Eso, no tiene comparación a esta actualidad acultural. Se ha atomizado la disidencia hasta el punto de sobrepluralizarla, sectorializarla y amordazarla para que terminemos hablándonos entre nosotros mismos en el boliche o Centro de Extensión preferido por cada lote del predio. 

El compilado recoge testimonios narrados desde varias personas y registros de habla, que participaron de acontecimientos visuales, audiovisuales, escénicos y literarios. En ese pasado que nunca termina de concluir: cuando al menos se podían juntar con personas fuera de su núcleo familiar directo, su célula partidista, o defensoras de los DDHH. Fue y es inteligente –por parte de Claudia Donoso– el hecho de haber comparecido, y directamente: con quienes se mantuvieron en Chile, retornados de sus exilios o autoexilios, y el relevo juvenil que no se ha despercudido del todo ¡Y a estas alturas del partido!

Despercudirse de la maestra

Cuando uno cree estar despercudiéndose, tropieza con la segunda parte: sin duda la más compleja, y desde donde Claudia Donoso descubrió los mejores ingredientes para su contundente carrera literaria; iniciada con La manzana de Adán(1990). Trata de historias, paisajes y sujetos fuera de serie; pero no descontinuados. Uno mismo no está despercudido del todo, cuando se convence que la literatura de ese fragmento fue la correcta, y quizás sigue siendo lo que uno debería aspirar a ser.

Cuando uno piensa que hoy no comemos longanizas de carne de perro, pero probablemente: si anticuchos de quilterrier, es que deja de considerar a Claudia Donoso como una autoridad.

La obra es maestra.

Uno es un choricillo que recién la está dimensionando

Antonio Urrutia Luxoro
Antonio Urrutia Luxorohttp://Luxoro
Escritor y crítico cultural.

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