“La historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa”, comentó un barbón excepcional en uno de sus libros hace 173 años. Y, al parecer, una vez más no se equivocó.
La rueda de la historia (no mecánica, sino dialéctica) parece ser la esperanza y la tragedia al mismo tiempo. Hoy que estamos en una nueva conmemoración del golpe de la felonía ante el pueblo colorido y su compañero presidente, una pelota cruza la línea de cal de la portería del Nacional con un rodar vergonzoso, tal como hace 51 años:
Dos semanas después del golpe cívico-militar que hoy pasó el medio siglo, la Selección viajó a Moscú para disputar un lugar en el Mundial Alemania 74´. Fue un empate sin goles en el Estadio Lenin ante 60.000 personas. Para la revancha los Soviéticos pidieron jugar en un territorio neutral, debido a la evidente situación.
La señora FIFA envió una comisión que aprobó el juego, pero los rusos se negaron a viajar. En una decisión abyecta en complicidad de la dictadura y la FIFA, la Selección decide jugar igual sin el equipo rival. Ahí, se registra una de las imágenes más extrañas y denigrantes que se recuerden de la Roja, el gol fantasma en pies del Chamaco. Ese 21 de noviembre el Estadio Nacional aún mantenía 7.000 presos/as políticos.
Lo que ocurrió esta tarde en ese mismo Estadio, el Estadio de la Memoria, está lleno de significantes.
El veinteavo fin de una generación, el descarte del quinto recambio, un nuevo técnico con cara de amargura, los silbidos tibios y un presidente del fútbol nefasto y mercantil que prefiere perder con gradas a medio llenar por culpa de su especulación financiera.
No hablaremos de decepción -hoy el tigre se encontró con un desierto, nosotras y nosotros con un tigre sin colmillos- porque esa palabra la conocemos hace tiempo y hasta la hemos cargado con soltura (interrumpido por algunos veranitos de buen fútbol). Lo interesante de hablar, es el tipo de gol con el que rompimos una apremiante sequía, uno que nos trae el pasado al presente.
No fue un gol de la vergüenza, como aquel en dictadura, pero al menos un gol que demuestra que de la Generación Dorada se pasó a algo complejo, a pocos goles o goles bochornosos.
¿Lampe pudo mentir? Sí y no, el punto es que no hay que esperar que un compañero de profesión sangre o vaya al radiólogo para que se haga valer el juego limpio. ¿Qué otros hubiesen aprovechado igual esa oportunidad frente a la portería abandonada? sí y no, lo cierto es que no da lo mismo como se hacen los goles, y el de Vargas da al menos, para no ser celebrado y por qué no, para cuestionarlo con ahínco.
No da lo mismo cómo ganar, la nobleza de los medios enaltece el objetivo, diría Bielsa, pero más aún, no da lo mismo perder así, sin fútbol y sin valores.
Que la historia oscura de un país y del balompié no se repita nunca más.
Bielsa hubiese ordenado dejarse pasar un gol para compensar esta deslealtad….pero, los propios bolivianos pusieron las cosas en su lugar, al menos en el lugar de hoy.