Carlos Huneeus, en una columna recientemente publicada por El Mostrador, se ha referido al legado político de Salvador Allende y Eduardo Frei Montalva. En ella enumera una serie de antecedentes históricos con los que busca establecer la perdurabilidad ante la historia del presidente Frei Montalva, en contraste con el presidente Allende.
El interés de Huneeus es mostrar lo fructífero de una alianza de centro-izquierda como la Concertación y “el reencuentro de socialistas y democratacristianos”. Sobre este “reencuentro” quisiera hacer algunas observaciones y reflexiones. No lo hago con el interés de remover el polvo “de inútiles batallas del pasado” (Goethe) si no con el afán de precisar ciertos hechos e intentar reflexionar en torno a ellos.
El año 1966, a dos años de iniciado el gobierno de Frei Montalva, hubo un recordado intercambio de cartas entre las entonces máximas autoridades del Partido comunista y socialista, Luis Corvalán y Aniceto Rodríguez, respectivamente. Este debate es ilustrativo de los matices, para no decir de las contradicciones, que cruzaron a la izquierda chilena en el momento de caracterizar al gobierno demócrata cristiano.
En síntesis; Aniceto Rodríguez, reitera la política del “frente de trabajadores” al decir que el “partido socialista negará la sal y el agua” al gobierno de Frei Montalva. Corvalán, en cambio, sostiene que los comunistas tendrán “una posición de franca crítica, sin perjuicio de apoyar aquellas medidas positivas que vayan en beneficio del pueblo y del país”. (Con lo último se refiere principalmente a los proyectos de reforma agraria, sindicalización campesina, etc.).
Sin embargo, hay un hecho insoslayable sí se quiere analizar la(s) políticas de la izquierda(s) frente al gobierno de Frei Montalva. Me refiero al intento de golpe militar de octubre de 1968, el denominado “tacnazo”. Sublevación encabezada por el general Roberto Viaux, bajo el pretexto de reclamar por las malas condiciones salariales del ejército. La oscura trama conspirativa de este fallido golpe de estado fue políticamente transversal, sin excluir el -por lo decir lo menos- ambiguo rol de connotados militantes democratacristianos, como Juan de Dios Carmona y Sergio Ossa Pretot.
Las Memorias del General Carlos Prats, entre otros testimonios de indudable honestidad, dan cuenta detallada de esto. También es conocido que sectores de izquierda se entusiasmaron con el alzamiento militar, puesto que vislumbraban en él la posibilidad de un “militarismo revolucionario”, como él del General Velasco Alvarado en Perú. Durante el desarrollo del golpe fallido fueron innumerables las delegaciones políticas que acudieron al Regimiento Tacna, esto incluyó a algunos partidos de izquierda.
Huneeus argumenta que la izquierda, y sus intelectuales, actuaron con ceguera ante las cruciales reformas estructurales que impulsó el presidente Frei Montalva. Concuerdo con ello, y me atrevería a ir más lejos. En el campo intelectual de la izquierda de esa época, más bien predominó –y en esto el período de la Unidad popular no fue la excepción- el consignismo y la repetición de corrientes en boga ( estuve a punto de decir corrientes de moda) en el pensamiento marxista de entonces.
Por cierto que me refiero a la obra de Louis Althusser, en particular de Pour Marx, cuya traducción y divulgación produjo estragos en la militancia de izquierda. El filósofo Osvaldo Fernández, en un esclarecedor trabajo (“Chile, ¿qué enseñanza filosófica?” publicado en la Revista Araucaria N°10. Segundo trimestre, 1980) ha hecho notar de qué manera los jóvenes democratacristianos de la década de los sesenta se “convirtieron” al marxismo influidos por la ruptura “Ciencia-ideología” que, según Althusser, define al pensamiento de Marx, y la superación de sus residuos humanistas.
Un contraste llamativo de tales supuestos concepción se encuentra en un libro de Orlando Millas, Los comunistas, los católicos y la libertad (Editorial Austral, 1964) que capta agudamente, el hecho de que la democracia cristiana no representa, como simplistamente se decía entonces, “la nueva cara de la derecha”. Millas no pretende rebatir el fundamento gnoseológico del catolicismo (como si este fuera simple ideología, es decir, “falsa conciencia”) si no de asumir a éste como una “forma de la verdad” que supera, con mucho, sus aspectos institucionales y ritualisticos.
Por supuesto que es el pensamiento de Gramsci quién inspira esta lectura. El hondo arraigo de la democracia cristiana en amplios sectores populares –y por cierto del cristianismo- no puede ser subsumido, sin más, bajo una lógica binaria de manual, tipo “Estructura-superestructura”. Millas no usa esas palabras, pero, creemos, es la convicción que teje su argumento, así como el de Corvalán.
No parece posible evadir el título de la columna de Huneeus. Tampoco es posible que nos situemos en un hipotético tribunal que sancione la posterioridad de las figuras políticas de relieve. En cambio sí podemos afirmar, de manera documentada, que Frei Montalva apoyó con silencio y astucia el golpe militar, lo mismo que una parte importante de la democracia cristiana. Excepción notable de los 13 dirigentes de la D.C. que condenaron el golpe, con una declaración pública que los enaltece ante la historia.
Es una declaración solemne. Dice en un párrafo: “Condenamos categóricamente el derrocamiento del Presidente constitucional de Chile, señor Salvador Allende, de cuyo gobierno, por decisión popular y de nuestro partido, fuimos invariables opositores. Nos inclinamos respetuosos ante el sacrificio que él hizo de su vida en defensa de la Autoridad constitucional”. (13 de septiembre de 1973).
Jorge Donoso, uno de los promotores de la declaración, ha entregado pormenores significativos de su elaboración, así como de los intentos de Frei Montalva por disuadir a varios firmantes. Disuasión que, en algunos casos, fue exitosa. Esto se puede consultar en el libro La conjura. Los mil y un días del golpe, de Mónica González. (Catalonia, 2012).
La acción y la omisión de los últimos nueve años de vida del presidente Eduardo Frei Montalva no son considerados por Huneeus, en el momento de hacer su balance “ante la historia” de los dos presidentes.