Con un 49% de los escaños para el partido laborista, Jacinda Ardern logró una una aplastante victoria en las elecciones de ayer sábado, y decidió iniciar su discurso de aceptación en la lengua indígena neozelandesa. ¿Quieres saber por qué el mundo lleva tres años observando el trabajo de esta mujer, que tuvo uno de los mejores manejos de la pandemia? Aquí te lo contamos.
El Partido Laborista de la primera ministra Jacinda Ardern ganó las elecciones generales del sábado en Nueva Zelanda, con cerca del 50% de los votos, un “excepcional resultado” reconocido inmediatamente por la oposición.
Recordemos que en los sistemas parlamentaristas, el pueblo no vota por candidatos, sino por partidos. Es decir, la elección del gobierno (poder ejecutivo) emana del parlamento (poder legislativo) y es responsable políticamente ante éste.
Ardern, de 40 años y en el poder desde 2017, agradeció a los votantes por la confianza depositada en estos comicios que ella misma calificó de “elecciones del covid” y cuya campaña centró en su éxito en la lucha contra la pandemia.
En su discurso de victoria, que arrancó en perfecto maorí, partió dando las “gracias a las muchas personas que nos dieron su voto, que confiaron en nosotros para continuar liderando la recuperación de Nueva Zelanda”.

Además la primera ministra, de 40 años, lamentó que el mundo haya “perdido la habilidad de ver el punto de vista del otro. Nueva Zelanda ha demostrado que nosotros no somos así, después de todo somos [una nación] demasiado pequeña para perder de vista la perspectiva de los demás”. Y el mundo la miró de vuelta.
La presidenta del Partido Laborista, Claire Szabó, atribuyó la contundente victoria al carisma de Ardern, quien consiguió el apoyo masivo a de los neozelandeses a partir de la llamada “Jacinda-manía” cuando se hizo cargo del partido en 2017, que en ese momento apenas alcanzaba un 24% en las encuestas.
“Esta es una gran noche para nosotros”, aseguró en declaraciones en la televisión. “No hay duda de que el gran y fuerte liderazgo de Jacinda Ardern ha sido un factor enorme en todo esto”, agregó.
Pero… ¿quién es Jacinda?
Nacida en 1980 en Hamilton, al sur de Auckland, Ardern cuenta que forjó sus convicciones de izquierda al contacto con la pobreza que vio en Nueva Zelanda.
Hija de un policía, fue educada en la fe mormona, a la que renunció en los años 2000 debido a las posiciones de esta iglesia sobre la homosexualidad.
A los 17 años, ganó su primera elección, cuando era apenas una adolescente con dificultades para expresarse en público. Sin embargo, igual logró que a las mujeres de su colegio, las dejaran usar pantalones en vez de falda.
Ardern se convirtió en diputada de la formación en 2008. Cinco elecciones generales después, ha conseguido un nivel de popularidad inaudito para un político neozelandés, tanto dentro como fuera del país, y la mayor victoria del Partido Laborista en 50 años.
En las últimas semanas sus actos de campaña se han convertido en baños de masas, con miles de ciudadanos siguiéndola por la calle para conseguir un selfie.
Mencionada como posible Nobel de la Paz, ha aparecido en todas las listas de mujeres poderosas y en portadas, de la revista Vogue alTime para ser celebrada tanto por su talante amable como por su eficaz manejo de las crisis: además de la covid, el atentado de Christchurch -en el que fueron asesinadas 51 personas en dos mezquitas-, o la erupción del volcán Whakarii.
Detrás de su éxito contra la pandemia está el equipo de científicos que en marzo recomendó a la primera ministra adoptar la “estrategia de eliminación”, para evitar que el virus saturara el sistema sanitario de Nueva Zelanda (con casi cinco millones de habitantes) y sobre todo su limitada capacidad de medicina intensiva (5,5 UCI por 100.000 habitantes).
Esta estrategia, que la política definió como “ir duro y temprano” busca directamente acabar con la pandemia, no aplanar la curva de contagios, lo que exige medidas estrictas de cierre de fronteras o cuarentenas absolutas antes de que se disparen los casos.
“Esta estrategia ha funcionado muy bien en Nueva Zelanda, que tiene la mortalidad por covid-19 más baja de la OCDE, con un total de 25 muertes, lo que supone cinco fallecimientos por cada millón de habitantes. También nos ha permitido que la actividad económica y social volviera casi a la normalidad”, asegura el epidemiólogo Michael Baker, asesor del Ministerio de Sanidad.
De dulce y agraz
A pesar de que su popularidad se debe precisamente a una imagen honesta y compasiva, sus adversarios están siempre esperando sus pocas debilidades para atacarla.
Es que Jacinda Ardern es crítica de la política. Ha dicho que no le gusta que se haya convertido en un “deporte sangriento”, que causa apatía y desapego entre los jóvenes. Su liderazgo está basado en un modelo colaborativo, que se centra en preocuparse y cuidar de las personas. Un modelo opuesto al estilo duro y combativo de Trump o Bolsonaro.
La oposición critica que el laborismo se ha pasado la campaña exhibiendo a Ardern porque no cuenta con un plan efectivo para afrontar los próximos tres años.
Nueva Zelanda entró oficialmente en recesión el pasado trimestre y el National Party considera que el Gobierno no puede seguir aumentando la deuda pública con más subsidios por la covid-19, gracias a los cuales el desempleo está contenido en tan solo el 4%.
Sin embargo, esas críticas, de momento, no desgastan el estatus de la primera ministra. El mundo no sabía quién era Jacinda Ardern hasta que tres meses después de asumir el cargo en 2017, anunció que estaba embarazada de su primera hija.
Ahora enfrenta el mayor desafío de su carrera con la atención de toda la prensa internacional: mantener la pandemia fuera de Nueva Zelanda sin arruinar la economía y cumplir su programa para lograr una “transformación progresista” del país.