Crítica de Sociología de una revolución, de Frantz Fanon
LOM, 2023. 170 páginas.
Delicada es la epidermis de la o el intelectual que requiere lejanía temporal, distancia espacial y abrigo térmico para pensar eventos sociales altamente intensos. Resguardo frío, refugio seguro que, dicen, auguraría un valorable grado de ponderación reflexiva frente al fenómeno en cuestión. Pero no toda escritura ni pensamiento —y menos mal— se encorseta en ese flemático corsé académico, sino que también hay palabra y reflexión en la urgencia, en la necesidad y en el riesgo del palpitante aquí y ahora del suceso. Escribir la guerra cuando los decibeles de la metralla alcanzan niveles ensordecedores, y, peor, pensar los efectos de una revolución cuando la sangre aún gorgotea en la rajadura de la carne. Palabra hirviente, tinta fresca, que, tal como la de Frantz Fanon, en su Sociología de una revolución, valiente arriesga escribir el vivísimo pensamiento de la en ese entonces vivísima guerra de Liberación de Argelia.
Publicado en 1959 en Francia, a cinco años de comenzada la liberación, a dos de concluir, y reaparecido recientemente en 2023 por LOM ediciones, el intelectual martiniqués repasa en sus cinco capítulos las transformaciones sociales durante la guerra de descolonización que enfrentó a Argelia con la Francia colonial. La trasposición del lugar social de la mujer, el cambio de hábito comunicativo respecto al recurso radiofónico, la reconfiguración de las jerarquías intrafamiliares, el apresto a la medicina local y occidental, y el lugar de las minorías europeas argelinas, articulan una reflexión que se equilibra en el movimiento social vivo de las y los comunes y corrientes argelinos; aquellos que, haciendo muda de sus estructuras tradicionales frente al dominio colonial, removieron álgidamente los cimentos de la vida cotidiana en función liberacionista.
Reflexionar en una traslación social viva, pensar desde una rotación social aún no asentada. Sociología de una revolución, escrito en movimiento por un Fanon embajador del Gobierno Provisional de la República de Argelia, y por un Fanon miembro del Frente de Liberación Nacional, fue prohibido en Francia por “atentar contra la seguridad nacional”. Era que no, si acusa: “La sociedad árabe ha sido presentada frecuentemente por los occidentales como una sociedad de la exterioridad, del formalismo y del personaje”.
Menuda libertad e igualdad, “estupenda” fraternidad aquella que soporta su seguridad nacional, y, peor, su humanismo, en la colonial graduación humana. Dicho esto, pese a los 65 años que nos separan de su publicación en francés, de los 56 de su primera versión castellana, y guardando en segundo plano las diferencias circunstanciales para reservarnos éticamente en un primer las similitudes, Argelia ayer rima de forma vergonzosa con los tristísimos acontecimientos recientes: “no existe la ocupación de la tierra junto a la independencia de las personas. Es la totalidad del país, su historia, su pulso cotidiano los que han sido negados, desfigurados, con la esperanza de una definitiva anulación”, dice Fanon. Graduación humana, no. Lisa y llanamente anulación. Nadificación, aniquilación. Palestina. La aniquilación de un pueblo, ese que ayer en Argelia tenía impresa la minusvalía en la superficie somática de un color de piel, de un rasgo, de una costumbre, y que hoy, en función anuladora, tatúa a bomba, hambre y metralla el nombre Hamas en la frente de toda o todo palestino; en la frente de toda o todo niño palestino.
El abismo colonial del no ser es la colonial condena de los condenados. Parafraseando el título del epílogo de Gérard Chaliand para Los condenados de la tierra, su obra emblemática, Fanon resiste el paso del tiempo con suma vigencia. Trágica e infausta vigencia, funesta actualidad que, en estos tiempos civilizatoriamente repudiables, permite conservar en la lectura de esta re-publicación el calor de su hirviente tinta urgente.