Ademia Portaliana: Algunos puntos para el “nulo” debate

La obsesión por el voto nulo dice más de los que lo ven como un mal que de los que nos inclinaremos por él. Tan sin proyecto, tan desgastados, tan desconfiados en que podrán restituir el proceso constitucional a las “buenas familias” de Chile que, en realidad, en la elección del voto nulo considerado como “chivo expiatorio” lo que se deja entrever es una gran fragilidad, una enorme vacuidad del proceso político y, sobre todo, una vocación tecnocrática que opera en la forma de una compensación al vacío reinante.
Foto: Agencia Uno

No siempre se tiene el excelso privilegio de ser criticado, al mismo tiempo, por la derecha[1] y el oficialismo[2]. Menos aun cuando ese privilegio proviene de la crítica a un asunto tan aparentemente anodino como inútil: el voto nulo.  

¿Qué hace que la discusión acerca de la posibilidad por ejercer el “voto nulo” en las próximas elecciones de consejeros constitucionales del 7 de Mayo haya acaparado tanta atención al punto que dos columnas de bandos opuestos emitidas tanto desde El Mercurio como desde el Diario de Cooperativa, respectivamente, hayan gastado el necesario tiempo en redactar dos columnas para conjurar a este peligroso enemigo? Por supuesto, no tiene que ver con la emisión del “voto nulo” en sí mismo. Este último no ha dejado de emitirse en los más de 30 años de democracia portaliana. Sin embargo, es precisamente la coyuntura la que codifica al voto nulo como un peligro. Ante todo, porque el voto nulo expone a la luz del día la democracia sin pueblo en la que vivimos.

Una “ademocracia” (donde pervive la “ademia” es decir la ausencia del “démos”: pueblo) que, como tal, sólo opera como procedimiento, conjunto de reglas completamente exentas de vida ciudadana. No se trata de que “nuestra democracia” haya devenido “ademocracia” de un momento a otro, sino que su núcleo “ademocrático” la ha impregnado desde principios de los años 90 no por un asunto accidental, sino por un problema estructural: el pacto oligárquico de 1980 cristalizado en la Constitución pinochetista. El punto decisivo es, por tanto, que hoy asistimos a la verdad de la democracia, en la que su propio reverso adémico, su “punto cero”, para decirlo bajo los términos de Alejandra Castillo, queda completamente expuesto, a la luz del día, sin misterio alguno.

Un “ministerio” seco, único, exento de “misterio” no es más que puro procedimiento. La misma propaganda del SERVEL así lo señala: “Voto Obligatorio”. ¿El único motivo para votar sería la “sanción” por no recurrir a las urnas? Justamente eso define a una “ademocracia” o una “democracia sin pueblo”. Una Ley sin eticidad, un Orden sin república. Nada más que “ministerio”:  tecnocracia, procedimiento, mecanismos, (i)legalismos varios. Una ley sin eticidad –diría Hegel- es abstracta.

Pero ¿cómo es que la democracia chilena llegó a mostrar su carácter “adémico”? Ante todo, porque hubo un “golpe civil y parlamentario” urdido por la “clase política” contra los impulsos de transformación. Pero dicho “golpe” no atenta contra la democracia chilena, sino que la define. Este es el asunto clave que es preciso subrayar: la realidad ha superado a la clásica distinción liberal entre “democracia” y “dictadura”. No estamos sino en la expresión más pura de la primera: si es la democracia la que se ha transformado en el mejor orden para profundizar los intereses de la oligarquía militar y financiera es porque ella ha expuesto su reverso adémico a la orden del día, solo en cuanto se ha mostrado refractaria a la posibilidad de que los pueblos puedan tejer su propio destino. Justamente: no se trata de una “dictadura” sino de la dimensión estructuralmente “portaliana” y “neoliberal” de la democracia chilena, en el sentido que es una democracia que autoriza que solo la “clase política” pueda intervenir y actuar políticamente, pero no los pueblos. Para ellos está la calle con su policía, desacato y marginalidad. Ergo, nuestro orden está articulado en función de una fractura abismal: clase política y pueblos, oligarquía portaliana y ciudadanía no reconocida, tal y como la imaginó Portales en sus cartas. Por eso, el proceso que ha estado en juego no responde al clivaje “izquierda-derechas” sino al de “oligarquía-pueblos”.

A esta luz, me pregunto si acaso, cuando queda al desnudo el carácter puramente vacío y procedimental de la “democracia portaliana” chilena, es el instante en que los miembros de la clase política convierten al voto nulo en el “chivo expiatorio” y a sus simpatizantes (como si fuera una doctrina, partido o estrategia) en cuasi enemigos de la política y de la “civilidad”. Es decir, el “voto nulo” aparece a sus ojos como un símil de lo que fue la revuelta popular de Octubre, pero en su forma tecno-procedimental. En este sentido, podríamos decir que la revuelta popular de Octubre aún mantiene su estela al modo de un espectro que amenaza, en cada momento, con irrumpir: la incivilidad. De hecho, al igual que la acusación que se le hacía a la revuelta, tampoco el voto nulo “propone algo”, tal como lo exige el paradigma hegemónico de la política.

Antes que llegue la policía –decía Javier Agüero- tendremos que afirmar nuestro carácter “paria” del sistema político. Pero “paria” que marca una diferencia, incluso, donde la misma lengua política violenta día tras día con la homogeneización. Que no será “estratégico” que aún hay “disputa”, que no se le “puede hacer el juego a la derecha” son algunos de los términos utilizados para homogeneizar el lenguaje político. ¿”Disputa” de qué –preguntamos- si hablan la misma lengua? Homogeneización que se da desde el mismo paradigma “hegemónico” que hoy ha emprendido la restitución del partido portaliano y su desprecio completo por el pueblo. Cuando la lengua se homogeniza entonces estamos ya en el fascismo.

Por eso, es verosímil que el domingo, efectivamente triunfe la ultraderecha. Y se transforme en la primera fuerza del país. Porque es dicha ultraderecha la que hizo el golpe de 1973 y que territorializa los afectos en la forma del enemigo “cultural” y cambia la atmósfera al modo de la guerra igualmente “cultural”. Pues solo esa guerra, en cuanto se orienta a homogeneizar puede obturar cualquier pensamiento. Y así, vemos que la tesis de Pier Paolo Pasolini tiene asidero: el fascismo no es necesariamente un “movimiento” claramente identificable, sino una “mutación antropológica” devenida por la nueva fase capitalista neoliberal a la que asistimos en la que toda democracia se encuentra con su núcleo propiamente “adémico”. Un núcleo a partir del cual no se puede construir hegemonía y donde todo ejercicio de gobierno orientado a instaurar un nuevo pacto oligárquico resultará sino imposible, al menos, difícil.

La ultraderecha reina donde la hegemonía falta. A no ser que las sublevaciones permanezcan con el hálito imaginal suficiente para componer fuerzas que vayan más allá del momento de la revuelta y sean capaces de destituir dicha “ademia”. Eso será en otro momento. Quizás no en el corto plazo. Pero subraya la necesidad de que las izquierdas piensen seriamente en la posibilidad de desertar y componer fuerzas desde otro lugar que habría que imaginar y constituir.  

 No tengo ninguna esperanza en que el voto nulo triunfe en las urnas. Su triunfo no está ahí, sino en la amenaza que representa: mostrar la democracia como “ademocracia”, mostrar la política en su vacío, el sistema político chileno en su absurdo, exhibiendo su esqueleto a punto de desfallecer. Una democracia diseñada contra la democracia, una democracia sin pueblo, sin que las mayorías puedan definir. He aquí la extraña y singular fuerza del “voto nulo” que hace que la democracia chilena exhiba su limitación estructural y que los elegantes de siempre lo declaren “chivo expiatorio”. Su ilusión es que el 7 de Mayo sea conjurado por fin ese espectro y que la democracia chilena vuelva a emprender su impoluta senda. Nosotros –los bárbaros- ya no tenemos ilusión alguna. Por eso habitamos en la más extrema de las esperanzas.

No contestaré la crítica que esgrimen mis dos interesantes interlocutores a los que solo puedo agradecer su profundo optimismo y desconocimiento de la dura realidad política. Me limitaré a señalar tres puntos que para mí resultan clave, en cuanto considero que son puntos políticos:

En primer lugar, tanto en una columna titulada “Voto obligatorio” como en una extensa entrevista que me hicieron en el “Matinal de los que Sobran”, señalé, que si había firmado la famosa carta en la que se llama a votar nulo era porque estaba de acuerdo con su enunciado de que el proceso era un fraude, pero que, en mi visión, ni los profesores universitarios y/o intelectuales (si acaso esa designación aún resulta legible) tenían autoridad alguna para decirle a la gente qué hacer o qué decir.

En este sentido, frente a la propaganda mercurial que ha repetido desde hace una semana el mismo párrafo acerca de los intelectuales de “izquierda” que llamamos a votar nulo, sólo diré, no sin ironía, que votaré nulo, pero no he llamado a votar nulo. Por lo demás, no creo que esos “llamados” tengan efecto. Dicho irónicamente, soy un nulo referente del voto nulo.

En segundo lugar, he sostenido una tesis muy distinta de la que intenta plantear El Mercurio: no llamo a votar nulo (por las razones que acabo de mencionar en el primer punto), sino sostengo que el voto nulo es el único voto posible porque sea cual sea el voto que emitamos el próximo 7 de Mayo, el proceso ya está determinado por los 12 bordes y luego, por el conjunto de cerrojos institucionales que operan internamente designados por el Senado.

El voto nulo es, en este sentido, el voto ontológico porque sea cual sea el voto emitido, esa decisión ciudadana será “anulada” por el mismo proceso en curso. En otras palabras, no se trata de llamar a votar nulo como de que todo voto será anulado en sí mismo, todo voto se convertirá en voto nulo en virtud del proceso fraudulento en el que se inscribe. Así, el mismo proceso de votación es totalmente inútil, es decir, “nulo”. Por eso estamos en la visibilización misma de la ademia portaliana, instante en que la democracia llega a su punto cero y su liturgia se vuelve nada más que procedimiento.

En tercer lugar, quisiera advertir que la verdadera cuestión por pensar no es si algunos ciudadanos votaremos nulo o no y cuán “estratégico” ello podría ser, sino en qué medida: 1) el proceso que se ha fraguado ha sido enteramente anti-democrático producto de un golpe “portaliano” urdido por la clase política contra la ciudadanía y sobre el cual, las izquierdas harían bien en analizar y 2) resulta sintomático el modo en que El Mercurio y su condicionamiento editorial de la sociedad chilena, han producido a un mal generando una campaña contra el más absurdo de los enemigos: el “voto nulo” sin cuestionar las condiciones por las que se ha llegado a este nivel de inanición política. Han producido un enemigo, un “mal” para legitimar su falta de legitimidad.

La obsesión por el voto nulo dice más de los que lo ven como un mal que de los que nos inclinaremos por él. Tan sin proyecto, tan desgastados, tan desconfiados en que podrán restituir el proceso constitucional a las “buenas familias” de Chile que, en realidad, en la elección del voto nulo considerado como “chivo expiatorio” lo que se deja entrever es una gran fragilidad, una enorme vacuidad del proceso político y, sobre todo, una vocación tecnocrática que opera en la forma de una compensación al vacío reinante.

El orden portaliano siempre ha sido débil porque no se funda éticamente, sino sólo en virtud de la fuerza: “justo es lo que conviene al más fuerte” sostenía Trasímaco en su diálogo con Sócrates. Quizás esa definición de “justicia” es la que represente al Chile actual. Por eso dicho orden dura, pero al precio de ser incapaz de construir legitimidad para las mayorías del país pues es totalmente refractario a los deseos de los pueblos de Chile. Y por eso, el país está en una bancarrota ética: porque la usurpación portaliana renovada con el golpe de Estado de 1973 sigue aquí y el nuevo “Acuerdo por Chile” que se cristalizará desde las elecciones del próximo domingo, no hará nada más que renovar esa usurpación para los nuevos tiempos.


[1] Joaquín García-Huidobro ¿A qué juego jugarás? En El Mercurio 31 de Abril de 2023.

[2] Andrés Kohan Valderrama ¿Una izquierda que opta por anular? En: pinion.cooperativa.cl/opinion/politica/una-izquierda-que-opta-por-anular-lo-constituyente-en-chile/2023-05-02/124930.html

Total
0
Shares
Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

Related Posts
Leer más

José Tohá, un homenaje

El día del golpe se dirigió a La Moneda para acompañar el presidente. Desde allí fue enviado a Isla Dawson, donde su salud se fue deteriorando. Es trasladado a Santiago e internado en el Hospital Militar. allí, pese a su precario estado de salud, es interrogado repetidas veces.
Leer más

El publirreportaje de La Tercera a Piñera

Nunca es tarde en la vida de Piñera para reaparecer sin haber reconocido nada de lo que hizo, lo que no hizo y lo que no debió hacer. La vida pareciera comenzar una y otra vez para él, como si los errores y los horrores políticos que cometió sean solamente rasguños al pasar.
Leer más

Nunca ha existido la sabiduría popular

¿Quiere decir esto que exista algo así como la “sabiduría popular” o haya un bien intrínseco en ser un ciudadano medio? No. Como tampoco lo era salir a la calle el 18 de octubre. Es un ciudadano frente a una realidad, frente a lo que ve y a lo que vive.
¡Apoya al periodismo independiente! Sé parte de la comunidad de La voz de los que sobran.
Únete aquí

¡Apoya al periodismo independiente!

Súmate, sé parte de la comunidad de La voz de los que sobran. Así podremos seguir con los reportajes, crónicas y programas, que buscan mostrar la otra cara de la realidad, esa que no encontrarás en los medios de comunicación hegemónicos.